Ante la tragedia haitiana, proclamamos:
¡PATRIA ES HUMANIDAD!
La patria mayor es el mundo.
La patria grande es Nuestra América.
Esta isla caribeña acoge en su hermoso territorio dos patrias chicas, dos pequeñas repúblicas, dos porciones heroicas de la humanidad.
Una isla, dos sociedades, dos identidades nacionales, a las cuales las potencias coloniales y neocoloniales europeas y la norteamericana han negado la soberanía popular y el derecho a la autodeterminación.
Dos pueblos con identidades propias, que ocupan la misma isla. Uno en la parte occidental y otro en la oriental, obligados por el discurrir de la historia de la dominación imperialista a compartirla durante su existencia.
Son dos pueblos históricamente oprimidos y explotados, empobrecidos en diversos grados por sus respectivas clases dominante-gobernantes y por el poder imperialista que las tutela, las subordina y apoya y se beneficia con todas sus maldades.
Somos dos países dependientes, cruelmente conquistados y colonizados por el imperio español y el imperio francés; recolonizado drásticamente por el imperialismo estadounidense, que en la actualidad encabeza el sistema imperialista occidental.
Haití ha sufrido ese proceso con más intensidad destructiva que nuestro país y que otros países de la región. Contra su pueblo se han desatado la ira y el odio de la restauración de un dominio vengativo de profundo contenido racista.
Una cruel represalia, precisamente por haber sido el primer país de Nuestra América en conquistar su independencia, por realizar la primera revolución negra antiesclavista, por ayudar a Bolívar en su epopeya suramericana y por conservar en gran medida sus predominantes raíces africanas.
Al pueblo haitiano le debemos ese aporte continental y su valiosa contribución a la abolición de la esclavitud y a la lucha contra el dominio colonial español en esta porción de isla.
El desconocimiento y falta de comprensión de la realidad del lado español llevó a los revolucionarios haitianos a emprender la unificación de la isla, dada la tendencia a expandir el proceso emancipador hacia otras tierras donde seguían dominando los colonizadores europeos; en el caso de la parte oriental de esta isla, la Monarquía española.
Al prolongarse más de lo debido el régimen de ocupación bajo su mando, ya en proceso de conformación de nuestra identidad nacional, resultó necesaria y pertinente tanto la separación de Haití como la fundación de la República Dominicana.
El mismo hecho del control de la isla por el régimen haitiano durante 20 años posiblemente ayudó a consolidar nuestra identidad nacional.
El mismo derecho que tuvo el pueblo vecino para abolir el colonialismo, independizarse y fundar su nación, lo tuvimos nosotros para dar esos pasos. Así lo concibió nuestro prócer mayor, Juan Pablo Duarte.
Más allá de las heridas y las ofensas que conlleva esa separación violenta, se trata de una realidad consumada que es preciso reconocer, respetar y aceptar sin rencores en ambas partes.
Poco tiempo después, el bando traidor dominicano anexó el país a España y hubo que librar la guerra restauradora de nuestra independencia. Pero en lo que restó del siglo XIX y en el curso del siglo XX ambos países pasamos a ser neocolonias de Estados Unidos, con independencias de papel.
Ese es el estatus actual. Todo lo demás es ficción manipulada. República Dominicana ha sido intervenida militarmente por Estados Unidos dos veces en el siglo xx y Haití once veces. Solo en los últimos treinta años Haití ha sido intervenido diez veces y todo se ha empeorado. Ni Haití es una amenaza para República Dominicana, ni República Dominicana para Haití.
Entre ambos pueblos no hay víctimas ni victimarios de uno contra otro, solo pérfidas construcciones ideológicas para dividirnos y enfrentarnos, protegiendo a sus verdugos.
• DOMINACIÓN, MIGRACIÓN, INVASIÓN Y RACISMO
Ambos pueblos somos víctimas del imperialismo norteamericano y de sus socios locales y europeos; y en ambas sociedades existe una fuerte tendencia a emigrar, ya por razones de sobrevivencia, ya en busca de oportunidades inexistentes en el país de origen, ya por desesperanza en el curso de un duro batallar en condiciones de desigualdad.
En el caso de República Dominicana la migración se dirige fundamentalmente hacia Estados Unidos, Puerto Rico, Canadá y Europa Occidental. Hace algunos años incluyó a Venezuela.
En el caso de Haití, hay una tendencia parecida centrada en La Florida (Estados Unidos), Canadá y Europa, pero además la población más empobrecida tiende a emigrar en gran escala hacia nuestro país, atravesando fácilmente la frontera terrestre.
Los migrantes y sus descendientes sufren aquí niveles de discriminación y abuso que rompen récords internacionales. Se llega al colmo de negarles nacionalidad y ciudadanía a decenas de miles de jóvenes hijos/as de padres o madres haitianas.
