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La fragmentación económica

Alejandro Marcó del Pont

Fuente: Rebelión

La economía es extremadamente útil como forma de empleo para los economistas (J. K. Galbraith)

Según muchos organismos internacionales, las tensiones geopolíticas plantean la posibilidad de que la competencia estratégica y las preocupaciones por la seguridad nacional puedan triunfar sobre los beneficios económicos compartidos del comercio mundial, los cuales solo son ciertos para los neoliberales, pero el pretexto de la seguridad nacional ha sido un determinante central en el juego el comercio.

Las interdependencias entre las economías significan que tal perspectiva sería muy costosa para el mundo, para los países pobres en particular, y para Asia en especial. Por ejemplo, alrededor de la mitad de las importaciones en los Estados Unidos y un tercio en Europa provienen de Asia. Y, a su vez, los países asiáticos representan casi la mitad de la demanda mundial de productos básicos, una unión comercial mundial que funciona como un dominó, en caso de que algunas de sus piezas se derrumben.

El escenario de fragmentación que propone el modelo del FMI es uno en el que se interrumpe el comercio entre bloques comerciales en sectores que recientemente han visto un aumento en las restricciones, como la energía –Europa– y la tecnología –China– donde las barreras no arancelarias en otros sectores se elevan a niveles de la Guerra Fría. Para hacer esto, y con fines meramente ilustrativos, el organismo dividió en bloques económicos siguiendo las líneas de la votación de la Asamblea General de las Naciones Unidas de marzo de 2022, y que exigía que Rusia pusiera fin a su invasión de Ucrania.

De esa votación en La Asamblea General, 140 países votaron a favor, cinco en contra (Rusia, Bielorrusia, Corea del Norte, Eritrea y Siria) y 38 se abstuvieron, entre ellos China y la India. La votación de los 15 miembros del Consejo de Seguridad obtuvo 10 votos a favor de países como Francia y Reino Unido, mientras que tres se abstuvieron, Brasil, China e India.

Si solo Rusia estuviera aislada de los países que votaron a favor, las pérdidas de producción para la economía mundial serían pequeñas. Sin embargo, los daños se vuelven significativamente mayores en escenarios más adversos o reales, como cuando el mundo se divide en dos bloques, que, de hecho, es lo que está sucediendo. Con el comercio restringido entre los países a favor y los que están en contra o los que se abstienen. A medida que se deshaga el comercio y se desbarate la especialización, habría graves implicaciones para los mercados laborales, sobre todo los que dependen de trasnacionales. En aquellos sectores obligados a contraerse, debido a mayores restricciones comerciales en este escenario ilustrativo, se estima que las pérdidas de empleo promedio en los países asiáticos alcanzarían el 7%.

El mundo se encamina hacia una recesión global y un estancamiento prolongado a menos que cambiemos rápidamente el curso actual de política monetaria y fiscal restrictiva en las economías avanzadas, cosa que no solo no está sucediendo, sino que se está acelerando. La desaceleración mundial afectará a todas las economías. Asia por el comercio, los países en desarrollo por su exposición a la crisis de la deuda. Los países de ingresos medios de América Latina y las nacions de ingresos bajos de África podrían sufrir algunas de las desaceleraciones más pronunciadas este año. Todas las regiones se verán afectadas, pero las alarmas están sonando más para los países en desarrollo, muchos de los cuales se están acercando al incumplimiento de la deuda.

Se prevé que la tasa de crecimiento promedio de las economías en desarrollo caiga por debajo del 3%, un ritmo que es insuficiente para el desarrollo sostenible y que reducirá aún más las finanzas públicas y privadas y dañará las perspectivas de empleo. Con el 60 % de los países de bajos ingresos y el 30 % de las economías de mercados emergentes en o cerca de sobreendeudamiento, la posibilidad de una crisis de deuda global es alta.

La situación en los países en desarrollo es peor que la reconocida por el Grupo de las 20 principales economías y otros foros financieros internacionales. Los países en desarrollo ya han gastado un estimado de U$S 379 mil millones de reservas para defender sus monedas este año, casi el doble de la cantidad de nuevos derechos especiales de giro que les asignaron recientemente el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Las subidas de tipos de interés por parte de las economías avanzadas están dañando más a los más vulnerables. Unos 90 países en desarrollo han visto cómo sus monedas se debilitaban frente al dólar este año, más de un tercio de ellos en niveles por encima del 10%. Los precios de los artículos de primera necesidad, como los alimentos y la energía, se han disparado tras la guerra en Ucrania. Y un dólar más fuerte empeora la situación, elevando el precio de las importaciones en los países en desarrollo. Las consecuencias son devastadoras para los pobres de todo el mundo, especialmente en una época de salarios estancados para la mayoría de los trabajadores.

Según el  Informe sobre el Comercio y el Desarrollo de 2022, las subidas de los tipos de interés y el endurecimiento de la política fiscal en las economías avanzadas, junto con las crisis en cadena de suministros, derivadas de la pandemia del Covid-19 y la guerra en Ucrania, han convertido la desaceleración mundial en un retroceso, y el deseado aterrizaje suave en algo improbable.

Durante una década en la cual se mantuvieron los tipos de interés en niveles históricamente bajos, los bancos centrales no lograron alcanzar las metas de inflación que deseaban ni tampoco generar un crecimiento económico robusto, o al menos aceptable. Cualquier creencia de que serán capaces de bajar los precios confiando en unos tipos de interés más altos sin generar una recesión es una apuesta imprudente.

MC

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