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Brasil. ¿Transar una vez más? El acercamiento entre Lula y Alckmin

Manuela Sampallo

Fuente: Kaos en la Red

Se espera que en los próximos meses el expresidente brasileño confirme su candidatura presidencial y a su compañero de fórmula. El elegido provoca urticaria en la interna de la izquierda y trae algunos recuerdos traumáticos.

Desde que sus derechos políticos fueron restituidos, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva retornó a la condición de favorito para la elección presidencial de octubre. En la primera encuesta de intención de voto llevada adelante este año por el Instituto de Pesquisas Sociais, Políticas e Econômicas, el petista aparece con 44 por ciento de intención de voto y gran posibilidad de ganar en primera vuelta. Jair Bolsonaro, actualmente afiliado al Partido Liberal y con la aprobación de su gobierno en caída, aparece con un 24 por ciento y quedaría en segundo lugar. Las tentativas por parte de partidos de centro y derecha de crear una tercera vía que haga frente a la polarización entre Lula y Bolsonaro no tuvieron éxito hasta el momento.

Dada la gran probabilidad de victoria de Lula, e incluso aunque aún no haya lanzado oficialmente su candidatura, durante el año pasado surgieron varias especulaciones en los medios brasileños respecto de quién estaría en la fórmula como vicepresidente. Geraldo Alckmin, exgobernador paulista e histórico rival del Partido de los Trabajadores (PT), pasó a ser el principal nombre para ocupar el puesto después de que, el 15 de noviembre, el propio Lula no descartara esa posibilidad. Cuestionado sobre el tema durante una conferencia de prensa tras su visita a la sede del Parlamento Europeo, el expresidente incluso afirmó que tiene una «extraordinaria relación de respeto con Alckmin» y que «no hay nada que haya ocurrido en el pasado que no pueda ser reconciliado».

El 19 de diciembre de 2021, cuatro días después de que Alckmin dejara oficialmente el Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB) –del que fue uno de los cuadros políticos más respetados durante 33 años–, ambos dirigentes políticos se encontraron presencialmente en un evento organizado por el Grupo Prerrogativas, conformado por abogados, artistas, profesores y juristas. Las declaraciones de ambos durante el encuentro fueron interpretadas por la clase política y por los medios como el primer paso de las negociaciones para concretar la fórmula.

«No importa si en el pasado fuimos adversarios, si intercambiamos algunas patadas, si en el calor del momento nos dijimos lo que no deberíamos haber dicho. El tamaño del desafío que tenemos enfrente hace de cada uno de nosotros un aliado de primera hora», dijo Lula. Alckmin, a su vez, afirmó que el proceso estaría «solo empezando» y que era momento «de grandeza política y de unión».

La posible coalición encuentra, sin embargo, resistencias dentro de la izquierda brasileña. Un ala relevante del PT cree que el exgobernador de San Pablo no es confiable para el cargo. Según el portal de noticias Poder360, la expresidenta Dilma Rousseff habría dicho la semana pasada al expresidente Lula, en un encuentro privado entre ambos, que «Alckmin sería su Temer», refiriéndose a la traición que Rousseff sufrió en 2016 de su compañero de fórmula, Michel Temer, del entonces Partido del Movimiento Democrático Brasileño.

El diputado federal Rui Falcão, presidente del PT en el período de 2011 a 2017, declaró, por su parte, en una entrevista a Folha de São Paulo este lunes 17 que «Alckmin es la contradicción de todo lo que el PT ya hizo y quiere hacer» y mencionó el apoyo de Alckmin al golpe parlamentario contra Rousseff y sus «posiciones ultraconservadoras». Cuadros importantes del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), una escisión del PT que en los últimos tiempos ha mostrado un acercamiento a las posiciones de ese partido, también presentaron desacuerdos con el nombre de Alckmin. Para Guilherme Boulos, candidato por el PSOL a la presidencia en las elecciones de 2018, la alianza «debilitaría la candidatura de Lula».

Quién es Geraldo Alckmin

Cuatro veces gobernador, Alckmin fue quién más mandatos ejerció en San Pablo después de la redemocratización del país. En 2015 y 2016 fue aliado del ala más extremista de su partido, que participó en las manifestaciones que pedían la caída de Rousseff. En aquel entonces llegó, incluso, a liberar el subte de la capital paulista para que la población pudiera concurrir a tales manifestaciones sin tener que pagar.

Ligado a las tendencias más conservadoras de la Iglesia católica, contrario al aborto y a la legalización de las drogas, sus administraciones se caracterizaron por un duro neoliberalismo. Como gobernador comandó varios programas de privatización, vendiendo empresas estatales, como la distribuidora de energía Eletropaulo. En su momento, la venta de ese monopolio estatal concitó el llamado a una comisión investigadora, en la que los expertos encargados de evaluar el patrimonio de la empresa denunciaron que el precio pagado por la compañía estadounidense AES por quedarse con Eletropaulo era extremadamente bajo. Alckmin también fue denunciado por el movimiento sindical debido a sus intenciones de privatizar la empresa encargada del agua potable y el saneamiento paulista luego de años de desinversión y vaciamiento de la empresa. Como candidato a la presidencia en 2018, afirmó que privatizaría «todo lo que fuera posible» de las estatales brasileñas.

