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ORLANDO: UN MILITANTE EJEMPLAR

Narciso Isa Conde

(Este relato fue originalmente publicado pocas semanas después del asesinato de Orlando, hace ya 45 años).

Orlando Martínez se ganó la admiración de sus lectores y llegó al corazón de los dominicanos por la profundidad y certeza de sus análisis, por la contundencia de los datos y formulaciones de sus artículos, por la universalidad de la cultura que reflejaban, por su valentía evidenciada en la crítica temeraria a los intereses dominantes en esta sociedad, por la honestidad e incorruptibilidad demostrada.

Una admiración merecida.

Un prestigio conquistado mediante grandes esfuerzos intelectuales, tocando temas “tabúes”, escribiendo “al borde de la muerte.

Esa faceta es la más conocida de su vida, la que se proyectó con más amplitud. Y el Orlando militante quedó bajo el manto de la discreción impuesta por las reglas de juego de su trabajo y por condicionamientos de esta sociedad.

Su ejercicio periodístico, primero en Radio H1N y luego en Publicaciones ¡Ahora! , era incompatible con la proclamación abierta de su militancia. Deseos no le faltaban, pues siempre valoró la importancia de sentirse parte ?como diría el poeta? de un conjunto “montado sobre el brioso potro de la dialéctica marxista”, de un conjunto al que consideraba sustentador de ideas políticas y valorer morales casi excepcionales en nuestro medio. Y esa actitud militante se evidenciaba dentro de su labor pública en la coincidencia esencial y voluntaria ?no por encargo? con los postulados nacionales e internacionales del Partido Comunista Dominicano (PCD).

  • El Militante Universitario.

Ingresó a nuestras filas en Octubre de 1963. Se sintió atraído por los análisis políticos de entonces e hizo el compromiso a través de la organización universitaria del partido en los días duros de la lucha contra el Triunvirato. Recuerdo que estábamos asilados en la UASD, amparado en el Fuero Universitario, y lo llevaron hasta nosotros sus amigos de adolescencia, quienes a pesar de militar en el MR 14 de Junio sentían ya simpatía por nuestra línea y nos conocían personalmente.

Bajo la orientación de José Israel Cuello H. pasó a formar parte del organismo de la Escuela de Sociología.

Así comenzó a forjarse el compañerismo y la amistad que nos uniera hasta el día de su asesinato. Hoy, en medio del dolor, nos queda su recuerdo, su obra, su ejemplo.

A primera vista su rostro evidenciaba entrega desinteresada y condición humana excepcional.

Me impresionó su gran sentido de la responsabilidad. Tarea acordada, tarea cumplida. Su introversión no podía ocultar su firmeza. Hablaba poco, pero siempre con propiedad y contundencia. Era de criterios tan tajantes y definitivos que cariñosamente le llamábamos “ortodoxia”. Su figura erecta y serena, daba la impresión a quien lo observaba de estar frente a una sólida columna. No era esa una impresión infundada. Era un joven con madera de héroe.

Se incorporó un nuevo redactor al equipo universitario. Los volantes y los escritos de su célula revelaban sus condiciones en ese aspecto. Por Carlos Dore y Cabral supimos de sus inclinaciones literarias y en una ocasión llegué a leer un hermoso cuento escrito por él. Comentábamos alegremente el valor de esa “conquista”. Nos alentaba a seguir combatiendo: Veíamos que los esfuerzos no eran en vano.

Estudioso, avanzaba progresivamente hacia el dominio de aspectos importantes del marxismo. Su actividad práctica no daba lugar a dudas en cuanto a la profundidad de su compromiso: presente en las movilizaciones estudiantiles, contribuyendo a la organización y al éxito de los pequeños mítines relámpagos, eficiente en su trabajo de delegado estudiantil (representante del grupo Fragua del cual formábamos parte) ante la Asamblea de la Facultad de Filosofía.

Pasados los seis meses de pruebas para la militancia, Orlando no tardó en ser promovido a la célula Julio Antonio Mella que se encargaba de dirigir los trabajos en la UASD. Un poco después fue incorporado también a la Comisión Juvenil de reciente formación, entonces bajo mi responsabilidad. En ese período se discutían importantes cuestiones relacionadas con los planteamientos teóricos y políticos del Partido.

