Pensamiento Crítico

El sueño del capitalismo produce monstruos

Raúl Antonio Capote

Fuente: Rebelión

Quizá los lectores de libros como Fahrenheit 451, de Ray Bradbury; 1984, de Orwell; Un mundo feliz, de Aldous Huxley, o Una vida muy privada, de Michael Frayn, nunca imaginaron cuánto se parecería el mundo de hoy al descrito en esas novelas.

En la obra literaria de Robert Musil, El hombre sin atributos, escrita entre 1930 y 1942, Ulrich, el protagonista, se entrega a actividades banales, no productivas, sin valor ni sentido para los demás, no posee en lo personal nada que lo distinga, es un ser sin esencias, ni siquiera es un individualista, es la nada.

Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, describe un mundo en guerra permanente, donde los bomberos no están para apagar fuegos, sino para sofocar cualquier signo de pensamiento, de cultura, los seres humanos viven rodeados de pantallas de televisión con las que interactúan cada minuto de sus días, y que les vigilan cada paso.

1984 y Un mundo feliz nos llevan por caminos similares, drogas, vigilancia absoluta, banalidad, inhumanidad. Una vida muy privada es una distopía en la que los miembros de la casta superior viven recluidos de por vida en sus casas, ajenos a cualquier incidente externo, algo que recuerda los búnkeres en que se refugiaron los muy ricos cuando el clímax de la pandemia de la COVID-19 en EE. UU.

La creatividad de los autores se aproximó, desde el arte, a la pesadilla que es la propuesta del capitalismo, su proyecto de vida para la humanidad.

No fue el sueño de la razón lo que produjo monstruos como en el aguafuerte del pintor Francisco de Goya, es la irracionalidad sin frenos del capitalismo el que produce aberraciones sin fin.

La fantasía abandonada de la razón puede dar frutos inquietantes, grandes obras de arte, pero el mundo en desarrollo del capitalismo nada tiene que ver con esta definición, es más bien su contrario, su negación, el triunfo de la banalidad.

Los monstruos son otros, bestiales, inhumanos, con poco de genio, sometidos al carrusel del consumo que acelera sus giros mientras destruye las bases que le dan vida.

Armas de destrucción masiva, capaces de generar varios apocalipsis, aunque bastaría con uno solo para exterminar a la humanidad, laboratorios de guerra biológica, guerra permanente, destrucción del medioambiente, cambio climático, millones de desempleados, millones de seres humanos que mueren cada año de enfermedades curables, millones sin acceso al agua potable, etc., todo por la codicia imparable del 1 % de la humanidad.

Julio Verne imaginó submarinos y viajes a la luna; como él, otros soñaron y describieron en sus libros países o universos maravillosos, es el don del arte, fruto del esfuerzo y la mente poderosa de hombres y mujeres.

Los seres humanos, sin la hermosa locura de la creación, a la que alguien tildó una vez, incluso de satánica, al considerar que el don de crear provenía de un pacto con el Diablo, no seríamos humanos.

Contra ese don atenta el capitalismo de estos tiempos, ese sistema que banaliza la cultura para mejor dominarnos, que usa su industria del entretenimiento, su maquinaria de guerra cultural para evitar que encontremos y sigamos caminos alternativos.

Es el sistema en decadencia que apuesta a las cruces gamadas y las calaveras, al fascismo y la muerte con tal de no perder su hegemonía.

MC

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