Ciertamente la crisis de existencia que le han impuesto sus verdugos al pueblo haitiano no tiene parangón en la historia ni en la actualidad. Una especie de caos con hambruna y bandolerismo armado, provocado por Estados Unidos, Francia, Canadá y la voraz oligarquía de ese país, asume ya la característica de una tragedia crónica, situación que le da razón a un movimiento mundial que exija a las potencias imperialistas el pago de la enorme deuda social contraída en el caso haitiano y en todos los casos parecidos.
Ante el desbordamiento de la crisis y frente a las recurrentes movilizaciones y protestas multitudinarias demandando la destitución del gobierno ilegal y mafioso de Ariel Henry y una transición soberana, Estados Unidos y fuerzas aliadas del imperialismo occidental, después de la selección de Kenia para encabezar lo que llaman una fuerza multinacional de intervención militar en Haití, están preparando una nueva invasión militar.
Tal propósito ha sido compartido por el gobierno dominicano, que anticipadamente se ha colocado al frente de los pocos países latino-caribeños abanderados de esa intervención militar; presentando ante el mundo a la emigración haitiana como una amenaza contra nuestra soberanía y una carga insoportable para nuestra economía.
En realidad, se trata de mentiras empapadas de un tono racista antihaitiano muy propio de la ideología colonialista y de sus consecuencias xenófobas, que a su vez conllevan grotescas violaciones a los derechos humanos.
Todo esto a partir de calificar la migración haitiana como una invasión que amenaza nuestra soberanía, de militarizar el tratamiento del fenómeno y obviar que el poder establecido ha convertido la frontera en un gran negocio donde abunda todo tipo de tráfico ilegal; en las propias narices del Comando Sur, muy presente en esa zona donde además abunda titanio, oro y tierras raras.
• BANDAS, CANAL, CIERRE DE FRONTERA Y SOBERANÍA
Para intentar justificar su bochornoso apoyo a la nueva invasión militar a Haití, el presidente Luis Abinader esgrime la existencia en Haití de bandas criminales armadas que alteran gravemente la seguridad ciudadana en ese hermano país y supuestamente amenazan la nuestra, encubriendo de paso el origen y la realidad de esas bandas.
Las bandas armadas, radicadas en Puerto Príncipe, lejos de ahí, también se esgrimen para rechazar la construcción del canal del Masacre en territorio haitiano y justificar el desproporcionado y abusivo cierre de la frontera; presentando una controversia por el uso del agua de un río binacional, como un asunto de soberanía nacional que requiere una gran movilización militar amenazante.
El canal es un derecho de Haití, si no afecta el caudal ecológico del río; y es rechazable legalmente por República Dominicana si realmente lo afecta.
Eso es lo que hay que resolver y dejarse de todo ese despliegue de racismo antihaitiano con doble objetivo: justificar la invasión militar y usar esa variante del neofascismo en la presente campaña electoral, envenenando más aún con esa carga peligrosa las relaciones dominico-haitianas y alterando la convivencia de inmigrantes haitianos y ciudadanía dominicana; atizando a cada paso, echándole más combustible al fuego del antidominicanismo presente y creciente en la sociedad haitiana.
En verdad, no es posible amenazar desde Haití lo que aquí no existe y la soberanía dominicana no existe desde hace mucho tiempo por decisión del imperialismo estadounidense y porque desde entonces no la hemos podido rescatar, pese a los heroicos intentos en esa dirección.
Tampoco existe la de Haití, país por demás mucho más débil que el nuestro en el campo económico y en el militar.
Es falaz la afirmación de que la migración haitiana representa para República Dominicana una carga insostenible. Por el contrario, aporta en trabajo productivo cuatro veces más de lo que recibe en salarios y servicios sociales, y ese país hermano es el segundo mercado de las exportaciones dominicanas. Sin esos componentes nuestra economía colapsaría.
Y peor aún es calificar esa migración haitiana a nuestro país como una “invasión” que amenaza nuestra inexistente soberanía; estigmatizando, reprimiendo y hasta extorsionando sistemáticamente a los migrantes, cuando la migración es un fenómeno social tan antiguo como la humanidad.
El discurso para sembrar odio y desprecio contra Haití llega al extremo de presentar a su pueblo como una “raza inferior”, integrada por seres salvajes carentes de todos los valores.
En ese discurso se describe un Haití donde todo es caos, mafias, bandas, ignorancia, maldad, ausencia de riquezas naturales y valores humanos; donde todo lo reducen a un “Estado Fallido” e “inviable”, a una sociedad de inválidos/as, que debe ser tutelada por otra intervención militar imperialista.
Ese discurso colonialista oculta que en Haití existe una parte significativa de población consciente de sus derechos, que trabaja honestamente, que lucha y se opone a todo eso y tiene propuesta para cambiarlo.
