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PUNTO V: EL MUNDO ACTUAL Y EL SOCIALISMO COMO PROCESO CONTINENTAL Y MUNDIAL

La República Dominicana pertenece a un mundo capitalista afectado por una profunda y prolongada crisis económica, social, política-institucional, alimentaria, militar, urbanística, ecológica y moral.

Actualmente, una gran parte de la humanidad sufre, además de las consecuencias tradicionales del predominio del capitalismo y del imperialismo a escala mundial (explotación, sobreexplotación, saqueo, desigualdades sociales profundas, depredación y contaminación de la naturaleza, polarización entre desarrollo y subdesarrollo y entre modernización y atraso), el impacto destructivo, empobrecedor y avasallante de la reestructuración capitalista inspirada en la internacionalización-transnacionalización del gran capital (conocida como globalización), los efectos negativos de la unipolaridad y supremacía militar  del imperialismo estadounidense (derivada del colapso de los países del llamado “socialismo real” y de la desintegración de la URSS) y las trágicas consecuencias del plan de guerra global con que Estados Unidos procura recuperar su dominio sobre el planeta y convertirse en una especie de imperialismo totalitario, cabeza de una gran dictadura mundial.

El capitalismo se ha tornado más brutal y más voraz, más especulador, más concentrador de riquezas y generador de pobreza, más polarizador, más corrompido y corrupto, más destructor de la naturaleza y de los seres humanos. Ha pasado a una fase francamente caníbal y depredadora del entorno, amenazando la vida y existencia de una parte importante de la humanidad y del planeta.

Los grandes avances de la ciencia y la tecnología, la progresiva incorporación de la micro-electrónica y la informática al proceso de acumulación capitalista, lejos de emplearse para superar la pobreza y los graves problemas que amenazan la existencia de la humanidad, son usados para enriquecer aun más las minorías gobernantes-dominantes de los países altamente desarrollados y de los países subordinados a ellos, y para alienar en mayor grado a los seres humanos.

El derrumbe de la URSS facilitó el domino del capitalismo en otras regiones del planeta y aumentó la agresividad del gran capital, provocando la anulación o reducción de gran parte de las conquistas históricas de los (as) trabajadores (as), disminuyendo en extremo el papel social de los Estados, desmontando gran parte de la legislación y los programas sociales.

El imperialismo actual, en sus centros y procesos de expansión, ha devenido en un capitalismo más transnacional, más financierizado, sustentado fundamentalmente en una concepción neoliberal adversa al Estado-nación en la periferia del sistema y al Estado-distribuidor de ingreso y protector social.

Esta evolución del sistema, en el que a veces chocan sus viejas bases tecnológicas industriales y sus nuevos patrones de acumulación, lejos de anular o disminuir el predominio de la propiedad privada altamente concentrada y el control oligárquico al acceso al capital, lo ha potenciado en una escala nunca vista, convirtiéndose en la principal causa de reproducción de los viejos males y generadora de los nuevos acumulados y superpuestos: explotación, desigualdades, saqueo, exclusión social, depredación de la naturaleza, enajenación, consumismo discriminado, pobreza, hambre, modernización segregada…

Ese sistema dominante y la evolución de la ideología en que se inspira, ha potenciado el empleo de los llamados métodos de acumulación extra-económica, los procedimientos gangsteriles y la perversión de las instituciones estatales y de las fuerzas políticas que las controlan.

La democracia liberal, que prometió, igualdad y fraternidad, ha devenido -incluso allí donde sus características han estado menos contaminadas por el despotismo tradicional- en un sistema político secuestrado por minorías o tutelado por un poder supranacional altamente corrompido, controlado por la cúpula capitalista, usurpador de la voluntad expresada en el sufragio e incluso capaz de pervertir el sufragio.

El capitalismo, el imperialismo actual, se ha tornado senil, incapaz de transformase -aun sea en escala limitada- en un sentido social y éticamente positivo.

La tendencia a la multi-polaridad, la conformación de la Unión Europea como factor de mayor potencia cuantitativa y cualitativa respecto al viejo continente fraccionado y el surgimiento de nuevas potencias como China y la India, fraccionan más aun la globalización del gran capital y le resta capacidad de consenso, como también debilita e incluso impide la pretendida hegemonía totalitaria de Estados Unidos. Pero de ninguna manera detiene los entrelazamientos del gran capital, el incremento de la transnacionalización y el sobrepeso de lo supranacional a escala mundial, ni  tampoco frena la crisis integral de la civilización burguesa provocada por la esencia misma del capitalismo, ni la tendencia al envejecimiento y la decadencia de todo el sistema, la cual podría ser tan larga como la dilación del desarrollo de las fuerzas alternativas capaces de abolirlo, y tan corta como se logre acelerar ese proceso de acumulación y acción para reemplazarlo.

