Pensamiento Crítico

Iluminaciones benjaminianas

Iñaki Urdanibia

Fuente: Kaos en la Red

Imagen de portada del libro que comento:« En el año 1009 A.D., el sol se oscureció y se vio a la luna roja como la sangre y un gran terremoto sacudió la tierra y cayó del cielo con un gran estruendo una enorme antorcha ardiente, como una columna o una torre. A esto le siguió la muerte y la hambruna de mucha gente… Fueron más los que murieron que los que lograron sobrevivir».

                          Augsburg Wunderzeinchenbuch

               (Libro de los milagros, Augsburg, Alemania, S. XVI).

Era propio del quehacer de Walter Benjamin su fragmentariedad que se extendía a pluralidad de temas como destellos que en su brevedad lanzaban brillos sobre los más diversos temas filosóficos, literarios, urbanísticos, que muchas veces eran presentados de manera un tanto enigmática y por medio de imágenes; aspectos todos ellos señalados y que puede observar cualquiera que se acerque a su producción que va desde el romanticismo (objeto de sus tesis doctoral) o el barroco (tesis de habilitación para ejercer la enseñanza que no fue aceptada por la universidad), Baudelaire, Kafka, Brecht, Proust, Goethe, Leskov, el surrealismo, o…sus tesis de la historia o su obra inacabada sobre los pasajes parisinos. Responde a algunas de las características nombradas la propia edición de algunos de sus ensayos reunidos bajo el título de Iluminaciones.

No es tarea fácil presentar la filosofía del alemán, si bien tampoco se ha de llegar al extremo al que llega Pierre Bouretz en su magistral obra Temoins du futur: philosophie et messianisme, al inicio de su presentación de Benjamin, recurriendo a las afirmaciones de su amigo Gershom Scholem quien decía que para comprender al autor del que hablamos era necesario conocer la Cábala judía y que no estaba de más relacionarlo con la obra de Franz Kafka…Afortunadamente ha habido no pocos que se no se han desanimado por las condiciones mentadas y han penetrado en la vida y en la(s) obra(s) del pensador alemán, nacido bajo el siglo de Saturno que destacase Susan Sontag, que se comportaba como el trapero que busca entre los diferentes materiales abandonados, sacando de ellos interesantes observaciones, siempre, eso sí, no me privo de decirlo bajo el influjo del cheposito, figura del gafe, de los cuentos infantiles alemanes, de los que por cierto era consumado coleccionista nuestro hombre; eso sí lo que resultaría desmedido es buscar un espíritu de sistema y de totalidad en la obra del autor, los flashes han deslumbrado a diferentes autores en distintos temas, sirviendo de inspiración en el campo del arte, de la literatura, de la historia, de la política, etc.. Entre los que se han atrevido a entrar en las tierras movedizas de este marxista mesiánico pueden contarse además de sus amigos Gershom Scholem, Theodor W. Adorno, Jean-Michel Palmier, Gérard Raulet, Concha Fernández Martorell, Bernd White, Bruno Tackels, Rainer Rochlitz, Terry Eagleton, Jacques Derrida, Ricardo Cano Gaviria, Roman Reyes Mate, y…no sigo. Se han de añadir a esta lista, los trabajos de Michael Löwy (Sâo Paolo, 1938), brillante estudiosos de las corrientes del mesianismo, de cuestiones relacionadas con el judaísmo, y de las corrientes no domesticadas del marxismo: ahí está su ensayo sobre El marxismo olvidado (R.Luxemburg, G. Lukacs), editado por Fontamara en 1978, o sus averiguaciones sobre el anarquismo en la vida de Franz Kafka(Rêveur insoumis, Stock, 2004), etc. Ahora se publica en Shangrila, «La revolución es el freno de emergencia. Ensayos sobre Walter Benjamin» en donde reúne diferentes y muy diversos ensayos sobre al germano, en donde continúa el acercamiento que anteriormente había realizado en su lectura de las tesis “Sobre el concepto de historia: «Walter Benjamin: Avertissement d´incendie» (PUF, 2001).

La recopilación consta de nueve ensayos, publicados entre 1995 y 2016 con la excepción del inédito Teología y antifascismo en Walter Benjamin, en los que Löwy deriva por diferentes temas tratados por Benjamin, sin bien, como él mismo admite, tal vez no sean los asuntos más conocidos de la obra del autor estudiado, eso no quita para que sea señalado en denominador común que les une: la política, y más en concreto, la ida de revolución; estamos ante una navegación por el archipiélago-Benjamin en la que el nexo de unión es el señalado en la frase anterior. Inicia su andadura contando cómo se acercó a la obra de Benjamin a raíz de su estudio sobre el mesianismo, y a partir de ahí vio en la obra del pensador germano una verdadera mina en lo que hace a una visión diferente e incitadora a la hora de provocar nuevas vías al enfoque de ciertas cuestiones. Löwy muestra arrojo a la hora de entrar en algunos textos benjaminianos e interpretarlos más allá del inacabamiento de algunos de ellos, proponiendo hipótesis que hacen que exista un hilo conductor allá en donde parece que el sentido se difumine, se ausente o hasta se contradiga, acudiendo para ello a referencias de otros autores cuya inspiración asoma explícitamente o supuestamente. Con tales presupuestos los ensayos se extienden por el marxismo y el capitalismo, el surrealismo, el anarquismo, el judaísmo, el mesianismo o el urbanismo, con referencias al domesticador del espacio parisino Georges Eugène Haussmann, que adecuo los bulevares parisinos para que las fuerzas de represión, imperiales, pudieran moverse a su antojo en contra de los obreros..