La dirección universitaria llevaba la voz cantante en la necesidad de una renovación del partido y en la crítica constructiva de lo que se estimaban importantes errores (ausencia de línea programática, debilidad circunstancial en la lucha por el restablecimiento de la Constitución de 1963 y el Gobierno de Bosch, falta de independencia y creatividad en la política internacional). Parte del Comité Central, al cual incluso fuimos promovidos compañeros de niveles medios del Partido, contribuyó a dar los primeros pasos correctivos. Orlando compartió esas inquietudes.

A partir de ese momento se abrió paso un progresivo enriquecimiento de nuestras concepciones marxistas y del enfoque de la realidad nacional y mundial. Se inició el camino hacia la “heterodoxia”, que particularmente en Orlando, luego de sus vivencias en Hungría, de sus contactos con el mundo socialista, de sus experiencias en actividades internacionales, de sus lecturas multifacéticas, dio lugar a un pensamiento crítico, independiente, en el que gravitaba enormemente el amor por la libertad del hombre, especialmente por la libertad de expresión y creación.

En la postrimería del Triunvirato participó en la huelga de hambre que organizó la Federación de Estudiantes Dominicanos contra el despotismo de las autoridades universitarias aliadas al poder tumo. Por el sacrificio y la firmeza demostrada, la huelga pudo lograr una gran simpatía que se inscribió dentro de los factores conmovedores de la conciencia popular y estimulantes de la lucha antigolpista. Orlando resistió lo más que pudo, ningún doblez acompaño su postura.

Lo mismo puede decirse de su primer apresamiento, cuando a raíz de la explosión del polvorín 27 de Febrero, la tropa de “Casco Blancos” invadió la universidad y lo sorprendió junto al poeta Juan José Ayuso. Momentos antes de la llegada de Orlando, nosotros (los que estábamos asilados en el local de la FED) habíamos abandonado el recinto presintiendo las intenciones policiales.

Sobrevino entonces el estallido de Abril y Orlando se integró de inmediato al Comando de la Espaillat. Valor personal no le faltaba, y si después de la rápida disolución de ese Comando se retiró a las Matas de Farfana junto a su familia, ello se debió a su firme convicción de que interpretaba disposiciones de la Dirección que no fueron transmitidas con exactitud.

A la incomunicación temporal siguió el esclarecimiento del hecho y su reincorporación a la actividad partidaria.

Por esa época se habían producido cambios importantes en el Partido. El cambio de nombre (de Partido Socialista Popular a Partido Comunista Dominicano), el documento autocrítico de Agosto de 1965 y una nueva correlación de fuerzas en el Comité Central.

José Israel Cuello H. y yo salimos al exterior para ampliar, restablecer y fortalecer vínculos. Se necesitaba además explicar en detalle lo acontecido y procurar solidaridad, pues las tropas norteamericanas seguían en el territorio nacional.

Nuestro viaje duró dos meses y al regresar todos los compañeros coincidían en la misma apreciación de la militancia de Orlando: plenamente integrado.

A partir de ese momento (inicio de 1966) estrechamos las relaciones personales. Mi familia vivía fuera de la zona constitucionalistas y estimamos peligroso (¡se iniciaba el terror selectivo!) dormir y transitar de noche por lugares que habían estado bajo el control y la influencia contrarrevolucionaria.

Orlando me ofreció su casa y compartimos todas las noches durante varios meses la misma habitación en su antigua residencia de la Leonor de Ovando.

Conocí a sus padres y hermanos. Recibí las atenciones y el cariño de Doña Adriana y Bélgica. Aprecié la bondad inconmensurable de Don Luis Mariano. Calibré aún más la gran calidad humana de Orlando.

  • Hacia Santiago.

Cuando mis padres se mudaron a Ciudad Nueva volví a mi casa. Orlando fue designado para trabajar en Santiago. Se integró a la actividad política en algunos barrios marginados de esa ciudad. Intentábamos extender a las provincias las ideas y experiencias de la Revolución de Abril, tratábamos de ampliar la organización y fortalecer la conciencia marxista en lugares de difícil acceso.