La declinante fase neoliberal del capitalismo mundial en general ha resultado más insoportable y perversa que todas las que le precedieron y si bien los rasgos mas decadentes y brutales de ese sistema se expresan con más dramatismo en y desde el imperialismo estadounidense, la crisis y el proceso de decadencia cobra fuerza  en Europa y Japón, y se traduce en endurecimientos y prácticas imperiales parecidas, aunque no con los mismos volúmenes e intensidades en el terreno militar, dados los desniveles de la acumulación, los diferentes roles y las variadas expresiones de sus crisis.

Así las cosas, gran parte de la humanidad estaría condenada a morir y a sacrificar el futuro de su descendencia si no toma conciencia, se organiza y lucha para transformar esta trágica realidad; sobre todo las mayorías trabajadoras, la población excluida, explotada, vejada y condenada a vivir en la pobreza y habitar las zonas mas marginadas y contaminadas de la naturaleza.

La conquista de otro mundo, la transformación del existente, se ha tornado en una cuestión de vida o muerte para la humanidad que no pertenece a la minoría opulenta y privilegiada que hoy domina y gobierna.

En ese contexto, la expresión de la crisis, la estrategia de dominación y los afanes de conquista y reconquistas militares imperialistas, y la resistencia de los pueblos, asumen modalidades muy relevantes en nuestra América.

Esto tiene que ver con las características particulares del decadente y militarizado imperialismo estadounidense y con la historia continental, sin menospreciar la voracidad de los imperialismos europeos en sus respectivas áreas de influencia y la capacidad de lucha de los pueblos de otros continentes.

Nuestros pueblos latino-caribeños han dado clara señales de relanzar su proyecto emancipador, plasmando ese histórico anhelo en la oleada de cambios transformadores en marcha. Los pueblos de este sub-continente oprimido han pasado a la ofensiva política y Estados Unidos se muestra a la defensiva, por lo que la súper potencia, herida y en crisis mayor, ha instrumentado a la vez un fuerte y peligroso contraataque político-militar -combinado con sus aliados oligárquicos locales- que se ha expresado en su resistencia a los cambios escenificados y en un renovado, intenso y agresivo despliegue militar (viejas bases reforzadas, nuevos militares, reactivación de su IV Flota, ocupación militar de Haití, activos planes de desestabilización y agresión de los gobiernos avanzado de la región).

En Suramérica y Centroamérica se expresan las mayores dificultades del poder imperialista norteamericano y por eso al tiempo de reforzar sus planes contra-revolucionarios en esas zonas, convierte al Caribe en su retaguardia militar estratégica, potenciando su presencia militar en Puerto Rico, Aruba, Curazao, Haití y República Dominicana e incrementando el acoso a la revolución cubana.

Por tanto, en estas condiciones el desafío emancipador de nuestros pueblos y movimientos es inseparable de la defensa de los avances alcanzados en países hermanos de Suramérica y Centroamérica y de los esfuerzos para revertir el triángulo fatal representado por el régimen narco-paramilitar terrorista de Colombia, (bajo ocupación estadounidense), la continuidad del golpe en Honduras y la ocupación militar de Haití, así como de las luchas para cambiar la correlación de fuerza en los países dominados por las viejas y nuevas derechas bajo tutela de Estados Unidos, incluida nuestra República Dominicana.

Eso exige enfrentar por todas las vías posibles el contraataque imperialista, terminar de derrotar el neoliberalismo declinante y avanzar en las movilizaciones y luchas multitudinarias por la nueva independencia y la nueva democracia camino al nuevo socialismo.

Continentalización e internacionalización de las luchas.

En este contexto continental y mundial es claro que el tránsito a un nuevo socialismo puede tener como escenario inicial las fronteras nacionales de un país o grupo de países. Pero esto es insuficiente tanto para el despliegue de sus potencialidades y el aseguramiento de su victoria frente al capitalismo mundial, como para la consolidación de la sociedad alternativa a este sistema decadente.

En nuestra América, después de la ejemplar resistencia de la revolución cubana al impacto desgarrante del colapso de la URSS, en medio del reforzamiento del bloqueo imperialista y en el marco del presente auge de las luchas contra el neoliberalismo, estamos ciertamente frente a la posibilidad de la creación de nuevas democracias y nuevos tránsitos al socialismo, y ante el anuncio de nuevos procesos inspirados en ese ideal debidamente renovado.

Esos procesos pueden avanzar más o menos aceleradamente en sus respectivos escenarios nacionales o pueden incluso estancarse, retroceder y hasta ser revertidos. Pero es claro ya -y esto es muy positivo- que en estos y otros procesos promisorios que involucran a diversos actores sociales y políticos con voluntad transformadora, no se ha estado pensando en limitarse a la idea del difícil y casi ilusorio tránsito al socialismo en un solo país.

