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JCE Y FRAUDES

Narciso Isa Conde

La actual JCE tapó el fraude político-administrativo y el económico de los escáneres y aparatos electrónicos cometidos en los comicios del 2016 por la JCE anterior, presidida por Roberto Rosario. Siguen impunes. No los ha investigado ese organismo, mucho menos el Ministerio Público.

Las denuncias correspondientes y un informe de la Contraloría General que da cuenta de graves irregularidades, han quedado en el  aire. El sistema sigue protegiéndose como un todo. Pasa, pues, con los Presidentes de las JCE, lo que ha pasado con los Presidentes de la Nación: generalmente el nuevo protege al viejo.

 Hipólito lo sintetizó con aquella frase destinada a contrarrestar los reclamos de enjuiciamiento de Balaguer y Leonel: “los ex presidentes se respetan”. ¡Sopla! Estaba así garantizando -vía una solidaridad cómplice, generosamente ofertada- su futura  impunidad, como ha acontecido siempre en la cadena de relevo de presidentes y gobiernos corruptos.

No olvidemos que en torno a las sobrevaluaciones y sobornos de Odebrecht se han denunciado a tres presidentes y tres gobiernos, todos impunes. Y llama la atención que ninguno de ellos enfrenta al otro en ese terreno, sino que se limitan a competir por cuotas de poder  El sistema y sus protagonistas, repito, sabe auto-protegerse frente a cualquier eventualidad de acción justiciera.

Con razón se ha dicho, que el mejor estímulo para la repetición de los delitos de Estado, es la impunidad que los protege… y eso explica lo que aconteció a raíz de las primarias de octubre pasado bajo el mando de la JCE de Castaños Guzmán: abundaron violaciones a leyes y normas, diversas expresiones de la corrupción electoral y fraudes de todo tipo, incluido en el escenario del sistema automatizado.

 En materia de corrupción electoral, todo sigue y seguirá impune, más allá de los pataleos y allantes. El sistema necesita que sea así y  a quienes todavía conservan poder de decisión y capacidad de fraude -aun en medio de las debilidades que auguran su derrota electoral y desplazamiento del gobierno- les favorece considerablemente que se puedan repetir esas y otras  malandrinadas, a partir de la reedición de la impunidad de lo acontecido en octubre del 2019.

Esperemos, pues, los traumas electoreros, los delitos electorales y viejas y nuevas variedades de fraudes en febrero y mayo del 2020. Es más, ya se están ejecutando a granel, a veces sutilmente y otras con descaro. Abundan los candidatos y los fondos sucios, los ventajismos e ilegalidades en medio de una suprema hipocresía.

MC

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