Narciso Isa Conde
Poner al actual Congreso, al PRM y aliados, a remendar la Constitución del 2010, no entra dentro de una gestión realmente transparente. Eso es más de lo mismo. Lo que sí sería transparencia es abrirle cauces a un Proceso Constituyente Soberano, destinado a elegir directamente por el pueblo una Asamblea Constituyente independiente de este poder legislativo, para que nuestra sociedad ejerza el derecho a crear libremente una nueva Constitución.
Pero además la transparencia que pregona el Presidente Abinader está cuestionada por hechos e iniciativas concretas. En las experiencias latino-caribeñas, las Alianzas Público-Privadas (APPs) y Ventas de Activos del Estado han devenido en lo contrario a una gestión gubernamental transparente.
La oscuridad de esas políticas se torna más intensa cuando –como sucede ahora- se pone al frente de la venta de propiedades del Estado un representante del Grupo Empresarial más poderoso del país, con colas tan fuertes como la del escándalo Fonper/Ege-Itabo y Ege-Haina, y la del oneroso contrato del proyecto Sansouci-Marina-Rivera del Ozama-Ciudad Colonial.
Y hay otras manchas. El Tesla presidencial todavía no se ha transparentado. Al frente del Banco de Reserva fue designado alguien involucrado en una empresa carpeta para recibir sobornos y facilitar la compra sobrevaluada de los Súper-Tucanos, y sigue ahí. El Ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales es abogado de un extranjero involucrado en el fraude contra el Estado en Antena Latina.
Kimberly, y otros imputados por corrupción siguen siendo dirigentes del PRM. La gigantesca estafa de Odebrecht embarra a tres gobiernos y uno toca fuerte al PRM. El evidente respaldo financiero al PRM con dinero del narco tampoco ha sido transparentado y sancionado. Los barrilitos, privilegios y prebendas son mecanismos de robo al Estado disfrutados por la mayoría PRM en el Senado, y como ella se resiste a erradicarlos, entonces el Presidente Abinader relega el asunto a una incierta aprobación de futuras y no claras normativas congresuales.
La transparencia se esfuma cuando el Presidente contemporiza con dueños de corporaciones y empresas que han engañado al Estado, o cuando hace alianzas políticas con partidos con cuentas delictivas pendientes de saldar. Esos pactos, y específicamente los acuerdos de aposentos con Leonel, no tienen nada que ver con el combate a la corrupción y sí mucho con la impunidad institucionalizada.
Es así como la transparencia, que no puede ser selectiva, en lo que llegan los reyes con los regalos de Luis, es mandada para el carajo; al tiempo que se ocultan los gastos gubernamentales para convertirla en efusiva retórica a través de sucesivos y costosos shows mediáticos.