Miguel Alejandro Hayes
El marxismo se debe respeto a sí mismo; sin embargo, lo pierde
cuando es poco riguroso, dogmático, cuando contamina sus “estructuras”
al tomar otras y colorearlas diferente –y así se ha comportado en una
buena parte de su historia.
Durante mucho
tiempo, esta tradición ha sido más, un conjunto de doctrinas políticas
–postura respecto al poder del estado-, que una corriente de pensamiento
consecuente con las lógicas sobre las que se levantó el padre fundador;
incluso, se ha sido más seguidor de los esquemas y modos de pensar que
deberían cuestionarse, que de los que deben aplicarse.
El
mayor error, al menos desde cierto punto de vista, es el de no
comprender los fundamentos de las ideas de Marx; que es lo mismo que
leer a Hegel como si fuera Kant, que leer a Marx como si fuera Ricardo.
Ello causado -a riesgo de caer en discursividad post-estructuralista-
por no poder trascender los marcos del lenguaje –siempre formal- que
encerraron a Kant, o a las lecturas al economista inglés.
Reconozco
que para el pensamiento cotidiano los grados y sistematicidad de
abstracciones requeridos para hacer apropiación de lo antes mencionado
no son nada fáciles de alcanzar, y que ese propio pensamiento cotidiano
ya contamina el ejercicio del pensar teórico; a pesar de ello, es
necesario un mínimo esfuerzo como contenido de una asimilación
responsable para evitar otra clase de errores que llevan menos arsenal
teórico, y sí un mayor nivel de respeto y honestidad intelectual.
No
tratan estas líneas de culpar a alguien por tales prácticas. Hay que
ser conscientes de que el mundo altamente digitalizado, con inmensos
volúmenes de información, producen no un intelectual modelado como
Descartes, sino uno que salta pasos, que debe saltar pasos y trabajar a
base de estereotipos y clichés teóricos, y no sobre el estudio riguroso.
Uno
de esas creencias poco rigurosas que el marxismo –una parte de él,
claro-, aun se empeña en gritar, a tal punto que he llegado a creer que
es más un asunto producto de la auto-percepción que del estudio, es el
de considerar a un enemigo acérrimo a la propiedad privada.
Es
cierto que Marx anuncia en el Manifiesto Comunista una guerra sin
cuartel de los obreros contra la propiedad privada, pero, ¿qué Marx, y
en qué contexto histórico, espiritual, y de evolución de su propio
pensamiento se encontraba?
Un breve recuento
nos recuerda que Prometeo, en 1848 estaba en proceso de conformación de
lo que sería su sistema teórico. No se puede olvidar, como he señalado
en otras ocasiones, que la dialéctica no puede ser retazos, sino un
sistema.
El Marx de 1848, intentaba
traspasarse de Feuerbach a Hegel, y viceversa. Años antes, buscaba
descifrar la enajenación, y se acercó certeramente, explicando que era
generada por la totalidad social en la que se está inmerso, pero aun
incapaz de desarrollar las herramientas para penetrar el prisma que era
la ideología -tema este que exige un texto propio para ser abordado con
seriedad.
Pero lo anterior, brevemente, solo
son argumentos que justifican el no óptimo grado de elaboración de las
ideas de Marx cuando sentenció la batalla que aquí se mencionó, y que no
muestran cómo se traduce eso.
En el momento de declarar la guerra a la propiedad privada, ¿dónde está el error?
Las
relaciones de propiedad, se dan a la par que se dan las relaciones de
producción. No por gusto, para comprenderlas en el modo capitalista de
producir, se desplegó el modo en que se produce -porque las relaciones
de propiedad se reflejan en aquel-. Por tanto, cuando se declara
abiertamente un tipo de propiedad, se está asumiendo la lógica de
producción que esta porta; de ahí, que hablar de un tipo de propiedad,
lleva, conocer, estudiar –desplegar el sistema de relaciones de
producción que le corresponden. Entonces, cada vez que se le declara el
tipo de propiedad, ¿se conoce el sistema de relaciones que esconde, a
profundidad? En 1848, todavía no estaba dilucidada la teoría marxista
del capitalismo, alcanzada en El Capital.
Por
otro lado, hay una cuestión que no se puede dejar de lado. La producción
siempre es determinada. La sencilla sentencia aparecida en los
Grundrisse, deja uno de los principios que más se olvida. Hay traer a
colación que la dialéctica se declara contra el uso de generalidades
abstractas, tan incipientes y peligrosas. La generalidad abstracta es,
fundamento carente de forma, imagen fija que busca proyectarse en todo
objeto; es, paso a los idealismos trascendentales, a las ideas estáticas
que mutilan al pensamiento; es un principio, un puro principio
metafísico. ¿No es acaso un principio metafísico partir de asumir a
ultranza a la propiedad privada como adversaria? ¿No es acaso un dogma a
seguir? Se puede responder que la propiedad privada produce
capitalismo, pero ya Marx explicó que el capitalismo se impone como
fenómeno cuando ocurre la acumulación originaria, y no cuando cuatro
emprendedores crecen lineal y desmedidamente.
Por
lo que sigue en pie la interrogante, ¿es toda propiedad privada
enemiga? Si recordamos las ideas antes planteadas, donde la producción
es producción determinada, y las relaciones de propiedad se reflejan en
las de producción, la propiedad siempre es, propiedad determinada.
Agréguesele que, asumiendo que el enemigo es el tipo de propiedad que
reproduce el capitalismo, entonces el enemigo es el tipo de propiedad
correspondiente –determinada- a una producción –determinada: la que
sostiene el capitalismo como fenómeno. De ahí, que deba corregirse, que,
a lo que se enfrenta la lucha social por la justicia es, a un tipo de
producción que se produce, distribuye, cambia y consume
determinadamente, y que a ella se le hace corresponder un tipo de
propiedad.
Quien declare guerras a conflicto a
generalidades abstractas, tenga lo honestidad de discernir o conocer a
qué propiedad determinada se lo hace, o al menos sepa, que al construir
la generalidad, toma a todos los tipos de propiedad privadas
determinadas, por igual –aun cuando no todas juegan el mismo papel.