Opinión Opinión Mundo

Una respuesta sin estado de emergencia

Violette Goarant

Fuente: Rebelión

Al contrario que la mayoría de países europeos, Suecia ha optado por un método no coercitivo para contener la pandemia de la covid-19. El Gobierno preconiza restricciones de desplazamiento o contacto social, pero no impone el confinamiento total

“Salga a aprovechar sus parques públicos”. El cartel municipal que anuncia la primavera en las calles de Estocolmo podría parecer una provocación hacia los 4.000 millones de personas confinadas en otras partes del mundo. Es verdad que, a finales de este mes de marzo, la estación de metro de Abrahamsberg está desierta en hora punta. El uso de los transportes públicos se ha reducido en dos terceras partes en un mes aunque todo o casi todo funciona. El panel de luces rojas que anuncia el próximo metro emite en bucle el mensaje del momento: “Viaje sólo si es estrictamente necesario”. Enfrente, llega un autobús. Equipado con guantes de plástico azules, el conductor señala la puerta trasera, por la que hay que subir. En el retrovisor, su mirada escruta a los pasajeros, ahora menos numerosos, aislados por un cordón sanitario que inutiliza la fila de asientos que está a su espalda.

La capital sueca aminora suavemente el ritmo para frenar la progresión del coronavirus siguiendo las recomendaciones de la Agencia de Salud Pública. Desde el 29 de marzo, las reuniones de más de 50 personas están prohibidas. En el caso de los institutos y universidades, se “recomienda” el trabajo y los estudios a distancia. Pero los establecimientos que acogen público siguen abiertos: escuelas, bibliotecas o gimnasios. Los bares y restaurantes deben contar con espacio suficiente y servir solo en mesa. En las piscinas, la ausencia habitual de socorrista da la pauta: cada uno asume sus responsabilidades tanto para evitar ahogarse como para evitar transmitir o atrapar el virus.

El 1 de abril, la ministra de Salud y Asuntos Sociales recordó la consigna oficial: “Mantenga las distancias y asuma su responsabilidad personal”. De normal, ese principio está ya tan arraigado en la sociedad que, por educación, un simple constipado lleva a anular una cena o a trabajar desde casa. Los suecos están acostumbrados a mantener las distancias en los transportes o espacios públicos. El teletrabajo forma parte de su vida cotidiana. Con un 90% de internautas habituales, Suecia mantiene una desenfrenada carrera de transición digital, lo que facilita la aplicación de las recomendaciones, así como la supervisión de datos anonimizados sobre los movimientos de la población por parte de la Agencia de Salud Pública (1). Del ocio a los trámites administrativos en línea, pasando por las entregas a domicilio, Internet favorece el aislamiento social. Lo que parecía perjudicial en tiempos de normalidad, parece saludable en las últimas semanas.

Los suecos, que confían en sus instituciones, apoyan esta estrategia. El confinamiento total no tendrá lugar, ya que sería contrario a su Constitución, que garantiza a todos los suecos “libertad para desplazarse dentro del Estado o para abandonarlo”. “Es importante pensar en el día después, cuando miremos en el retrovisor para ver si hemos sabido respetar las libertades y derechos fundamentales que tanto estimamos”, subraya Titti Mattsson, profesora de Derecho Público en la Universidad de Lund (2). A diferencia de sus vecinos nórdicos, que han cerrado sus escuelas y fronteras, Suecia no dispone de leyes de excepción que permitan instaurar un estado de emergencia en tiempos de paz.

No obstante, desde el mes de febrero, las autoridades actuaron. Desde que científicos confirmaron en la revista Science que se trataba de una pandemia, médicos especializados de protección civil o de los servicios sociales hablan casi diariamente desde el atril de la Agencia de Salud Pública. A sus voces se suma con regularidad la del primer ministro socialdemócrata Stefan Löfven, atento a las recomendaciones de los científicos y en contacto con los diferentes líderes de los partidos. A las personas consideradas de riesgo, como las personas mayores de 70 años o con problemas respiratorios, se les insta a limitar sus contactos sociales y a pasearse por espacios aireados. La ayuda a la hora de realizar la compra es organizada por voluntarios. Está prohibido visitar a familiares en las residencias de la tercera edad. A principios de marzo, se formó un Grupo Nacional de Lucha contra la Pandemia y se realizaron test. Aunque el número de diagnósticos (95 por cada 10.000 habitantes) es muy superior al de Francia, es menor que el de los demás países nórdicos, sobre todo que el de Islandia, donde, a mediados de abril, más de 1 de cada 10 habitantes se había sometido al test. Con el correr de los días, aparecieron delgados paneles de plexiglás ante las cajas de las tiendas y se señalizaron en el suelo y los pasillos los espacios destinados a las colas de espera. También se produjo escasez de gel hidroalcohólico, papel higiénico, arroz o levadura. Los eventos culturales se han cancelado para, en algunos casos, resucitar en la Red. Cuando se pasea alrededor de un lago, una sola tos hace que la gente vuelva la cabeza. Los ciudadanos de Estocolmo, normalmente de fiesta la noche del sábado que sigue a la paga del mes, se quedan en casa.

