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Semblanza de Jesús Santrich

Mateo Guitérrez León

Fuente: Rebelión

El primer acercamiento político que tuve a la figura de Jesús Santrich fue en la cárcel. Estaba en el Patio 2A en La Modelo y los presos políticos de las FARC-EP, con quienes compartía mi encarcelamiento entraron en huelga de hambre pues transcurrian más de seis meses desde la firma de los Acuerdos de Paz y no había salido a la calle ni uno de los más de cinco mil presos políticos de las FARC (aún hoy hay algunos que siguen encerrados, olvidados por su propio Partido).

Todos los comentarios de los guerrilleros sobre Santrich eran positivos: veían en él a uno de los pocos que luchaba genuinamente por sacarlos de la cárcel y por el cumplimiento de los Acuerdos de Paz, a diferencia  de Timochenko y compañía, estaba convencido de que la Paz debía ser conquistada por un pueblo organizado y combativo. Me conmovió profundamente cada uno de sus videos acompañando la huelga, llegando a coser su boca como muchos otros presos políticos, sentía que era uno de los pocos dirigentes de izquierda que no veía en los presos como un número más, que les reconocía y sobre todo no les olvidaba.

Un año después, todavía seguía preso y vi cómo lo capturaban, lo presentaban públicamente como un terrible narcotraficante, orquestando un repugnante montaje, como el que muchos tuvimos que vivir, para desprestigiarlo y acallar su voz. Vi como gente que pocos meses antes se refería a él con el título de “camarada” le daba la espalda, callaba e incluso justificaba públicamente su encarcelamiento, bajo el calificativo de que era un “enemigo de la paz”, calificativo sectario y despreciable con el que muchos traidores han señalado a quienes no queremos la paz de los muertos, los presos y los arrodillados.

Cuando me trasladaron a La Picota pude conocer a varios guardias del CRI (Comando de Reacción Inmediata) pertenecientes a la guardia penitenciaria que además de trasladarme a mí a las audiencias de juicio oral se encargaban de custodiar a Santrich. Me impresionó que eran sus mas acérrimos defensores, hablaban de la injusticia que se vivía en su caso pero también de política, historia de Colombia y hasta de la Revolución en el Kurdistán. Me contaban que todo eso se los había enseñado el propio Santrich, quien en pocos meses había politizado a sus propios carceleros, lo que demuestra sus altas capacidades políticas pero sobre su carisma y humanidad.

A los pocos meses salir de la cárcel y estar en el exilio pude hacer amistad con personas que le conocieron personalmente, todas se referían a él de la misma manera: un revolucionario integral, profundamente humano, carismático, alegre, fiestero y sobre todo internacionalista hasta la médula. Conocedor de las luchas de muchos pueblos era un defensor de la lucha vasca y de los presos políticos vascos a las cuales  reivindicaba como propios. 

Cuando fue “recapturado”, torturado y drogado en frente de las cámaras  en un  espectáculo siniestro de la ultraderecha uribista, se alzaron voces en su defensa en muchas latitudes. También fueron muchas las que celebramos su salida, digna y altiva, su impecable discurso en el congreso y la valentía con la que dijo en una entrevista que su lucha era “de Patria o Muerte”, consigna que supo cumplir con integridad revolucionaria. 

Muchos arrepentidos  se burlaban de sus palabras y lo llamaban cuando menos infantil, radical e incluso los más atrevidos narco o mafioso. Esos mismos hoy en día callan cuando se prueba que el montaje y entrampamiento denunciado por Santrich, que buscaba acabar con los acuerdos de paz, no era ni una imaginación ni una coartada de los “fanáticos de la lucha armada”, sino una estrategia real de los sectores más duros de la ultraderecha colombiana y el imperialismo norteamericano. 

La talla del compañero caído supera con creces la de quienes le juzgaron, empezando por el repugnante ex Fiscal General Nestor Humberto Martinez (responsable de numerosos montajes judiciales), pasando por cada uno de los prefirió ser dócil ante el poder de los mafiosos que gobernaban, creyendo y difundiendo  la versión oficial, convirtiendo a un genuino luchador popular en una suerte de demonio irracional pervertido  carente de ideología, supuestamente degradado y narcotraficante. ¡Cuan ciertas fueron esas palabras de que pasó mas cocaína  por la nariz de Nestor Humberto o Vargas Lleras que por las manos de Santrich! La historia pondrá a cada cual en la orilla que le corresponde: a uno le absolverá indudablemente, de los otros ya veremos. 

Lo único que me duele es pensar que este nuevo momento político en Colombia necesita y merece a personas como Santrich. Pienso en él y entiendo porque la guerra nos quita a los mejores, pero luego lo veo en las calles, en la juventud, en las negritudes y en caribe o en las universidades y me doy cuenta que  ha encarnado en lo más profundo del alma de nuestro pueblo. Como encarnaron Bolivar, Gaitán, Camilo Torres, Bateman, Marulanda, Pizarro y tantos innumerables mártires.

Hoy, que se limpia tu nombre honro tu memoria eternamente compañero Jesús Santrich. Honro a aquel joven enamorado del conocimiento, el arte y la vida que ingresó a las filas de la Juventud Comunista hasta que el paramilitarismo lo obliga a ingresar a la guerrilla. Honro a ese combatiente que se bautiza con el nombre de su mejor amigo asesinado. Honro al Jesús Santrich caribeño, estudiante, revolucionario, guerrillero, negociador de paz y nuevamente guerrillero. Honro tus afectos internacionalistas y tu poesía valiente. Te honro porque dijiste los que muchos no se atrevían; fuiste la voz del preso político, del campesino sin tierra, del anhelo de paz, de la juventud comprometida. Te honro porque aún cuando pusieron precio a tu cabeza saliste con una sonrisa a  retar al Poder, acompañado de un saxofón con la serenidad de cumplir tus convicciones y compromisos, llegando hasta las últimas consecuencias. 

MC

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