Ese discurso, con fuerte sustrato racista, pretende ignorar que en la sociedad haitiana existen no pocos sectores integrados por juventudes, mujeres, trabajadores/as, campesinos/as, artistas e intelectuales, organizaciones revolucionarias y movimientos sociales -aun con limitaciones, debilidades organizativas y déficits de unidad- que recientemente han desarrollado contundentes movilizaciones, paros y protestas multitudinarias por la destitución de Ariel Henry, contra las bandas y por un tipo de transición democrática sin tutela extranjera.
• PROPÓSITOS DE LA INVASIÓN, ROL DE ABINADER Y LA TRAMPA EXPLOSIVA
Las bandas de Haití fueron creadas y armadas por la CIA, el Mossad israelí y los paramilitares colombianos; y protegidas además por los gobiernos mafiosos de Michell Martelly, Jovenel Moïse y Ariel Henry; con la colaboración de los servicios de inteligencia dominicanos, en todo lo que ha sido el paso soterrado de sus organizadores y de una parte de su logística por el territorio de este país.
De todo eso se infiere que quienes formaron de esa manera esas bandas no necesitan invadir esa nación para desmantelarlas; mientras se nos quiere convencer de la justeza de una intervención militar imperialista para apoyar a Ariel Henry, cómplice de las mafias armadas.
La intervención militar en Haití tiene, por tanto, otros propósitos: apoderarse más fácilmente del litio, titanio, tierras raras y uranio, e impedir que el pueblo decida su propio destino, ejerza su autodeterminación, logre la transición soberana hacia la democracia y pueda emprender imperiosos cambios sociales.
Está claro, que por razones históricas relacionadas con la separación de Haití en 1844 y situaciones posteriores, la República Dominicana está imposibilitada de enviar tropas al país vecino, a no ser que se quiera meter en camisa de once varas.
Pero por presión del Comando Sur, que ya tiene control de la frontera domínico-haitiana, montado junto a la inteligencia israelí sobre la construcción del Muro, se están preparando otras modalidades de participación dominicana en esa agresión injustificable; modalidades basadas en el MEMORÁNDUM balaguerista que sirvió de base para habilitar el territorio como base logística,
El propio Abinader, al darle un tono de guerra al conflicto del Canal del Masacre, afirmó que República Dominicana está ya preparada para apoyar desde aquí la fuerza multinacional destinada a invadir Haití.
Este gobierno está metiendo al país en una trampa explosiva, en un berenjenal incendiario que podría devenir en gran tragedia sangrienta.
Así lo denunciamos ante el país y el mundo.
Hay que detener con un mayor despliegue de la crítica veraz su ignorante prepotencia, movida por el servilismo frente al Norte Revuelto y Brutal.
Patria es humanidad.
Haití es también parte de la humanidad y no es posible hacer patria aplastando el sentido de humanidad para seguir masacrando a ese pueblo.
¡HAY QUE REACCIONAR PARA DETENER ESE DERROTERO FATAL, AQUÍ Y EN TODO EL MUNDO!
Por la COMISIÓN DE SEGUIMIENTO DEL MOVIMIENTO CAAMAÑISTA-MC:
Narciso Isa Conde, Elisabeth Mejía, Raúl Guerrero y Rafael Féliz
RESUMEN DE PROCLAMA:
Ante la tragedia haitiana, proclamamos:
¡PATRIA ES HUMANIDAD!
La patria mayor es el mundo.
La patria grande es Nuestra América.
Esta isla caribeña acoge en su hermoso territorio dos patrias chicas, dos pequeñas repúblicas, dos porciones heroicas de la humanidad. República Dominicana ha sido intervenida militarmente por Estados Unidos dos veces en el siglo xx y Haití once veces. Solo en los últimos treinta años Haití ha sido intervenido diez veces y todo se ha empeorado.
Ni Haití es una amenaza para República Dominicana, ni República Dominicana para Haití.
• DOMINACIÓN, MIGRACIÓN, INVASIÓN Y RACISMO
Los migrantes haitianos y sus descendientes sufren aquí niveles de discriminación y abuso que rompen récords internacionales. Se llega al colmo de negarles nacionalidad y ciudadanía a decenas de miles de jóvenes hijos/as de padres o madres haitianas.
Una especie de caos con hambruna y bandolerismo armado, provocado por Estados Unidos, Francia, Canadá y la voraz oligarquía de ese país, asume ya la característica de una tragedia crónica, situación que le da razón a un movimiento mundial que exija a las potencias imperialistas el pago de la enorme deuda social contraída en el caso haitiano y en todos los casos parecidos.
