Pensamiento Crítico

El infame rostro de las transnacionales

Jorge Molina AranedaPatricio Mery Bell

Fuente: Rebelión

J.K Galbraith, en su El nuevo estado industrial (1967), dijo que las grandes corporaciones se convertirían en la unidad económica estratégica de mayor significado y entidad en el mundo. Se ha cumplido. Hemos llegado a un punto en la historia en el que encontramos empresas cuyo tamaño las hace más fuertes económicamente que incluso países enteros. Por ejemplo ExxonMobil tiene más dinero que Malasia, Perú o Ucrania.

Este poder económico conlleva a un aumento del poder de decisión, mediante la presión a la política. Aunque no sea de forma directa, muchas veces las multinacionales de sectores estratégicos controlan la política en todos los niveles geográficos: local, nacional, regional y mundial. Los casos más conocidos son los de las empresas transnacionales (ETNs) petroleras, del gas, financieras, informáticas… etc. Grandes empresas que controlan sectores muy importantes para el desarrollo de la vida de las personas y de los países.

CONCENTRACIÓN DE PODER

Stefania Vitali, James Glattfelder y Stefano Battiston, investigadores de la Universidad de Zürich, publicaron, en 2011, The Network of Global Corporate Control, en la revista científica PlosOne.org. En la presentación del estudio, los autores escribieron: “La estructura de la red de control de las empresas transnacionales afecta la competencia del mercado mundial y la estabilidad financiera”.

El estudio prueba que un pequeño grupo de compañías -principalmente bancos- ejerce un poder enorme sobre la economía global. El trabajo examinó un total de 43.060 corporaciones transnacionales, la telaraña de la propiedad entre ellas y estableció un mapa de 1.318 empresas como corazón de la economía global.

La investigación encontró que 147 empresas desarrollaron en su interior una “súper entidad”, controladora del 40 por ciento de su riqueza. Todos poseen parte o la totalidad de uno y otro. La mayoría son bancos como Barclays, Deutsche Bank y Goldman Sachs.

De acuerdo a Tim Koechlin en su ensayo Los ricos se hacen más ricos: El neoliberalismo y la desigualdad galopante (2012): “El club de las personas más ricas del mundo agrupa a 40 millones de adultos. De ellos, 6.000 individuos, una millonésima parte de la población mundial, posee la mayor parte de la riqueza del planeta. En los últimos treinta años este selecto club ha visto incrementada su riqueza en un 275%. El resultado es abrumador: el 1% de la población tiene lo que el 99% necesita”.

Es evidente el poder mega poder económico que poseen las corporaciones transnacionales. Basta comprobar, por ejemplo, cómo una de las mayores empresas del mundo, WalMart, maneja un volumen anual de ventas que supera la suma del Producto Interior Bruto de Colombia y Ecuador, mientras la petrolera anglo-holandesa Shell tiene unos ingresos superiores al PIB de los Emiratos Árabes Unidos. Asimismo, las compañías multinacionales disponen de un innegable poder político: son moneda de uso corriente las estrechas relaciones entre gobernantes y empresarios, no hay más que ver cómo, por citar solo algunos casos, los expresidentes Felipe González, J. M Aznar, T. Blair y Schröder han entrado en el directorio de corporaciones como Gas Natural Fenosa, Endesa, JP Morgan Chase y Gazprom, respectivamente; de la misma manera que, en sentido contrario, Mario Draghi y Mario Monti pasaron de Goldman Sachs a las presidencias del Banco Central Europeo y del gobierno italiano.Sin olvidar la contratación del expresidente de la Comisión de Bruselas José Manuel Barroso como vicepresidente no ejecutivo y asesor-negociador de la multinacional financiera Goldman SachsInternacional.

VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS

Existen, además, situaciones de violaciones a los derechos humanos derivadas de la acción directa o indirecta de las ETNs; son situaciones de casos específicos, o sistémicas a nivel global, como la responsabilidad de las ETNs por el cambio climático, o del capital financiero mundial concentrado en los bancos por la crisis financiera mundial y sus secuelas. Este debate internacional, que ya posee unos 40 años, entró fuertemente en la agenda a través de casos paradigmáticos y graves de violaciones que tenían como responsables a ETNs. El caso que inicia este recuento es el de la injerencia política ejercida por la estadounidense International Telephone and Telegraph Company (ITT) en la década de 1970 en Chile, y que acabará con el Golpe de Estado y la muerte de Salvador Allende. Luego casos como el de Bophal en la India en 1984, por la liberación de gases tóxicos de la planta de pesticidas de la Union Carbide (adquirida luego por Dow Chemicals), que mató a tres mil personas de forma directa y otras diez mil indirectamente, impactando a más de ciento cincuenta mil que todavía hoy sufren los efectos. O el crimen contra los indígenas Ogoni, en Nigeria. La presión de Shell y su actividad petrolera generó situaciones de opresión sobre este pueblo, que concluyeron con la muerte de varios de sus integrantes, y que hasta hoy día afectan gravemente el medio ambiente en la zona del Delta de Níger.

La masacre de las bananeras, perpetrada en 1928 por la compañía estadounidense United Fruit Company. Desde entonces la multinacional, hoy Chiquita Brands, acumula denuncias por acaparamiento de tierras, uso esclavista de la mano de obra, soborno y corrupción política. Asimismo, la “bananera” participó en la defenestración del presidente de Guatemala, Jacobo Arbenz, en 1954. En septiembre de 2007 la empresa tuvo que afrontar una multa de 25 millones de dólares en Estados Unidos por financiar a paramilitares colombianos.

La Guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia (1932-1935) tuvo como catalizador los intereses de las petroleras Standard Oil Company (actualmente Chevron-Texaco y Exxon Mobil) y Royal Dutch Shell.

El holocausto judío (1941-1945) contó con la complicidad de corporaciones alemanas (Krupp, Siemens, BMW y Wolkswagen, entre otras) y norteamericanas como Ford y General Motors.

La guerra civil de Angola (1975-2002), una parte de los beneficios de las petroleras -BP, Exxon Mobil- se dedicaba a financiar la compra de armas.

En la década de 1970, Peugeot, Ford y Mercedes Benz se beneficiaron de la persecución de militantes de los sindicatos por parte la dictadura militar argentina.

Nestlé era objeto de denuncias por el fomento de la leche en polvo como sustituto de la leche materna en África, lo que desencadenó efectos negativos en la salud y la seguridad alimentaria.

Más recientemente nos encontramos con el asesinato de Berta Cáceres y otros dirigentes del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), que resiste al proyecto hidroeléctrico Agua Zarca; o de Sikhosiphi “Bazooka” Radebe, activista contra la minería en Mdatya, Amadiba, Sudáfrica; o los asesinatos de líderes sindicales en Colombia y Guatemala; o el desastre en la localidad de Mariana en el estado brasileño de Minas Gerais, que por negligencia criminal de las empresas mineras Vale, BHP y Samarco, provocó la muerte de diecisiete personas y el mayor desastre ambiental que hasta ese momento Brasil haya visto en su historia.

Son estos los casos extremos de violaciones a los derechos humanos que tratamos en la actualidad y que envuelven iniciativas de ETNs. No se ha podido avanzar de forma tal que se pueda ofrecer condiciones fiables y abarcativas de acceso a la justicia a las poblaciones como la hondureña, sudafricana, india, guatemalteca, colombiana, y de tantos otros países generalmente del Sur global, que sufren los impactos de la acción económica de las empresas.

Las empresas se mueven por el lucro. No hacen altruismo ni piensan estratégicamente en el bien de cualquier sociedad del planeta, a no ser de su “sociedad anónima”. Tenemos que tener esto siempre en cuenta al analizar el interés de los inversionistas extranjeros. En primer lugar, debemos pensar que las empresas extranjeras vienen por ventajas que no tienen en otro lugar del planeta: 1- menores salarios, 2- derechos sociales y laborales bajos, 3- impuestos y obligaciones tributarias bajas o nulas, 4- acceso fácil y barato a recursos naturales y energía, 5- normas ambientales, laborales y financieras permisivas o inexistentes, y 6- Estados –y sobre todo sus sistemas judiciales– débiles y vulnerables. En segundo lugar, acceso a nuevos mercados para sus productos y servicios. Detrás de cada una de estas ventajas u “oportunidades” se esconde un problema para nuestras sociedades, pues inclusive sociedades cuyos Estados son más poderosos y cuya gran ventaja es el tamaño o el poder adquisitivo de su mercado interno, acaban siendo perjudicadas por la concentración que estimula la entrada de grandes empresas, o el estímulo a la generación de grandes empresas propias.

El resultado del ingreso de las empresas extranjeras no resulta generalmente en grandes beneficios para los países anfitriones. Los casos más extremos reportan explotación intensa de los recursos naturales con impactos ambientales altos para las comunidades locales; movimiento económico reducido a nivel de la región, pues funciona como enclave cerrado; y lucha constante por la apropiación de las ganancias, que queda mayoritariamente en manos de la empresa en vez de los Estados. El sacrosanto cliché dice que los Estados pobres no podrían explotar sus recursos naturales si no es a través de los inversionistas extranjeros.

Todo lo manifestado anteriormente tiene el siguiente corolario:

-El informe de la fundación Oxfam Premiar el trabajo, no la riqueza (2018), señala que “En 2017 el número de personas cuyas fortunas superan los mil millones de dólares alcanzó su máximo histórico, con un nuevo milmillonario cada dos días. Este incremento podría haber terminado con la pobreza extrema en el mundo hasta siete veces. El 82% de la riqueza generada durante el último año fue a parar a manos del 1% más rico, mientras que la riqueza del 50% más pobre no aumentó lo más mínimo. La riqueza extrema de unos pocos se erige sobre el trabajo peligroso y mal remunerado de una mayoría”. Para mayor abundamiento, dicho informe también plantea que:

-El esfuerzo en el trabajo ya no necesariamente garantiza progreso para las clases trabajadoras. El 43 % de la población joven activa no tiene trabajo o, si trabaja, sigue viviendo en la pobreza. Entre 1995 y 2014, en 91 países de un total de 135, el aumento de la productividad laboral no vino acompañado con incrementos salariales.

-En definitiva, los ricos observan sentados como su riqueza crece mientras que los trabajadores, a pesar de su esfuerzo, no mejoran su nivel de vida. Además, el informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) Perspectivas sociales y del empleo en el mundo. Tendencias 2018, indica que cerca de 1.400 millones de trabajadores ocuparon un empleo vulnerable en 2017, y se prevé que otros 35 millones se sumen a ellos para el 2019 (guarismo que aún no es revelado en lo que va de este año 2020). En países en desarrollo, el empleo vulnerable afecta a tres de cada cuatro personas.

MC

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