Las fronteras bolivarianas y el despliegue de las nuevas transformaciones apuntan en dirección a la liberación de la Patria Grande, puesto que de más en más se ha estado hablando y actuando en términos continentales, planteando la necesidad de nuevas independencias, nuevas democracias y nuevos socialismos a escala latinoamericano-caribeña. Realidad alentadora y trascendente porque una soberanía pequeña o mediana, una revolución liberadora que se sume y articule a otras hasta alcanzar dimensiones continentales, daría progresivamente como resultado una soberanía mayor y un tránsito revolucionario con mayores energías y posibilidades de éxito, con mas potencia emancipadora.

El capitalismo es un sistema mundial de dominación integral, con un poder altamente concentrado sobre las fuerzas productivas, el sistema financiero, el mercado y el comercio mundial, las fuerzas armadas y los medios masivos de comunicación, e impone intensamente su ideología y modo de vida a escala planetaria.

Ese poder mundial se expresa a través de la dominación continental y regional de Estados Unidos y de otras potencias capitalistas, con sus ejércitos interventores, sus fuerzas gubernamentales e instituciones subordinadas y funcionales a ellas, sus poderes oligárquicos tutelados, sus sistemas políticos y estructuras dependientes, sus mafias internacionales funcionales a la reproducción de ese dominio.

Por eso, el despliegue del tránsito al socialismo y el socialismo en su plenitud, son impensables sin una dimensión internacional, sin avances sostenidos sobre esa dominación mundial. Y esto, en nuestro caso, comienza por lo continental. Porque es lógico que mientras los cambios en marcha trasciendan en mayor grado las fronteras de un país o de un grupo limitado de países, más posibilidades de éxito tendrán el tránsito al socialismo y el socialismo como tal, y más profundos y creadores pueden resultar esos procesos emancipadores.

Los límites nacionales le facilitan al imperialismo contenerlos, afectarlos, bloquearlos, estancarlos…El tránsito al socialismo implica transformaciones de largo aliento, y solo podría ser completado en toda profundidad y alcance si se le resta progresivamente al capitalismo y al imperialismo fuerzas productivas, espacios territoriales, mercados, instituciones, empresas, poder político, reservas naturales y científicas y poderío militar, incluyendo además, y a más largo plazo, la meta suprema de la eliminación de las grandes desigualdades sociales, la abolición de las clases y la extinción del Estado como medio de coerción y la libre asociación de los seres humanos en condiciones óptimas de existencia.

Esas metas son solo alcanzables en el contexto de un proceso insular, continental y mundial, repleto de latino-americanismo, antillanismo e internacionalismo revolucionario. Nada uniforme. Suma de diversidades, variadas y múltiples transformaciones.

La expresión del nuevo internacionalismo proletario, popular, de pueblos y fuerzas sociales oprimidas y excluidas precisan en nuestro caso de una consistente expresión insular que exige asumir como propia las revoluciones en República Dominicana y Haití, procurando que confluyan y se fortalezcan mutuamente hasta lograr la plena emancipación nacional y social de toda la isla y la conformación de una confederación dominico-haitiana de repúblicas libres, independientes y cooperantes.

La Revolución Continental debe concebirse como suma articulada y cooperante de las multi-étnicas y multiculturales naciones caribeñas-latinoamericanas.

La Revolución Mundial como producto de la victoria planetaria del trabajo sobre el capitalismo racista, xenófobo, machista, adulto-céntrico y ecocida; como sistema integrado de transiciones socialistas variadas hacia la socialización integral y en gran escala.

Es esa dimensión internacional del tránsito revolucionario al socialismo la que posibilitaría alcanzar esas metas supremas como máxima expresión del no poder y de la no dominación de uno seres humanos sobre otros.

La existencia de otros Estados bajo control capitalista, de corporaciones transnacionales, de ejércitos transnacionales, de guerras de conquista, de monopolios, oligopolios y mercados bajo su dominio, impide el despliegue del socialismo en toda su extensión y profundidad camino a la sociedad comunista, y afecta la velocidad y profundidad de los procesos de tránsito hacia él. Pero en la medida esa realidad sea debilitada, diezmada, erosionada por la lucha de los pueblos, incluidos los pueblos de las metrópolis dominantes, en esa medida tenderá a consolidarse y a avanzar la transición al socialismo anhelado.

De ahí la trascendencia del nuevo internacionalismo revolucionario, capaz de articular en un gran torrente transformador todos los sujetos y actores sociales y políticos oprimidos y/o excluidos por el gran capital, como contrapartida de la globalización capitalista; esto es, la importancia de la unidad del nuevo proletariado internacional, de los diversos componentes del mundo del trabajo y de todos los(as) oprimidos(as) y excluidos(as) en lucha contra el dominio del gran capital, en el contexto de una estrategia de ruptura y creación asumida por todos los actores político-sociales comprometidos con los valores de la autodeterminación, nueva democracia y el nuevo socialismo.

Santo Domingo, República Dominicana.

24 y 25 de abril de 2010.

I Congreso Caamañista “Héroes y heroínas de abril”.

MC

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