Orlando cumplió el cometido a la perfección, trabajó en las peores condiciones, compartió las penurias de los habitantes de esos barrios, se aferró con más fervor a la causa de los humildes, enseñó todo lo que pudo y conquistó el afecto de los compañeros de Santiago. Demostró que era un militante dispuesto a luchar en todos los planos y condiciones.

  • En el Exterior.

Un joven de ese temple, de esa capacidad, era el más indicado para representar al PCD en la Federación Mundial de las Juventudes Democráticas (FMJD). La vida en Europa, alejados del escenario directo de la lucha y en condiciones materiales más holgadas, no afectaría su firmeza e integridad. Más aún, podría aprovecharla para alcanzar una formación y una experiencia mayores. No nos equivocamos.

Orlando creció intelectual y políticamente en el exterior. Estudió a fondo los clásicos del marxismo y siguió nutriéndose de la cultura universal. Aprendió mucho de un mundo desconocido.

Se radicó en Budapest, Hungría, e inició allí su actividad internacional: reuniones, congresos, campañas de solidaridad, visitas a Viet-nam, Camboya, México, Chile, Bulgaria, Unión Soviética.

A través de compañeros viajeros y de intercambio de cartas nos seguimos comunicando. Todas las opiniones recogidas en el exterior destacaban la capacidad de Orlando, la seriedad de Orlando, la honestidad de Orlando: “ese muchacho que usted tienen en Budapest -decían lo que los conocieron allí- habla poco pero es la seriedad, la capacidad, y la dedicación hechas persona”.

No era fácil la posición de Orlando en la FMJD. El representaba una organización que sustentaba posiciones internacionales muy controversiales en el seno de la Federación. Tuvo que enfrentar situaciones difíciles, discusiones fuertes, momentos conflictivos. En todas esas circunstancias defendió con dignidad nuestra independencia y nuestros criterios, ganándose el respeto y la consideración de la mayoría.

Nos encontramos en Moscú en Agosto de 1968. Yo regresaba de Cuba. Había concluido la primera etapa de las conversaciones con Caamaño. Acababa de producirse la intervención soviética en Checoslovaquia.

Recuerdo su primera pregunta: Jefe, ?me calificaba así afectuosamente sin el más mínimo espíritu de subordinación (Orlando no se subordinaba ante nada ni ante nadie)- ¿cuál es tu opinión sobre la intervención en Checoslovaquia? Esperaba la respuesta con inquietud. Y cuando le dije que no respaldaba esa acción, le noté la cara de alegría. Se sentía contento por la coincidencia. Apreciaba que cuestionábamos seriamente el problema de las relaciones inter-socialistas y que aspirábamos a una nueva dimensión del socialismo.

Previamente le aclaré que no se trataba de una posición oficial del Partido, puesto que todavía no había recibido noticias de Santo Domingo.

Pero que conocía la forma de pensar de los compañeros y confiaba en que se aceptaría una posición como la externada.

De todos modos acordamos no hacer comentarios hasta recibir la comunicación. Hablamos largamente de la situación nacional, de mi visita a Cuba y de las conversaciones con Caamaño. Compartía plenamente mis apreciaciones.

Yo tenía que hacer un viaje corto a Corea del Norte. El me esperaría en Moscú.

Al regreso de Corea trabajamos juntos en un detallado informe sobre la situación checoeslovaca y sus repercusiones en el movimiento comunista internacional. Organizamos también toda la información del viaje a Corea.

Antes de terminar el primer informe, cuando arribábamos al final, nos entregaron algunos materiales que habían llegado de la República Dominicana. Entre ellos un folleto y una declaración sobre el problema checoeslovaco.

Lo leímos con avidez. Recuerdo sus ojos iluminados y su cara de satisfacción por la coincidencia entre lo que habíamos escrito y el contenido de las publicaciones del Partido. Ni que existiera comunicación telepática entre lo que estaban aquí y los que estábamos fuera.

El análisis del PCD tocaba problemas de fondo en lo que al socialismo se refiere, criterios que abrazábamos con todo el alma.

Transitábamos exitosamente un momento decisivo en la comunidad de pensamiento de nuestra dirección política. Así lo valoramos.

Salimos corriendo para la universidad Patricio Lumumba. Teníamos que darle la nueva a los compañeros que estudiaban en Moscú. Teníamos que prepararnos para discutir con los camaradas soviéticos.

