Miguel Alejandro Hayes
Rebelión
La crisis del socialismo es la crisis de lo que así hemos llamado.
Para bien o para mal el pensamiento mediado por el lenguaje, como en
recurrencia a otras épocas, ha confundido palabras con cosas.
Se
llama socialismo no a una construcción de relaciones y esquemas
sociales capaces de autorreproducirse, sino a un estado al que se llega
con heroísmo y mística política y que con nombrarlo se dejó atrás al
capitalismo. ¿Acaso no se reflexiona en que si existe un socialismo no
es más que un capitalismo que se está negando a sí mismo, al punto tal,
que su fundamento empieza a mutar? No parece hacerse mucho y por el
contrario también se le llama socialismo:A lo que
el discurso político bautiza de ese modo (por eso su defensa termina
siendo solo la defensa de un signo político,el gobierno chino, el
vietnamita, el cubano, el boliviano…).Al acto de
concientizar -políticamente- a las personas (lo que muchas veces no
deja ver que en realidad se trata de construir las cimientos y contextos
de prácticas sociales orgánicas en pro del bienestar humano, donde se
subvierta la cotidianidad).
A lo guiado por un
partido comunista (idea esta que rara vez puede ser avalada ante la
razón, primero con los argumentos de la psicología y las condiciones de
vida de los obreros, y luego con lo mínimo de la evidencia empírica).
A la sociedad construida desde el atraso, en bronca con el imperio, sin recursos naturales en cantidad (porque si no, no es una experiencia genuina).
A lo
que se declara en pugna con el capitalismo (pero poco se sabe sobre la
lógica de este último, y se le reduce a un conjunto de principios
metafísicos y leyes trascendentales).
A asignar
recursos sustituyendo al mercado por una planificación en nombre de la
justicia social (sin notar que tal mercado nunca deja de estar presente,
y que a lo que se le llama planificación no ha sido otra cosa que
asignación central).
Por si fuera poco, están los que se han tragado el cuento de que lo que se haga llamar partido comunista, es tal cosa.
A la par, se llama enemigo del socialismo:
A lo
que jurídicamente sea reconocido como propiedad privada (sin ver que,
no el enemigo, pero sí lo que debe intentar transformarse , es la
reproducción las condiciones de la propiedad privativa, es decir, la que
reproduce la asimetría de la apropiación del producto del trabajo
social).
A cuatro chinchales que “son los que van a instaurar el capitalismo” (de paso, se porta el mito del buen emprendedor,
el mismo que fue atacado por Marx en el Capital al demostrar que el
capitalismo no surge de este – de un tipo que ahorró-, sino de la
acumulación originaria).
Además, aunque esté en
las narices, no se aprecia que esa misma acumulación originaria va
encabezada por élites partidistas y militares, para lo que utilizan todo
su poder supraestructural.
Lo peor es que al
aceptar todo lo que ha sido conocido como socialismo y asociado a este
como si lo fuese, se niega y se impide ver otras sociedades o
experiencias que pudieran tener algo de socialismo (aunque esta(s)
esté(n) delante, serán rechazadas por causa de la envoltura
ideo-política).
Tal vez todavía parte de las
fuerzas que defienden el socialismo no han sobrepasado las barreras que
el sentido común dominante y la enajenación imponen y que se que se
apoderan de la semantización de términos que luego contaminan el ideal.
Hay
un gran problema ahí donde los entusiastas, activistas y militantes no
van a pensar el socialismo como concepción(es) a elaborar, sino que ya
traen un lenguaje elaborado de modo que anlca la reflexión (propiedad
privada, capitalismo, explotación) y una idea preconcebida de moldes
(partido a la guía, moralización socialista a la sociedad, etc.). Y ahí
está la derrota, en una ontología socialista basada en un conjunto de
requisitos jurídicos, políticos, estructurales, que se queda en un
debate especulativo, con muchos qué, pocos cómo, y casi ningún por qué.
Así ha estado buena parte del intercambio y el conflicto dentro de la
tradición socialista, lamentablemente.
Por el
contrario el ejercicio serio requiere desprenderse de esas ideas previas
y meditar sobre qué tipo de dinámicas se podría construir una sociedad
específica y qué necesita esta para reproducirse e ir reduciendo
sistémicamente las asimetrías sociales.
Mientras
tanto eso que llamamos socialismo seguirá en crisis y se seguirá
defendiendo, no solo un conjunto de cosas equivocadas, sino que la lucha
será en última instancia para respaldar una postura de estado,
casualmente la de un estado-partido, o sea, la postura de un grupo en el
poder que gobierna para sus intereses, pero a nombre de los obreros.
El lenguaje es de cuidado, ¡mire a lo que nos lleva!