Explica Löwy el gran peso que tuvo en Benjamin en lo referente al conocimiento del marxismo la lectura de Historia y conciencia de clase de Luckács y el encuentro con la bolchevique letona Asla Lacis, que fueron el impulso para profundizar en la lectura de Marx, siempre lejos de cualquier interpretación dogmática, léase estalinista en la medida que en aquella época era la doctrina dominante, al tiempo que se enfrentaba a las posturas tibias y melifluas de la socialdemocracia. Su postura era la propia de un marxismo libertario, que combinaba con sus simpatías hacia el anarquismo como puede verse además de en el ensayo dedicado al tema, o también en su escrito sobre el surrealismo en el que irrumpe con descaro la impronta libertaria, viendo en este movimiento encabezado por Breton una clara pasión rebelde, en el artículo que abre el volumen, en el que cita a Gustav Landauer, y se inspira en él para referirse a El capitalismo como religión, artículo temprano en el que Benjamin se inspiraba en Max Weber a la vez que se alejaba de ciertas interpretaciones del sociólogo; señala que el capitalismo tiene un dios, el dinero, y sus ritos y adoraciones, igualmente subraya el carácter ineludible del dominio del capital y la desesperanza que crea en sus trabajadores que buscan la salida endeudándose lo que les atrapa todavía más a la maquinaria del capital.

A lo largo de los ensayos vemos el mesianismo de Benjamin que se traduce en un mesías que no es otro que la revolución, no como locomotora de la historia que afirmaba Marx en su Lucha de clases, sino como freno de emergencia -término presente en sus Tesis sobre la historia-que pusiese fin a la veloz marcha hacia el desastre ya que la lógica del capital reside en la aceleración y en cada vez más producción, más ganancia lo que se traduce en un productivismo, del que también hicieron gala los dichos comunistas, ortodoxos, y contra la desbordante explotación de la naturaleza que obviamente también abocaba, línea directa, al desastre de la humanidad; en esa medida puede verse que la visión marxista de Benjamin es inspiradora tanto en lo que hace a sus espíritu anti-autoritario, respetuoso con el respeto a la naturaleza, podría decirse sin exageración alguna, ecológico, y siempre inclinada a posicionarse del lado de los vencidos, de los de abajo, enseñanzas que Löwy desvela en el caso de los países latinoamericanos en los que saca a relucir los aires de familia con la mirada benjaminiana con los defensores de la teología de la liberación, con la esperanza en un horizonte de redención, siempre observada por Benjamin con cierta tristeza melancólica, y un cierto pesimismo que dejaba ver en su interpretación del Angelus Novus de Paul Klee, al interpretar al alado mirando las ruinas dejadas por el viento de la historia; relacionado con esto último, no es de recibo ignorar la apuesta benjaminiana que ante la memoria de las luchas políticas y sus derrotas, deja paso a la posible redención de mano de los oprimidos, cuyo combate ha de unir las diferentes esferas: social, política, cultural, moral, espiritual y hasta teológica, en una interrelación salpimentada con la herramienta del marxismo no convertido en catecismo con sus interpretaciones deterministas y mecanicistas. La vena romántica aflora en los pensamientos de Benjamin tanto en su concepción mesiánica como en su negativa a comulgar con el progreso tan en boga en las filas de la izquierda, y en otros horizontes ideológicos, ante el que él pone serios reparos al señalar que la flecha del progreso apunta a la catástrofe.

El espíritu de Walter Benjamin en su apuesta por escribir la historia a contrapelo, adoptando la mirada de los de abajo, es aprehendida con precisión y elegancia por Michael Löwy que se comporta con la obra estudiada como un flâneur que visita la ciudad-Benjamin, como éste visitase la capital del Sena, capital del siglo XIX, en busca de los signos del desarrollo capitalista. Vemos un Benjamin que aspira a la revolución, y que se alza contra la visión del fascismo ascendente como una vuelta a la barbarie primitiva, para considerarlo como un productor de la modernidad.

Una obra del pensador franco-brasileño que supone un acercamiento poliédrico a quien mantuviese un entrecruzamiento del deso de revolución, guiado por un materialismo histórico sui generis, teñido de mesianismo, cosa que repateaba a su amigo Scholem, sin obviar su vena anarquista, ya nombrada, que según él tenía ciertos aires de familia con el judaísmo, recurre a la expresión goetheana de afinidades electivas.

El libro recibió el Premio europeo Walter Benjamin de 2020.

MC

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *