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Afrontar la crisis alimentaria

Gustavo Duch

Fuente: Rebelión

Ante la actual situación de crisis agraria y alimentaria, el Consejo de Ministros de Agricultura de la Unión Europea ya está aprobando una serie de medidas para evitar desabastecimientos y subidas descontroladas de precios. De momento se han abierto nuevos mercados para la provisión del girasol o el maíz que se conseguía de Ucrania, suavizando las normativas restrictivas en cuestión de usos de pesticidas. También se va a permitir el uso de tierras en barbecho para cultivar más cereales.

Aunque la guerra en Ucrania se pone en el centro de la problemática actual de esta crisis de cereales y oleaginosas, mejor sería entenderla solo como el detonante del colapso de un sistema alimentario insostenible e irracional. Poco sentido tiene una agricultura globalizada que depende de las minas de fosfatos del Sáhara Occidental ocupado por Marruecos (invasión ahora ya legitimada por el gobierno de España), básicos para la producción de fertilizantes inorgánicos que se aplicarán en las grandes extensiones de tierras acaparadas en Ucrania, donde se producirá el trigo y el maíz que es la base, junto a la soja de América Latina, para el engorde de animales en España que, finalmente, alimentarán en forma de carne barata a buena parte de la ciudadanía de China. Por poner solo un ejemplo.

Por ello, la pregunta que deberíamos hacernos es, ¿seguimos con parches y muletas que nada corregirán o aprovechamos la situación para reorganizar un sistema agrícola agonizante? Recientemente he podido participar en la elaboración de un documento por parte de un grupo de expertos independientes, arropados bajo los paradigmas de la soberanía alimentaria, y extraigo los dos bloques de ideas que me parecen las más urgentes y determinantes para este tránsito.

Es clave reconvertir y fragmentar a la gigantesca industria cárnica porcina y avícola de nuestro territorio, en un conjunto de pequeñas granjas ecológicas

En primer lugar, es clave, a partir de procesos de acompañamiento público, reconvertir y fragmentar a la gigantesca industria cárnica porcina y avícola de nuestro territorio, en un conjunto de pequeñas granjas ecológicas, con menos cabaña animal total, con más ocupación humana y menos energía fósil, dimensionadas a las superficies agrarias para producir sus propios cereales y orientando su producción a los mercados locales, por cierto y por salud, cada vez menos carnívoros. 

Automáticamente se evitarían las dependencias de materias primas externas que en los mercados internacionales suben de cotización afectando a muchos alimentos finales, como estamos viendo. Además se conseguiría liberar muchas de las miles de hectáreas de tierra agrícola hoy destinada a estos cereales para los piensos, que podrían ser dedicadas al cultivo de leguminosas para el consumo humano del que, incomprensiblemente, también somos deficitarios. 

Las deyecciones de los animales criados en estas pequeñas granjas, a partir de la separación de líquidos y sólidos y un buen compostaje, podrían convertirse en fertilizantes orgánicos de los que ahora también somos absolutamente dependientes y que en el caso de los fertilizantes nitrogenados derivan directamente del preciado gas natural.

Habría que dejar de lado cultivos que requieren riego como el maíz para los piensos o el aguacate para paladares exigentes, para recuperar los cultivos de secano

 A su vez, es el momento para fomentar la ganadería extensiva de rumiantes (y el consumo de su producto) con algunas ventajas claras respecto a los animales monogástricos y omnívoros como los cerdos y las gallinas: su alimentación no compite con la alimentación humana, y de nuevo, sus deyecciones son abono y fertilidad para las tierras por donde pastorean, garantizando la gestión forestal que tanto necesitan nuestros bosques y prados.

En segundo lugar, como derivada de la crisis climática antropogénica, ya sabemos que tendremos que convivir con un menor acceso al agua para la agricultura. Frente a propuestas de regadíos y trasvases, como estoy escuchando en boca de algunos sindicatos, estos sectores deberían dejar de lado los cultivos que requieren de riego como el maíz para los piensos o el aguacate para paladares exigentes, para recuperar los cultivos de secano que estaban en la base de nuestra alimentación. Y sí, como sociedad, evidentemente se deberá dar preferencias al uso del agua para la producción de alimentos, frente a sus usos recreativos.

Es decir, hay receta para tratar la situación actual, no nos dejemos engañar por quienes siembran miedo para cosechar dividendos.

Gustavo Duch es coordinador de la revista Soberanía Alimentaria y Profesor Asociado UAB.

MC

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