No tardaron en producirse agudas polémicas, una de ellas presenciada con orgullo por Orlando. A él le satisfacía nuestra independencia de criterio; a veces, medio en serio y medio en broma, nos decía: “este es el Partido más serio del universo”. Ahora pienso que si este Partido llega a producir un buen número de cuadros como Orlando, no estaría lejos de convertir su frase en realidad.

La posición soviética difería mucho de la nuestra. Ambas quedaron fijadas con precisión sin que ello diera lugar a la ruptura. El respeto mutuo primó en las conversaciones, y las divergencias existentes no implicaron abandono de la solidaridad en los esfuerzos comunes de la lucha anti-imperialista.

Concluidas las actividades en Moscú acordamos que él regresara a Budapest para juntarnos más tarde en Praga.

En Praga (intervenida) al ver todos las vitrinas con retratos de Ducek, afiches de Lenin florando, gran cantidad de letreros que decían “¿por qué? al conversar con los dirigentes del Partido Comunista Checoeslovaco, reafirmamos nuestro respaldo a la “primavera” y el rechazo a la intervención. Partimos tristes. Nos conturbó observar las tropas de países socialistas en las calles de Praga sin la menor aceptación de parte de sus habitantes. El rechazo era total.

Cruzamos a Zurich. Nos impresionó la belleza, la pulcritud y la serenidad de esa ciudad. Se trata de una porción apacible, altamente civilizada y de confortable nivel de vida, del injusto mundo capitalista. Allí la extracción de plusvalía a la clase obrera suiza y el manejo en sus bancos de grandes sumas extraídas por el capital monopolista de las costillas del empobrecido Tercer Mundo, aparecen cubiertos con un velo de seda.

Orlando lo sabía. Pero le impresionó mucho su breve estadía en Zurich y el paso en tren por la hermosa campiña suiza.

Siempre recordamos jocosamente ese “sereno” país: “del capitalismo, Zurich”, me decía con su sonrisa característica. Pero, claro, esa impresión jamás le hizo variar su criterio de que París era “la capital del universo”.

La oportunidad de comprar a buen precio un reloj suizo no se podía desperdiciar. Conservaba un dinerito que me había dado mi madre antes de partir de Santo Domingo y nos decidimos por ir a la relojería: Con Orlando escogí un reloj que aún conservo y le regalé una pulsa para reemplazar la suya que estaba muy deteriorada. En varias ocasiones se refirió a ella entre los regalos que para él tenían un valor especial. El asesinato le sorprendió con ella colocada en su muñeca… de ahora en adelante me resultara muy difícil ver la hora sin que a mi mente llegue el recuerdo de ese amigo entrañable.

Partimos en tren hacia París cargados de documentos delicados (como los que se refieren a las conversaciones con Caamaño). Teníamos que cambiar de tren en una ciudad Alemana y tuvimos a punto de perderlo por la inexperiencia. Lo alcanzamos corriendo desesperadamente.

Pasamos un buen susto. Siempre era riesgoso quedamos desamparados, en un lugar totalmente desconocido. Orlando recordaba ese pasaje riéndose de nuestras fullerías” europeas.

Arribamos a París, allí con el afecto y el dinamismo del brodel todo resultaba más fácil y grato…

Estaba próxima la despedida. Yo tenía que regresar al país. Orlando a su puesto de combate en Budapest.

Pero antes recorrimos de nuevo los bellos bulevares y callejuelas de la ciudad luz, admiramos los Campos Elíseos, los Campos de Marte, las Tullerías y pasamos una hermosa tarde en Versalles. Orlando admiraba la arquitectura monumental de esa hermosísima ciudad, toda la cultura que encerraban sus monumentos, sus museos, sus palacios, los escaparates de sus librerías. Si, para él París era “la capital del universo”, gozaba cada minuto de su estadía allí y con sus conocimientos de francés le sacaba el mayor provecho ni el periódico Le Monde se le escapaba.

Por fin, el abrazo de hermanos sin tiempo fijo para el reencuentro.

  • De nuevo en Santo Domingo.

Más de un año transcurrió para que se produjera su retorno a finales de 1969. Hasta ese instante desempeñó sus responsabilidades internacionales con la ejemplaridad que caracterizó toda su labor anterior.

