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Seguridad nacional, geopolítica el litio

Alejandro Marcó del Pont

Fuente: Rebelión

Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos (Eduardo Galeano)

El concepto “guerra híbrida” se ha popularizado a raíz del conflicto actual entre Rusia y Ucrania. Una guerra híbrida se puede definir como un conjunto de acciones hostiles que lleva a cabo un país contra un rival geopolítico aprovechándose de sus vulnerabilidades con el objetivo de debilitarlo. Es decir, son muchas guerras dentro de una guerra.

La guerra de Rusia–OTAN tiene varios enfrentamientos, uno en territorio ucraniano, otra guerra por la energía, semiconductores, minerales, finanzas, comercio, dispositivos bélicos, información, etc. Aunque la verdadera guerra es contra China, y ya lo hemos señalado en un sin número de ocasiones, y versa por la potestad de imponer y quitar las reglas. Si uno las impone es unipolar, si hay que consensuarlas es multipolar.

Los estudiosos coinciden en que las amenazas híbridas han venido para quedarse y se han convertido en los principales protagonistas de los conflictos, aunque existe el riesgo real de que una guerra híbrida termine descontrolándose y derivando en una guerra convencional. Las declaraciones públicas de Occidente suelen ser las de destruir, quebrar, aniquilar, asfixiar a las economías oponentes. Un buen atajo a esta pelea son las batallas geográficas. Es decir, aquellos lugares donde se pueda coartar el abastecimiento de ciertos insumos básicos para las potencias enemiga, adquiriendo o monopolizado los recursos naturales en la disputa, a nombre de la seguridad nacional.

El ministro de Industria canadiense, François-Philippe Champagne, sentenció que la demanda por los minerales críticos confiere a su país una “oportunidad económica generacional”por lo que Canadá ordenó la venta de inversiones que empresas extranjeras tengan en empresas canadienses de minerales, según Innovación, Ciencia y Desarrollo Económico Canadá. Y lo hizo con tres grupos chinos: Sinomine (Hong Kong) Rare Metals Resources Co., Limited debe deshacerse de su inversión en Power Metals Corp. Chengze Lithium International Limited debe hacer lo mismo con su inversión en Lithium Chile Inc. y Zangge Mining Investment Co. debe traspasar sus acciones en Ultra Lithium Inc.

Obligar a las empresas chinas a desinvertir sus tenencias de las empresas de minerales críticos de Canadá es posterior a que la revisión de espionaje y defensa concluyera que tales inversiones constituían una amenaza a su seguridad nacional. Lingüísticamente es dar la bienvenida a las inversiones foráneas directas de empresas que “compartan nuestros intereses y valores, es decir, occidentales y, de ser posible, estadounidenses.

La guerra multidimensional de EU contra China, según el libro Guerra multidimensional entre Estados Unidos y China, de Alfredo Jalife-Rahme, se inició con los tratados comerciales de Obama contra China y su fallido TPP, prosiguió con Trump mediante la 5G de Huawei, y se acentuó con la Guerra de los Chips de Biden, o la guerra del litio, en la que Beijing lleva la delantera de las adquisiciones desde Sudamérica hasta México.

Esta idea de poner leyes, reglas adaptadas a Occidente, delinearlas e incumplirlas, esta potestad del derecho fueron objetivos geopolíticos de Estados Unidos en cualquiera de sus guerras que suelen traducirse en grandes cruzadas civilizatorias, siempre sustentadas en leyes internas con un pretendido alcance universal. Como describió el experto en relaciones internacionales Juan Tokatlian, mientras que EU en los años 90 se auto-asignó el papel de “cruzado internacional en materia de drogas”, después de los atentados a las Torres Gemelas de 2001 se lanzó a la lucha global “contra el terrorismo” y ahora, en medio de la actual confrontación con el eje China-Rusia, se proyecta como el “fiscal internacional en materia de corrupción”, para justificar lo que identifica como la lucha de “las democracias contra las autocracias”.

Al igual que en el pasado, la relación entre la nueva cruzada anticorrupción y la geopolítica de los recursos naturales no es un secreto. En el marco de la Estrategia de Estados Unidos para Combatir la Corrupción, lanzada por Joe Biden, se encuentra “La amenaza a la seguridad nacional de los Estados Unidos”. Por ello, la Oficina de Recursos Energéticos del Departamento de Estado asumió la responsabilidad de la “Iniciativa de Transparencia sobre Industrias Extractivas (EITI)”, es decir, delinear “el estándar global para promover la gestión abierta y responsable de los recursos de petróleo, gas y minerales. El Estándar EITI requiere la divulgación de información a lo largo de la cadena de valor de la industria extractiva, o sea, la potestad de las leyes. 

Estados Unidos ha podido incorporar los principios de la iniciativa y lograr un sistema altamente transparente y eficiente al trabajar para implementar el Estándar EITI –impuesto por ellos– a nivel nacional, de 2014 a 2017, e internacional. Está institucionalizando las medidas de transparencia e incorporando la presentación de informes gubernamentales sobre la producción de energía. América Latina, y en especial el triángulo del litio, Argentina–Brasil–Bolivia, el yacimiento no convencional de Vaca Muerta en Argentina y Pre-sal en Brasil, son objetivo central para la nueva estrategia de la guerra híbrida.

Tanto esmero por cuidar la corrupción, mientras se crean monopolios de recursos naturales y se apropian de la información, no es ni inofensivo ni ingenuo. China planea actualizar sus submarinos convencionales con baterías de iones de litio, un movimiento de energía que podría aumentar significativamente las capacidades de combate y supervivencia de su flota. South China Morning Post informó que la flota de submarinos convencionales de China pronto podría funcionar con baterías de iones de litio, aprovechando los avances tecnológicos en la industria de vehículos eléctricos del país, actualmente la más grande del mundo. El informe señala que China fabrica las tres cuartas partes de las baterías para vehículos eléctricos del planeta, lo que le otorga una ventaja en la tecnología de baterías.

Las baterías de iones de litio pueden más que duplicar la resistencia de un submarino y mejorar en gran medida su aceleración para operaciones de alta velocidad, en contraposición a las baterías de plomo-ácido que se han utilizado desde la Segunda Guerra Mundial. Estas tienen, o sufren, de baja capacidad de almacenamiento de energía, carga lenta, salida de energía débil, vida útil corta y generación de humo tóxico. Estados Unidos, Alemania y Francia también han desarrollado prototipos de baterías submarinas de iones de litio con planes para su futuro servicio militar.

Estados Unidos y Europa se han dado cuenta de que no pueden desarrollar cadenas de suministro puramente nacionales lo suficientemente rápido para satisfacer la demanda de la transición del vehículo eléctrico, submarinos, o lo que fuera. Por lo tanto, Estados Unidos formó una coalición de países afines, como Australia, Canadá, Reino Unido, Francia y Alemania, con un eje asiático que forman Japón y Corea del Sur, y donde China y Rusia quedan afuera, llamada la OTAN Metálica. La ministra de Finanzas de Canadá definió que el gran problema geopolítico del futuro no es otro que el de reformular el sistema de abastecimiento de materias primas, apuntalando las inversiones solo en países amigosHasta el Pentágono se sumó a la nueva estrategia de “apoyar a los amigos”, y pidió al Congreso de los Estados Unidos modificar la Ley de Producción de Defensa que aún le prohíbe invertir en la producción de materias primas fuera del territorio nacional.

La pregunta sería ¿quiénes son los países que se ganaron la denominación de amigos y por qué? La producción de litio de Chile y Argentina está dominada desde hace décadas por capitales de Estados Unidos, Canadá, Australia y Japón. Pero según Dossier Geopolíticola prensa local solo nos advierte sobre el nuevo fantasma que está recorriendo la región: el avance de grandes empresas chinas. De esta forma, se asume como propio el temor de Estados Unidos, expresado por la jefa del Comando Sur, que ve amenazado su dominio actual sobre el Triángulo del Litio, advirtiendo la incipiente presencia de China y Rusia: “Están allí para socavar a Estados Unidos, están allí para socavar las democracias”.

Lo cierto es que la batería de ion-litio es un problema de geopolítica. Es que, de todos los metales que se necesitan para producir baterías, la situación del litio es la más delicada: desde 2020 los precios aumentaron un 900%, alcanzando un punto histórico de inflexión, lo que contrasta marcadamente con el resto de los metales críticos para las baterías. Entre 2016 y 2019, más del 90% del litio importado a Estados Unidos provino de Chile 36% y 55% de la Argentina. Estados Unidos tiene tratados de libre comercio con unos 20 países, entre los cuales figuran Australia y Chile, los dos principales productores de litio del mundo, pero Argentina y Bolivia, no.

Por eso El Consejo de las Américas, según el periódico Pagina 12, realiza tres llamados por semana entre el embajador argentino en Estados Unidos, Jorge Argüello, y su par en Buenos Aires, Marc Stanley. También se propusieron paquetes –all inclusive- de viajes a Estados Unidos, para el presidente Alberto Fernández y su ministro de economía, que incluyen contactos con Joe Biden, FMI, club de petroleros en Houston y rueda de negocios para diez gobernadores, ya que la Constitución nacional, establece en el artículo 124: “Corresponde a los estados el dominio originario de los recursos naturales”. Y como frutilla del postre, el embajador norteamericano metió su bocadillo en asuntos internos, con la mira puesta en el estratégico litio“Nosotros no lo necesitamos, pero queremos ayudar al mundo y asociarnos con ustedes”.

Argentina tiene las segundas reservas de litio más grandes del mundo, y es el cuarto mayor productor de carbonato de litio, detrás de Australia, Chile y China. Argentina no tiene un tratado de libre comercio con Estados Unidos. En febrero de 2022 se sumó a la iniciativa global de China “La Franja y la Ruta”, y en julio consiguió el respaldo de China para ingresar a los BRICS, lo cual, si no estuviera las condicionalidades de la deuda, sería un verdadero dólar de cabeza.

A diferencia de Chile, la geopolítica del litio opera aquí sin ninguna mediación, agravando incluso las internas en el frente de gobierno: mientras el ministro de economía visitaba EE.UU. y no se sabe que compromisos prometía, tanto YPF SA como los gobiernos provinciales de Catamarca y de Jujuy suscriben acuerdos de cooperación con empresas de China. La falta de una política nacional unificada se expresa sobre todo en la flamante YPF Litio, que debe partir de cero y explorar nuevos territorios porque todos los yacimientos de litio identificados en el país se encuentran en manos privadas.

Lo extraño es que, a diferencia de Canadá, EE.UU., Europa o China, para la Argentina no parecería que el litio, el petróleo o el gas sean una oportunidad económica generacional, y mucho menos una amenaza a su seguridad nacional. Tampoco parecer importante declarar alguno de las commodities un bien estratégico para el desarrollo argentino. Al parecer, la deuda condiciona de tal manera que solo es una amenaza a la seguridad nacional, y se acepta como tal, si se ataca a una multinacional.

MC

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