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LA TRASCENDENCIA DEL CHE

Narciso Isa Conde

En la trayectoria y la obra revolucionaria del Che se sintetizan la actitud frente a la ciencia y al mito que tanto necesitamos en el proceso de recuperación de la izquierda y de la confianza de los pueblos en su accionar.

El símbolo Che crece con los años después de su caída en Bolivia, se reafirma como fuente de inspiración luego de todos los reveses sufridos, trasciende la época que le tocó vivir y demuestra toda la falsedad que encierra aquello del fin de la historia cuando más se requiere combatir y superar un orden capitalista cada vez más injusto, brutal y riesgoso para la vida en el planeta.

Rebeldía, insumisión.
Apertura de mente.
Aferramiento a la verdad.
Correspondencia entre su prédica y su práctica.
Indiferencia ante los bienes materiales y el prestigio personal y la fatuidad.
Aversión al poder para sí.
Militante de todas las causas justas.
Crítico implacable y mordaz de sí mismo.
Reflexivo y crítico temprano de los problemas que aquejaban al llamado socialismo real.
Innovador y creativo en la búsqueda de un tránsito al socialismo de profundo contenido humano.

Internacionalista a toda prueba.
Adversario del burocratismo y del dogmatismo.
Preocupado por la necesidad de forjar seres humanos nuevos.
Enemigo de la autoafirmación y partidario del ensayo que confirmara el acierto o el error.
Enemigo de los privilegios y del uso abusivo del poder.
Solidario, humano, desprendido de todo egoísmo en la relación con sus compañeros/as de lucha y sus familiares y amigos.
Portador de una moral y una honestidad inconmovibles.
Apasionado en la búsqueda científica y en el estudio superador.
Enemigo de la copia y esforzado en la creación teórica ajustada a la realidad de América Latina y del Tercer Mundo.
Defensor intransigente de un orden mundial justo y equitativo.
Practicante de un profundo amor por la humanidad y sus causas emancipadoras.

Estas cualidades, entre otras, caracterizaron la vida y la trayectoria del Che.

Ellas pudieron no abarcar todas las necesarias en la época en que le tocó luchar y pueden ser incluso, en algunos aspectos, no suficientes en este nuevo período.

Reconocerlo de seguro resultaría del agrado de Ernesto dentro de su nueva condición de participante en la Ceremonia de las Almas.

Pero no hay dudas de que esos y otros atributos explican el porqué de la trascendencia de su ejemplo, el porqué de su poder convocador y estimulante, el porqué de su extraordinaria y singular incidencia en la recuperación de la subjetividad antiimperialista, anticapitalista y socialista, tan mellada por los golpes recibidos en las últimas dos décadas del siglo XX; recién reivindicada en la nueva ola revolucionaria que comienza a desplegarse en el inicio de este nuevo siglo.

Por eso no es peregrino afirmar que asumiendo lo esencial de su conducta y su obra, reformando su rebeldía, su espíritu innovador, su valor, su apertura de mente, su amor por la humanidad, su modestia y desprendimiento personal, su postura anti-dogmática… es posible contribuir a revolucionar las izquierdas, restaurar la confianza y credibilidad en su accionar y d nuevos vuelos a su quehacer revolucionario en un contexto en que todos los males que motivaron las luchas del Che y todas las exigencias que ellas demandan están agigantados, multiplicados y acompañados de nuevos riesgos y nuevos problemas.

Presente por su ejemplo y heroísmo en la espiritualidad de todos los pueblos del mundo, la obra del Comandante Guevara constituye un pilar imprescindible para recrear la izquierda que necesitamos y darle carne de pueblo a la utopía.

El Che es síntesis de ciencia y mito en una dimensión imposible de manipular por los antivalores que norman el mundo actual y que deformaron los pasados intentos por transformarlo. Pero siempre posible de enriquecer por los continuadores/as de su obra.

El Che se destaca entre los muertos que no mueren.

Es de los que deben acompañarnos… ¡Hasta la Victoria, siempre!… para que el socialismo tenga futuro.

Al Che le ha tocado trascender su vida biológica como nadie lo ha hecho en el siglo XX y camino al XXI.

Desde su figura y su accionar se expresaba el mito de la época que le tocó vivir, pero también, más allá de su muerte física, se está proyectando en forma embrionaria el mito que imperiosamente necesita esta nueva época post-derrumbe y este período singular de metamorfosis y crisis integral del capitalismo.

Algo poco común.

Pero algo que explica su conversión en figura emblemática de varias generaciones en todos los continentes.

Este fenómeno, certeramente apreciado, indica que no es fatal la desesperanza.