Desde principios de marzo, sesenta mil personas han sido despedidas y cien mil están en paro técnico. Semejante aumento en tan poco tiempo no se había visto desde 1922. El Gobierno calcula que la tasa de paro podría pasar del 6,8% al 9%, incluso al 13% este año (3).

Suecia no es un país excepcional en el que todo es orden y belleza. “El país está mal preparado –constata Stefan Löfven–. Sus reservas estratégicas se han vaciado paulatinamente desde la Guerra Fría”. El sistema sanitario sueco también paga el precio de treinta años de privatizaciones y recortes presupuestarios, con 2,2 camas de hospital por cada 1000 habitantes (4), es decir cuatro veces menos que Alemania y seis veces menos que Japón. Hospitales, centros médicos y residencias de ancianos sufren escasez de material y de personal sanitario formado. Como en el resto de Europa, la estrategia consiste en no saturar los servicios de salud, mientras que Ejército y reservistas instalan hospitales de campaña –todavía sin utilizar a mediados de abril en Estocolmo–.

Aunque son minoritarias, algunas voces se han alzado reclamando el confinamiento, basándose en el balance de los demás países nórdicos. Sin embargo, a diferencia de muchos países, Suecia contabiliza las muertes que ocurren en las residencias de ancianos, en los hogares y en los hospitales. “Posiblemente registraríamos más muertes si contabilizáramos como Suecia”, reconocieron también las autoridades noruegas. Asimismo, desde el 10 de abril, el número de nuevos casos bajaba sensiblemente, al igual que el de nuevos pacientes ingresados en unidades de cuidados intensivos (5).

“No, la estrategia de Suecia no es la inmunidad colectiva”. Durante la rueda de prensa de la Agencia de Salud Pública sueca del pasado 4 de abril, el epidemiólogo jefe Anders Tegnell fue acorralado a preguntas sobre la diferencia de resultados respecto a los países vecinos que según afirma, básicamente, es fruto de un desfase temporal. No obstante, a una periodista de la televisión finlandesa le dijo lo siguiente: “Pienso que todos los países confían en una inmunidad colectiva. Ya que solo cuando haya muchas personas inmunizadas, la tasa de propagación disminuirá por sí sola de manera duradera” (6).

La gestión de la pandemia pone a prueba la cultura del consenso. Hecho histórico, el Gobierno minoritario –que reúne a socialdemócratas y ecologistas con el apoyo sin participación del Partido de Izquierda– ha obtenido poderes extraordinarios por un periodo de tres meses. Desde el 18 de abril, puede gestionar diariamente la crisis de la covid-19 sin que el Parlamento tenga más que un control a posteriori. Sin embargo, este modo de gobierno por decreto no implica poder absoluto: “No es posible legislar contra un virus –proclama Stefan Löfven, que continúa apelando al sentido común de la población–. La crisis va a ser larga, va a ser difícil”. Desde principios de abril, el famoso cartel “Salga a aprovechar sus parques públicos” ha desaparecido de las calles.

(1) “Folkhälsomyndigheten tar hjälp av mobildata”, sitio web de la Agencia de Salud Pública sueca, 8 de abril de 2020.

(2) “Därför kan Sverige inte utfärda utegångsförbud”, SVT Nyheter, Estocolmo, 2 de abril de 2020.

(3) Svenska Dagbladet, Estocolmo, 15 de abril de 2020.

(4) Datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) para 2018.

(5) Estadísticas oficiales de la Agencia de Salud Pública sueca.

(6) Yle, Helsinki, 4 de abril de 2020.

MC

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *