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Alemania: El mito de la sociedad del esfuerzo

Martyna Berenika Linartas

Fuente: Sin Permiso

Alemania se considera una sociedad en la que se recompensa el rendimiento. Pero la mayor parte de la riqueza no se ha ganado, ha sido heredada.

Vivimos en una sociedad basada en el esfuerzo, al menos esa es la narrativa común. Pero cuando observamos la composición de la riqueza, la tendencia creciente a la desigualdad y el papel de la herencia, se impone otra conclusión. Más de la mitad de la riqueza en Alemania no se ganó, sino que fue hereda y regalada. Alemania es menos una sociedad basada en el esfuerzo que una sociedad hereditaria.

La extrema desigualdad de la riqueza en Alemania conlleva el potencial de dividir nuestra sociedad y perjudicar la economía. Sin embargo, la desigualdad de la riqueza recibe mucha menos atención que, por ejemplo, la distribución de la renta (el informe anual de 2021 del Consejo Alemán de Expertos Económicos es un buen ejemplo de ello).

Sin embargo, se necesita urgentemente una mayor concienciación sobre el problema de la creciente desigualdad de la riqueza. Mientras que el índice de Gini (una medida de la desigualdad en la que un valor de 1,0 significa que una persona es dueña de todo y un valor de cero significa que todos poseen lo mismo) para los ingresos después de impuestos y pagos de transferencias es de alrededor de 0,3, en relación con la riqueza asciende alrededor de 0,83, lo que coloca a Alemania en una posición de liderazgo poco gloriosa entre las democracias del mundo en términos de desigualdad en cuanto a riqueza.

Tan desigual como a principios del siglo XX

La desigualdad de la riqueza en Alemania no se registra directamente, sino que hay que estimarla mediante diversas encuestas, estadísticas y cálculos. Desde que el impuesto sobre el patrimonio se suspendió en Alemania en 1996, carecemos de una base de datos sólida sobre la distribución de la riqueza.

En el momento en que se suprimió el impuesto sobre el patrimonio, la desigualdad era relativamente baja si establecemos una comparación histórica. La relación entre la riqueza privada y la renta nacional era inferior al 400% y el 1% más rico de la población poseía el 26% de la riqueza. Hoy, con un 511%, la relación entre la riqueza y la renta es tan alta como lo fue por última vez en 1917. La riqueza privada en Alemania ha crecido más rápido que la producción económica y ahora es más de cinco veces mayor.

Y su distribución desigual también se ha agravado: con el paso del tiempo, el 1% más rico de la población posee ahora el 35% de la riqueza total. Mientras que todavía en 2018 Der Spiegel titulaba que 45 superricos tenían tanta riqueza como la mitad más pobre de la población alemana, en 2021 solo dos familias poseían más riqueza que aproximadamente esta mitad de 41,5 millones de ciudadanos y ciudadanas. Alemania no solo es una sociedad extremadamente desigual -incluso haciendo una comparación internacional-, sino que la situación empeora de año en año.

La oleada de las herencias

Si se quiere volver a reducir la brecha entre ricos y pobres, primero debemos entender de dónde provienen las enormes posesiones de los ricos y cómo las han reunido. La riqueza puede acumularse a lo largo de la vida o bien heredarse y recibirla como regalo. No se puede dar información precisa sobre el importe exacto de las herencias y donaciones en Alemania, ya que el impuesto de sucesiones se recauda sobre cada proceso de herencia individual y no sobre el legado patrimonial de una persona en su conjunto. Sin embargo, desde hace algunos años se habla de una “ola de herencias”, y con razón. Porque según las estimaciones del Instituto Alemán de Investigación Económica (DIW), el importe anual de las herencias y donaciones ascenderá a 400.000 millones de euros entre 2012 y 2027. Por consiguiente, las herencias y donaciones suman más del 10% del producto interior bruto anual de Alemania.

La cuestión de la fiscalidad justa de las herencias seguirá siendo un tema explosivo. Esta afirmación la prueban las encuestas sobre la estructura demográfica de los alemanes adinerados: el 39% de los ricos tienen entre 50 y 64 años y el 38% tienen más de 65 años; entre los superricos esto se aplica al 37% y al 40% respectivamente. Esto significa que la generación del milagro económico está legando sus ahorros a los baby boomers y a sus descendientes.

No solo ha crecido la suma de herencias y donaciones, sino que también ha aumentado la participación de las herencias en la riqueza privada. A principios de la década de 1970, la cantidad acumulada de riqueza heredada representaba menos del 25% de la riqueza privada. Ahora podemos suponer una participación superior al 50%. Esto significa que más de la mitad de la riqueza actual no ha sido ganada por el individuo, sino heredada y regalada. El discurso de una comunidad que premia el esfuerzo está degenerando cada vez más en un cuento.

