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El mercado engaña

Francisco Louça

Fuente: Rebelión

Hubo escándalo, pero nada que me impresionara, el tiempo está maduro para dramas más serios y nuestros ojos no se desvían de la guerra. En cualquier caso, los medios notaron el malestar de los automovilistas que esperaron al lunes para llenar su tanque de combustible, aprovechando la rebaja de precio anunciada, solo para darse cuenta de que se estaban equivocando. La rebaja del ISP, anunciada por el Gobierno como medida fundamental para contener el precio de los carburantes, debería haber llegado ese día a las gasolineras, pero algunas distribuidoras vieron la posibilidad de aumentar su margen y mantuvieron los precios o los redujeron menos de lo debido. El mercado funcionó como sabe funcionar, al olor de la oportunidad.

¿Cuánto vale una oportunidad de oro?

Ante la irritante imposibilidad legal de alterar la escala del IVA, debido a los compromisos europeos que permiten a Bruselas proteger parte de nuestro sistema fiscal, el Gobierno optó por rebajar provisionalmente el ISP, calculando que supliría el efecto de una rebaja del IVA del 23 % al 13%. Así, el presidente del Gobierno aprovechó la solemnidad del Parlamento la semana pasada para anunciar la bajada de 20 céntimos del precio (con la reconocida generosidad de la publicidad del Gobierno, sumó la anterior rebaja de 5 céntimos de la gasolina con la actual de otros 15 céntimos). Pero para que esta pérdida de ingresos fiscales beneficie a los consumidores, sería necesario, naturalmente, que la diferencia se trasladara íntegramente al precio final. Ahora bien, nada más anunciarse la medida, hubo una advertencia sobre el riesgo de manipulación de precios, sabiendo que la distribución de combustible está en manos de unas pocas empresas y que, por un extraño efecto mágico, la competencia a la que se enfrentarían suele registrar una armoniosa consonancia de estrategias. El secretario de Estado de Hacienda prometió “mucha transparencia”.

Cuando llegó el día, se supo que las estaciones pasaron a tener tres tipos de precios: el anterior, para que estas empresas se embolsaran todo el ahorro en el impuesto; algún precio intermedio, que en general destinaba 4 céntimos a las arcas de la empresa, o el nuevo precio, dando a los consumidores lo que es suyo y, por tanto, rebajando esos 15 céntimos en la gasolina. La buena noticia es que, claramente, aquí no hubo una conspiración oligopólica. La mala noticia es que, en los dos primeros casos, el consumidor sale perdiendo. No es poca cosa (si todas las estaciones se hubieran embolsado los 4 céntimos, la ganancia diaria sería de medio millón de euros). Los márgenes se dispararon ese día. Y en la misma semana, con la voluntad de los ganadores, Galp anunció que había multiplicado por seis sus ganancias en el primer trimestre del año en comparación con el mismo período del año anterior.

Abrázame o me estrello

Preocupado por la percepción de las diferencias de precios, el primer ministro usó el arma más tremenda el lunes por la mañana: tuiteó un llamamiento a los consumidores para que «miren cuidadosamente la factura» y se aseguren de que «el descuento se aplica» (¿y si no para hacer qué?), añadiendo que “ASAE estará atenta”. ASAE emitió un comunicado afirmando que estaba “atenta” y, al día siguiente, concluyó triunfalmente que, de 200 denuncias, solo una había sido admitida. Finalmente, como todo depende del regulador, se escuchó la última palabra de esta entidad: que, como norma, se publicará un informe trimestral que dejará constancia de este asunto. El ministro de Medio Ambiente aseguró que “no dudará en actuar”, que pronto se verá. Como se puede ver, el Estado fingió hablar con voz grave y los precios se mantuvieron igual, en medio de atropelladas justificaciones de Galp sobre el respeto al cambio del euro y los precios internacionales.

La impotencia no disimulada del Estado en relación con las empresas energéticas ha ido en aumento, hasta el punto de que desmienten al presidente del Gobierno incluso cuando anuncia una medida con impacto público y que les había sido comunicada en su momento, para aumentar sus ganancias. Si hay una lección en esto, es que el sistema regulatorio es anecdótico, ya que son las empresas dominantes las que determinan los precios. En el siguiente gráfico se puede ver que la situación no es nueva. Según el FMI, que encuestó a 900.000 empresas en 27 países y durante una década y media en todos los sectores, había un grupo de empresas, el 10% más potente, que subía los precios cuando quería, una facultad que utilizan abundantemente (un 35% más), mientras que el resto son incapaces de cambiarlos. Este es el mercado, una asimetría de poder que determina el valor de los márgenes de beneficio.

¿Funciona el mercado? Bueno, aquí está, realmente funciona. Pero funciona como realmente es, un sistema en el que la producción, la remuneración y la distribución del ingreso están determinadas por quién está al mando, usando las armas de la ilusión y la desigualdad. Y quien manda no es quién elegimos. No hay magia liberal en esto, así funciona la economía que prioriza la acumulación por encima del respeto a la ley.

Aumento del precio en relación con el costo marginal
Aumento del precio en relación con el costo marginal

Francisco Louça. Catedrático de economía, es activista del Bloco de Esquerda portugués.

Texto original: https://www.esquerda.net/opiniao/o-mercado-passou-nos-perna/80929

Traducción: Enrique García

MC

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