Issac Bigio
Lula
acaba de salir de la cárcel en las horas finales del viernes 8 de
noviembre. Esto debido a un controvertido fallo de la Corte Suprema en
el cual por 6 votos contra 5 votos ésta decidió que ninguna persona
pudiese cumplir sentencia mientras esté en curso una apelación.
Luis
Ignacio “Lula” da Silva fue en 2002 el primer dirigente sindical obrero
metalúrgico en llegar a una presidencia en las Américas. Él abrió un
periodo de 4 mandatos consecutivos en los cuales su Partido de los
Trabajadores gobernó Brasil tras ganar las elecciones generales.
Bajo
el influjo del PT el mayor país de Iberoamérica así como del hemisferio
sur produjo una serie de cambios en la geopolítica global. Creó un
contrapeso hemisférico a EEUU sin chocar frontalmente contra él como lo
hacia Venezuela y sus aliados bolivarianos, dio paso al bloque BRIC
(Brasil Rusia, India y China) compuesto por grandes países emergentes
así como a la Unión de Naciones Sudamericanas y a la Comunidad de
Estados de Latino América y el Caribe (las dos primeras asociaciones de
países de sus respectivas regiones) y creó un eje de gobiernos
“progresistas” en la mayor parte del continente (Venezuela, Brasil,
Ecuador, Bolivia, Chile, Paraguay, Uruguay, Argentina, Nicaragua, El
Salvador, Cuba, Honduras).
Sus políticas internas
disminuyeron la descomunal brecha social y racial así como el
analfabetismo y la hambruna crónica de muchos sectores pobres del
gigante sudamericano.
Sin embargo, el PT siempre mantuvo
alianzas con corporaciones y organizaciones del viejo orden, incluyendo
de aquellos que fueron parte de los dos partidos oficiales de la
dictadura militar (el Movimiento Democrático Brasileño y el Partido
Democrático Social). Las reformas petistas no llegaron al grado de
radicalidad como las que se dieron en Venezuela o Bolivia.
El
propio PT fue sacudido por numerosas acusaciones de corrupción y
terminó administrando la crisis capitalista y los ajustes económicos, lo
cual le fue quitando base social. Finalmente, los EEUU impulsaron con
los principales socios gubernamentales del PT, como el Partido del MDB
del vicepresidente Michel Temer a que removieran a la presidenta petista
Dilma Rousseff en agosto 2016.
Temer impuso medidas de
ajuste económico y represivas muy fuertes contra los sindicatos y las
organizaciones campesinas y barriales. Para las elecciones
presidenciales del 2018, Lula apareció como el candidato favorito,
debido a que la población creía que él podría revertir esa tendencia.
Sin embargo, él fue encarcelado y sentenciado a 12 años. Lula se negó a asilarse y ha aguantado 580 días prisionero en Curitiba.
El
juez que organizó su reclusión, Sergio Moro, recibió como premio
convertirse luego en el súper-ministro de justicia de Jair Bolsonaro.
Los petistas le acusaron a dicho juez de no haber sido imparcial y haber
actuado queriendo impedir que Lula pudiese candidatear (y por ende
ganar las presidenciales) a fin de ayudar a que su rival ultraderechista
termine llegando al poder.
Una semana antes que Lula
fuese liberado, la principal red de TV del país (Globo) ha destapado
nuevas evidencias que vinculan a los Bolsonaro con el asesinato
extrajudicial de la activista negra feminista carioca del partido
Socialista y Libertad, Marielli Franco.
Lula, al quedar
libre, va a aprovechar esa condición para hacer una serie de
declaraciones y manifestaciones en todo el país. Él va a quererse
transformar en el eje de una nueva alianza que pueda sacar a Bolsonaro
de Planalto en la misma que va a querer incluir sectores de la
centroderecha crítica al extremismo.
Es de recalcar que la
Corte no ha decretado que Lula sea inocente, sino que ésta se ha
limitado a decir que mientras no se agote el proceso de apelaciones no
puede seguir reo. De allí que Lula va a tener que seguir defendiéndose
de diversas acusaciones que busquen hacerlo volver a la cárcel.
De
otro lado, los nuevos dispositivos dictados por la Corte van a querer
ser utilizados por diversas personas que tienen record criminal y
corrupto para lograr su libertad. Odebrecht, la gran constructora
multinacional brasileña, ha sobornado a presidentes, ministros,
alcaldes, concejales, parlamentarios, candidatos y gobernadores por toda
la región.
La decisión del Supremo Brasileño es algo que
debe ser aceptada por un gobierno que debe demostrar su capacidad de
hacer que el poder ejecutivo respete al judicial. Sin embargo, es algo
que va a afectar a Bolsonaro y a sus aliados en el continente en medio
de las tremendas protestas sociales que han sacudido a Ecuador y siguen
estremeciendo a Chile, las cuales han obligado a que los presidentes de
esas repúblicas levanten los estados de emergencia que decretaron y
retrocedan en algunas medidas de ajuste. En Argentina, acaban de ganar
las presidenciales los peronistas mientras que en Bolivia, Evo Morales
inicia un cuarto mandato, pese a que Bolsonaro no quiere reconocer su
reelección y apuesta a incentivar las protestas de los comités cívicos y
la derecha boliviana.
Cuando Lula llegó a la presidencia
fue entonces el hombre más votado del milenio (pues incluso sacó más
votos que su homólogo George W Bush, pese a que EEUU tiene un 50% más de
habitantes que el Brasil). Hasta hace una hora era el ex mandatario
preso más famoso del mundo y más popular en su propia república. Hoy él
va a promover un gran movimiento social para ir quitando piso a
Bolsonaro y lograr su caída durante las siguientes elecciones del 2022
(o tal vez antes).
La libertad de Lula va a animar a
numerosos movimientos de pueblos originarios que llaman a defender la
Amazonía, a campesinos sin tierra y las organizaciones sindicales y
barriales a ser más proactivos en sus reclamos y movilizaciones.