Frente a las recurrentes movilizaciones y protestas multitudinarias demandando la destitución del gobierno ilegal y mafioso de Ariel Henry y una transición soberana, Estados Unidos y fuerzas aliadas del imperialismo occidental, después de la selección de Kenia para encabezar lo que llaman una fuerza multinacional de intervención militar en Haití, están preparando una nueva invasión militar.
Tal propósito ha sido compartido por el gobierno dominicano.
• BANDAS, CANAL, CIERRE DE FRONTERA Y SOBERANÍA
Para intentar justificar su bochornoso apoyo a la nueva invasión militar a Haití, el presidente Luis Abinader esgrime la existencia en Haití de bandas criminales armadas que alteran gravemente la seguridad ciudadana en ese hermano país y supuestamente amenazan la nuestra, encubriendo de paso el origen y la realidad de esas bandas.
Las bandas armadas, radicadas en Puerto Príncipe, lejos de ahí, también se esgrimen para rechazar la construcción del canal del Masacre en territorio haitiano y justificar el desproporcionado y abusivo cierre de la frontera; presentando una controversia por el uso del agua de un río binacional, como un asunto de soberanía nacional que requiere una gran movilización militar amenazante.
El canal es un derecho de Haití, si no afecta el caudal ecológico del río; y es rechazable legalmente por República Dominicana si realmente lo afecta.
Eso es lo que hay que resolver y dejarse de todo ese despliegue de racismo antihaitiano con doble objetivo: justificar la invasión militar y usar esa variante del neofascismo en la presente campaña electoral.
Es falaz la afirmación de que la migración haitiana representa para República Dominicana una carga insostenible. Por el contrario, aporta en trabajo productivo cuatro veces más de lo que recibe en salarios y servicios sociales, y ese país hermano es el segundo mercado de las exportaciones dominicanas. Sin esos componentes nuestra economía colapsaría.
En ese discurso se describe un Haití donde todo es caos, mafias, bandas, ignorancia, maldad, ausencia de riquezas naturales y valores humanos; donde todo lo reducen a un “Estado Fallido” e “inviable”, a una sociedad de inválidos/as, que debe ser tutelada por otra intervención militar imperialista.
Ese discurso colonialista oculta que en Haití existe una parte significativa de población consciente de sus derechos, que trabaja honestamente, que lucha y se opone a todo eso y tiene propuesta para cambiarlo.
Ese discurso, con fuerte sustrato racista, pretende ignorar que en la sociedad haitiana existen no pocos sectores integrados por juventudes, mujeres, trabajadores/as, campesinos/as, artistas e intelectuales, organizaciones revolucionarias y movimientos sociales -aun con limitaciones, debilidades organizativas y déficits de unidad- que recientemente han desarrollado contundentes movilizaciones, paros y protestas multitudinarias por la destitución de Ariel Henry, contra las bandas y por un tipo de transición democrática sin tutela extranjera.
• PROPÓSITOS DE LA INVASIÓN, ROL DE ABINADER Y LA TRAMPA EXPLOSIVA
Las bandas de Haití fueron creadas y armadas por la CIA, el Mossad israelí y los paramilitares colombianos; y protegidas además por los gobiernos mafiosos de Michell Martelly, Jovenel Moïse y Ariel Henry; con la colaboración de los servicios de inteligencia dominicanos, en todo lo que ha sido el paso soterrado de sus organizadores y de una parte de su logística por el territorio de este país.
De todo eso se infiere que quienes formaron de esa manera esas bandas no necesitan invadir esa nación para desmantelarlas; mientras se nos quiere convencer de la justeza de una intervención militar imperialista para apoyar a Ariel Henry, cómplice de las mafias armadas.
La intervención militar en Haití tiene, por tanto, otros propósitos: apoderarse más fácilmente del litio, titanio, tierras raras y uranio, e impedir que el pueblo decida su propio destino, ejerza su autodeterminación, logre la transición soberana hacia la democracia y pueda emprender imperiosos cambios sociales.
Este gobierno está metiendo al país en una trampa explosiva, en un berenjenal incendiario que podría devenir en gran tragedia sangrienta.
Así lo denunciamos ante el país y el mundo.
Hay que detener con un mayor despliegue de la crítica veraz su ignorante prepotencia, movida por el servilismo frente al Norte Revuelto y Brutal.
Patria es humanidad.
Haití es también parte de la humanidad y no es posible hacer patria aplastando el sentido de humanidad para seguir masacrando a ese pueblo.
¡HAY QUE REACCIONAR PARA DETENER ESE DERROTERO FATAL, AQUÍ Y EN TODO EL MUNDO!
Por la COMISIÓN DE SEGUIMIENTO DEL MOVIMIENTO CAAMAÑISTA-MC:
Narciso Isa Conde, Elisabeth Mejía, Raúl Guerrero y Rafael Féliz