El Che representó la insumisión, y la invocación a su figura desde sectores y personas de todas las creencias y generaciones indica que el germen de la rebeldía no ha muerto y que el mito revolucionario puede y debe reencarnar en otro mito.

El Che está allá y acá.

Fidel sigue acá sobreponiéndose al peso desgastante de los años.
Firme y digno, simbolizando la resistencia que precede a toda nueva ofensiva.

Ernesto Guevara respondió así a la pregunta que se hizo sobre las circunstancias excepcionales que rodean la personalidad de Fidel Castro:

«Hay varias características en su vida y en su carácter, que lo hacen sobresalir ampliamente sobre todos sus compañeros y seguidores. Fidel es un hombre de tan gran personalidad que en cualquier movimiento en que participe debe llevar la conducción y así lo ha hecho en el curso de su carrera, desde la vida estudiantil hasta el premierato de nuestra patria y de los pueblos oprimidos de América. Tiene las características de gran conductor que, sumadas a su extraordinario afán de auscultar siempre la voluntad del pueblo, le han llevado a un lugar de honor y de sacrificio que hoy ocupa. Pero tiene otras cualidades importantes como son su capacidad para asimilar los conocimientos y las experiencias, para comprender todo el conjunto de una situación dada, sin perder de vista los detalles, su fe inmensa en el futuro y su amplitud de visión para prevenir los acontecimientos y anticiparse a los hechos, viendo siempre más lejos y mejor que sus compañeros…

Una valoración de ese calibre salida de la mente y el corazón del Che no es cualquier cosa. Ella permite comprender el porqué de la vigencia y proyección creciente del liderazgo de Fidel a escala mundial y el porqué de la admiración que despierta no sólo en las multitudes cubanas, sino en todo el planeta.

Es temprano, sin embargo, para emitir juicios categóricos respecto a la valoración que de él tendrá la humanidad después que, como todo mortal, abandone el mundo de los vivos. Eso tendrá que ver con su impresionante trayectoria, también con el devenir del proceso cubano cargado de conquistas impresionantes pero afectadas por la excesiva prolongación de un modelo que se agota y la tardanza en la necesaria renovación socialista.
Fidel también encarnó la rebeldía en una época de victorias y ahora encarna la resistencia heroica y, además, la irreverencia frente al nuevo orden neoliberal cada vez más globalizado y, sobre todo, personifica el principal ejemplo de la hermosa señal de que se pudo y se puede sobrevivir.

Muchos lo consideran -y no sin razón- el hombre del siglo
XX: expresión viviente de la rebeldía frente a las más grandes injusticias.

En esta tierra dominicana, en su primera visita después de 40 años de revolución en Cuba (septiembre de 1998), frente a una exclamación que lo exaltaba como el «hombre del siglo» respondió precisando que le hubiera gustado nacer en el siglo XXI.

Su alusión a las condiciones difíciles que para los revolucionarios han deparado los últimos años de este siglo y a lo que podría resultar de la crisis global en desarrollo y la recomposición -todavía incipiente- de los proyectos y las fuerzas alternativas, fue más que obvia.

Conocedor de la historia y consciente de que la Asamblea de las Almas se ha auto-convocado de manera permanente en medio de tantas dificultades, Fidel dio una señal de seguridad en el producto de ese gran diálogo y de la trascendente búsqueda que desde esa asamblea puede desarrollarse.

La música y el canto, el baile y la plegaria de dialogar han convocado permanentemente, entre otros y otras, a Espartaco, al viejo Marx, a Vladímir Ilich, a Rosa Luxemburgo, a Ho Chi Ming, a Túpac Amaru, a Bolívar, a Martí, a Gramsci, a Mariátegui, a Lumumba, a las hermanas Mirabal, a CamiloTorres, al Che Guevara, a Francis Caamaño, a Farabundo Martí, a Sandino, a Allende, a San Martín… para junto a los más destacados luchadores y luchadoras vivas, dar entrada a la luz al final del túnel.

Las situaciones graves tienen la virtud de provocar la creación heroica, relacionar los adelantos de la ciencia y la técnica en la voluntad liberadora y generar los nuevos mitos revolucionarios.

Y hay señales muy claras de que la búsqueda orquestada con el esfuerzo combinado de las almas de los grandes muertos y las almas en vida, está en fase promisoria.

Es realmente cierto aquello de que cuando va a amanecer la noche se pone más oscura…, para luego dar paso a la nueva luz.

Más allá de lo acontecido -y quizás precisamente por lo acontecido en el siglo que se va-, el nuevo siglo promete una nueva vía socialista y una globalización totalmente diferente: humana, fraterna y justa. Ya se observa luz al final del túnel y se torna necesario y posible potenciar su esplendor

Ese es el gran desafío que engloba todos los demás.

MC

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