Dado que es uno de los favoritos al gobierno de San Pablo para 2022, muchos se preguntan qué ganaría el exgobernador al candidatearse como vicepresidente. La explicación podría residir en la proyección que el puesto le daría para la disputa presidencial de 2026. Sin necesidad de adelantarse tanto en el tiempo, el puesto de vicepresidente también le devuelve el prestigio que perdió después de las elecciones de 2018, donde logró solamente 4,76 por ciento de los votos y quedó marginado dentro del PSDB. Ganaría, además, lo que nunca logró antes, pese a proponérselo dos veces: llegar, aunque como vice, a la presidencia de la república, pudiendo eventualmente asumir como titular.

¿Transar una vez más?

En 2006 Lula y Alckmin disputaron las elecciones presidenciales en una campaña marcada por ataques mutuos, en que el petista salió victorioso con 48,61 por ciento de los votos. En uno de los debates en cadena nacional, Alckmin llegó a calificar a Lula de «arrogante, irónico e irrespetuoso». En 2017, en la posición de presidente del PSDB, vinculó al exmandatario con la corrupción con declaraciones del tipo: «Después de romper el país, Lula dice que quiere volver al poder, o sea, volver a la escena del crimen».

Después de 15 años de asperezas y marcadas diferencias en sus programas de gobierno, la unión de estos dos cuadros divide opiniones y genera desconfianza. Juliano Medeiros, presidente del PSOL, declaró en diciembre a Poder360 que, de cara a las elecciones de este año, su partido mantiene conversaciones con otros partidos del campo de izquierda y del centro, incluido el PT. Afirmó, sin embargo, que «no tiene mucho sentido pensar en un frente democrático de izquierda que tenga en su interior partidos o líderes que no comparten nuestros valores» y que «se abstuvieron de impedir que la tragedia del gobierno de Bolsonaro aconteciera en nuestro país».

El PSOL aprobó como prioridad en su congreso nacional en setiembre del año pasado construir una unidad de las fuerzas democráticas progresistas de izquierda contra la reelección de Bolsonaro, y para ello estaría dispuesto a no lanzar una candidatura propia en las elecciones de octubre. Ese movimiento de unidad, que estaría inicialmente conformado por el PSOL, el PT, el Partido Comunista do Brasil, el Partido Socialista Brasileiro, el Partido Democrático Trabalhista y Rede Sustentabilidade, fue conformándose en la Cámara de Diputados y en las calles a través de las protestas contra la política del actual presidente.

«La hipótesis por la que queremos trabajar en este primer semestre es la construcción de la unidad de las izquierdas. Alckmin es un elemento que la dificulta, pero no necesariamente va a inviabilizarla. Lo fundamental es lo que ese frente irá a defender, porque si ese frente tiene un programa y una identidad de izquierda, ahí la contradicción de estar en él es de Geraldo Alckmin y no nuestra», finalizó Medeiros.

Por otro lado, dentro del PT, figuras históricas como el exministro José Dirceu, el senador Humberto Costa y la actual presidenta del partido, Gleisi Hoffmann, declararon su apoyo al diálogo entre Lula y Alckmin. Para el profesor del Instituto de Ciencia Política de la Universidad de Brasilia, Lucio Rennó, en entrevista con la edición brasileña de la Deutsche Welle, la fórmula Lula-Alckmin «consolida un apoyo de centroderecha» y puede acercar los sectores más conservadores que resisten el nombre de Lula. Se trata de una estrategia que ya fue utilizada con éxito por el petista en las elecciones de 2002. Después de dos campañas electorales (1994 y 1998) en las que unió solamente al campo de la izquierda sin lograr la victoria, Lula eligió al empresario José de Alencar para el cargo de vice. La alianza Lula-Alckmin, de paso, sacaría al exmiembro del PSDB del pleito en el principal punto electoral del país, dejando libre el camino para el exalcalde del PT Fernando Haddad, quien es precandidato al gobierno de San Pablo.

El fututo dirá

La estrategia puede dar a Lula una victoria segura en primera vuelta, pero también, dado el historial reciente de las coaliciones en el país, presenta importantes riesgos. El pacto entre los dos todavía depende de a qué partido se afiliará Alckmin (de acuerdo a la ley brasileña, para oficializar su candidatura debe presentarse en representación de un partido político). Las alternativas que se le presentan son el Partido Social Demócratico, de centroderecha, y el Partido Socialista Brasileiro, de centroizquierda. También el centrista Solidariedade ha invitado formalmente al exgobernador paulista a sumarse a sus filas. Aunque queda mucha agua por correr bajo el puente, tanto desde el entorno de Alckmin como desde el de Lula se considera que la fórmula está asegurada y que el exmandatario pretende anunciar oficialmente su candidatura en la primera quincena de marzo.

De acuerdo a los sondeos, aunque decepcionados por la elección de Alckmin, es probable que los electores de izquierda no arriesguen el voto frente a la alternativa de una reelección de Bolsonaro o una victoria del exjuez Sérgio Moro, quien oportunamente se ha tirado a precandidato por el partido Podemos y aparece en tercer lugar en las encuestas. Sin embargo, además de los cuestionamientos sobre un programa de gobierno que posiblemente tendrá algunas, o muchas, concesiones en su elaboración, la pregunta que queda en el aire es: ¿puede el elector brasileño confiar en que Alckmin, habiendo sido uno de los cuadros políticos más influyentes en apoyar el golpe parlamentario de 2016, se comportará de otra forma en un escenario de mayoría conservadora en el Parlamento?

MC

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