Se reintegró a la vida nacional y a las actividades partidarias previo período de readaptación.

Se incorporó al equipo de propaganda y escribía en El Popular. Pero aspiraba a lograr una mayor proyección pública, se esforzaba por hacer periodismo legal.

Consiguió trabajo en Radio HIN y más tarde en la Revista Ahora!

Su capacidad le permitió un ascenso progresivo, hasta lograr el sitial conocido. Desde él hizo un periodismo comprometido con los mejores intereses populares y nacionales. Supo aplicar creadoramente sus convicciones y proyectar lo esencial de la política y la teoría pecedeista sin menoscabo de su independencia y sin violentar condicionamientos impuestos por sus funciones.

El reajuste de su trabajo partidario se convirtió en una necesidad. Su condición de publicista legal requería de la progresiva exoneración de otros tipos de actividades. Lo más importante era la discusión periódica, el contacto permanente.

Esa relación se mantuvo siempre, aparte de otras formas de militancia en niveles intermedios. En el exterior supe que durante el difícil momento de la prisión de un grupo de nuestros dirigentes, él formó parte del equipo que reorganizó las actividades e impulsó la solidaridad.

A su regreso, pese a la difícil situación de persecución en que me encontraba, nos vimos en varias ocasiones. Sin embargo, unos meses más tarde se adoptó la resolución de mi salida del país.

Solo volví a verlo después de mi retomo a Santo Domingo. Leyendo Microscopio desde el exterior aprecié todo lo que había avanzado. Al encontrarlo (¡que abrazo!) noté un Orlando multiplicado. El ejercicio de periodismo legal y sus funciones en Publicaciones ¡Ahora! le dieron la oportunidad de desarrollar a plenitud sus capacidades potenciales. Incluso su personalidad se apreciaba más abierta.

Las relaciones con un medio diverso, la popularidad alcanzada redujeron en cierta forma su introversión y timidez. Tenía más seguridad en sí mismo y se relacionaba mucho más con el mundo circundante.

Permanecía invariable, sin embargo, su gran corazón, su gran firmeza, su posición incorruptible.

Nos reencontramos en la amistad y en la militancia. Me encargué de su reubicación en un nuevo organismo y quedé responsable del mismo.

Allí se producía una relación interesante. Orlando y los demás compañeros traían al Partido inquietudes, sugerencias, juicios, críticas y apreciaciones que se debatían en un ambiente absolutamente democrático. Así mismo la dirección canalizaba sus puntos de vista, lográbamos acuerdos por convicción, dejábamos precisadas las diferencias y actuábamos casi siempre en forma coherente por la comunidad consciente de ideas.

Además del encuentro colectivo semanal nos veíamos periódicamente para intercambiar ideas o simplemente para pasar un rato agradable.

Orlando era un militante de fuerte personalidad, de criterios propios, de independencia comprobada. Defendía hasta con tozudez sus puntos de vista, pero también aceptaba las réplicas racionales.

Su papel de publicista con criterios propios y su condición de militante sólo se podían conjugar en un Partido respetuoso de la libertad de opinión, esencialmente democrático, incapaz de imponer ideas, de exigir artículos por encargo, de pretender censuras sobre los compañeros que escriben en la prensa legal ¡Ni Orlando lo hubiera aceptado, ni el Partido se lo exigía!

Horas antes de morir entregó su última cuota mensual: 20 pesos para las finanzas del Partido. Un aporte simbólico, expresión formal de militancia. La expresión real iba mucho más allá: cada día, a riesgo de su vida, contribuía a elevar la conciencia del pueblo poniendo al desnudo las lacras del sistema. Finalmente entregó todo lo que podía dar.

Entre nosotros, militancia y amistad se confundieron en un solo abrazo, en un solo compromiso.

Y su amistad y cariño abrazó a toda mi familia.

Siempre recordaré su especial cariño por Lulú, mi querida compañera.

Y su diáfana comunicación de afecto con Pavel y Narcisito, que lo querían con locura.

Orlando deja huellas imborrables en nuestros corazones y será fuente de inspiración de nuestras luchas futuras.

¡Su ejemplo vive!

Sus ideas marchan hacia la victoria! ! !

(Revista Impacto Socialista.- Abril 1975)

MC

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