Mientras tanto, nuestro sistema fiscal actual refuerza esta tendencia al gravar las herencias (y el capital en general) mucho menos que, por ejemplo, las rentas salariales. Se debe añadir que, de manera absurda, se grava mucho menos a las fortunas especialmente grandes que a los montos más pequeños. Según las últimas estadísticas del impuesto sobre sucesiones y donaciones, las herencias superiores a 20 millones de euros se gravan a un tipo medio del 2,8%, mientras que las herencias inferiores a este umbral se gravan a un tipo medio del 9,0%. Por otro lado, quien gana más de 2.500 euros al mes por su propio trabajo paga más del 10% de impuestos por ello.

La “doble imposición” también existe para los panaderos

El bajo tipo impositivo se justifica a menudo por el hecho de que las herencias son tratadas como patrimonio que ya ha sido gravado. Esta argumentación es puramente normativa y viene caracterizada por el pensamiento dinástico sobre el derecho de propiedad, así como por la concepción de que los bienes permanecen en la misma propiedad familiar más allá de la muerte. Pero ocurre exactamente lo contrario. Según la estructura de la legislación fiscal alemana, las herencias y donaciones son bienes nuevos, no ganados. Esto significa que nunca se han pagado impuestos sobre estos bienes en el momento en que pasan a los nuevos propietarios. La narrativa de la doble imposición carece de toda base jurídica. Esto se debe a que, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, el impuesto recae sobre los herederos, no sobre los testadores.

Además, es importante destacar que esta forma de tributación es fundamentalmente inherente a nuestro sistema fiscal: cuando el dinero cambia de manos, se grava. Lo mismo ocurre con el panadero: si compra un bollo de pan, lo hace con unos ingresos que ya han sido gravados, y sin embargo se le aplica el IVA en la compra. No es diferente con las herencias y las donaciones. Sí, el difunto ya ha pagado impuestos, pero los herederos no. Sin embargo, los herederos pagan efectivamente muchos menos impuestos sobre su riqueza no ganada que alguien que trabaja para vivir.

Apenas se redistribuye a través del impuesto de sucesiones

La elevada proporción de las herencias en la riqueza total también indica que tienen un gran impacto en la desigualdad, especialmente porque apenas se gravan. Hasta los años setenta, los ingresos del impuesto de sucesiones representaban menos del 0,5% del total de los ingresos fiscales. No fue hasta 2016 cuando se alcanzó el umbral del 1% de los ingresos fiscales totales. Incluso los fumadores contribuyen más a la financiación del presupuesto del Estado a través del impuesto sobre el tabaco que los herederos. La recaudación del impuesto sobre el tabaco asciende a 14.300 millones de euros, y la del impuesto sobre sucesiones y donaciones a 8.000 millones de euros. Por un lado, los bajos ingresos fiscales se explican por las elevadas desgravaciones, debido a las cuales una parte considerable de las herencias apenas se grava o no se grava en absoluto (actualmente la desgravación es de 500.000 euros para los cónyuges y de 400.000 euros para los hijos).

Por otro lado, también existen inmensas ventajas fiscales que salvan, sobre todo, a las grandes herencias. Un informe de la Netzwerk Steuergerechtigkeit (Red de Justicia Fiscal) reveló que en 2021 diez herederos y herederas de empresas “necesitadas” recibieron una exención fiscal de casi 500 millones de euros. En general, a partir de 10 millones de euros, el impuesto de sucesiones alemán ya no tiene un efecto progresivo, sino que disminuye bruscamente como porcentaje del total de la herencia. “En la práctica, el impuesto de sucesiones tiene un efecto regresivo”, como señala el experto fiscal Stefan Bach.

El presidente del DIW, Marcel Fratzscher, identifica las herencias como el factor más importante de la elevada desigualdad de la riqueza en Alemania. Ya en la actualidad, el reparto de herencias y donaciones discurre según el efecto Mateo: “Al que tenga, se le dará”. Actualmente, el 10 por ciento más rico de la sociedad recibe la mitad de las herencias y donaciones, mientras que la mitad más pobre no hereda casi nada o incluso deudas.

Es probable que las herencias sigan teniendo un fuerte impacto en la distribución de la riqueza en el futuro. Esta es también la conclusión a la que llegó la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en un estudio a gran escala. En un cálculo relativamente conservador de varios escenarios, la OCDE muestra lo que ocurre con los patrimonios elevados si las herencias y la riqueza no se gravan fuerte y progresivamente. En un periodo de cinco generaciones, los ricos y superricos pueden ver crecer su capital desde 10 millones de dólares hasta la escandalosa suma de 60.000 millones de dólares en todos los modelos sin impuestos elevados y fuertemente progresivos sobre las herencias. Al dejar estas riquezas sin tocar, los estados se burlan de las personas que realmente trabajan para vivir y pagan los impuestos correspondientes.

Si no se modifica el impuesto de sucesiones y se pone fin a los excesivos privilegios fiscales de los superricos, Alemania no solo degenerará cada vez más en una sociedad hereditaria, sino que mantener esta situación pone en peligro la democracia.

MC

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