José Antonio Alonso/Beatriz Quirós
En 1998 un artículo de Gérard de Sélys, periodista belga, aparece en Le Monde Diplomatique en su versión francesa. Se trata de “L’École, grand marché du XXIè siècle” un análisis de las pretensiones del empresariado europeo a través de su lobby, la ERT (European Round Table), de hacer de la educación y la formación un sector estratégico vital para las empresas y por tanto de convertir la enseñanza en un gran mercado. Quizá sea una de las primeras veces que se ponen de relieve las verdaderas intenciones de las elites políticas y económicas europeas: poner a la escuela al servicio de los mercados y de los intereses de esas elites y acabar con la concepción de una educación emancipadora y al servicio de la humanidad.
Este artículo, y la publicación ese mismo año -en colaboración con el profesor Nico Hirtt- del libro Tableau Noir, résister à la privatisation de l’enseignement (EPO. Bruxelles 1998) fueron determinantes para el conocimiento y posterior difusión de las ideas sobre la resistencia a la mercantilización y a la privatización de la educación.
En España sus ideas fueron retomadas en los análisis sobre la situación de la educación y los peligros que la acechaban por parte de algunos sindicalistas de la Confederación de STEs, SUATEA en Asturies, que decidimos traducir y difundir varios artículos de estos activistas belgas y que hoy son citados en numerosas ocasiones por quienes se dedican a estudiar y a luchar contra las políticas educativas neoliberales. Sus ideas fueron determinantes para articular la resistencia frente a la ofensiva emprendida por distintos gobiernos en el Estado español contra la enseñanza pública.
Desde estas líneas queremos hacer un pequeño homenaje a Gérard de Sélys, periodista de la Radiotelevisión Belga, activista y autor de numerosos libros, artículos, miembro del PTB, luchador incansable, que ha muerto el 3 de enero a la edad de 75 años con la publicación de la traducción de uno de los capítulos más premonitorios – recordemos que fue escrito en 1998- de Tableau Noir: résister à la privatisation de l’enseignement. Chapître 6: Stratégie.
Estrategia
Por el número de empleos que requiere y las importantes sumas de dinero que moviliza, el sector de la enseñanza es comparable al del automóvil. Esto da idea de su dimensión.
La producción automovilística de los veintinueve países miembros de la OCDE genera un volumen de negocio anual de alrededor de un billón 286.000 millones de US$ (7 billones 500 000 francos franceses, 45 billones de francos belgas) y emplea a cerca de cinco millones de trabajadores.
Los mismos países miembros de la OCDE dedican anualmente un billón de US$ (5 billones 800.000 millones de francos franceses, 35 billones de francos belgas) a la financiación de su enseñanza que da empleo a cerca de diez millones de docentes.
Si se suprime la mitad de los cuatro millones de profesores con los que cuentan los quince países de la Unión europea cuyos salarios constituyen más del ochenta por ciento de los gastos de enseñanza, ¡billones de francos franceses o belgas estarían disponibles para ser utilizados en la guerra competitiva!
Y, además, si pueden, los padres están dispuestos a gastar mucho para evitar que sus hijos estén en paro. Si tenemos en cuenta que hay ochenta millones de alumnos en todos los niveles -incluyendo la Universidad- en la Unión Europea, cuyos padres serían capaces de cualquier sacrificio para evitarles el paro, podemos hacernos una idea sobre la fortuna que está en juego.
Y eso sin contar con el producto de la venta de las escuelas abandonadas y de los terrenos que ocupan. Y sin contar que los patronos (los ricos) venderán en lo sucesivo, y muy caro, cursos que hasta ahora eran prácticamente gratuitos. Y en los que podrán enseñar lo que quieran. Enseñarán lo que necesitan que aprendamos para aumentar aun más sus beneficios, sus fortunas. Nos llenarán la cabeza con su ideología, sus ideas y sus mentiras. Y dejarán de lado lo que no les interesa.
Suprimirán partes enteras de la historia. Porque la historia puede explicar cómo los ricos han explotado siempre a los pobres y que éstos siempre han terminado rebelándose, algunas veces con éxito. Guardarán de la historia solamente los grandes momentos de la construcción de su “democracia” burguesa y de la adquisición de las “libertades”, su libertad de emprender y su libertad de explotar a los otros. Presentarán dos mil años de historia como un largo proceso que conduce “naturalmente” a la libre empresa, estado último, a su parecer, de la evolución de las sociedades humanas. Suprimirán las ciencias sociales, porque las ciencias sociales pueden describir demasiado bien la miseria de los explotados y la indecente opulencia de los ricos. Estas ciencias sociales no tienen, además, ningún interés para la rentabilidad de la mano de obra. Suprimirán la filosofía, porque podría demostrar que su propia filosofía no se fundamenta más que sobre embustes de charlatanes.
Nos atiborrarán, en cambio, en sus cursos-mercancía con las ideas y principios que les favorecen: la competitividad, la flexibilidad, la excelencia, la productividad, la ganancia, la economía de mercado y la supremacía de la empresa privada.
Aunque es totalmente falso, repetirán, en sus cursos, que la competitividad rige toda vida en la tierra. Que es una verdad natural, tan cierta como que los lobos han comido siempre a las ovejas, que los leones han cazado siempre a los antílopes, que las arañas han atrapado moscas en sus telas.
Dirán que es genético. Que no hay nada que hacer. Que hay que pelear para sobrevivir, ser mejor que el otro y aplastarle si es necesario. Afirmarán que los vencidos, los pobres, los marginados han escogido su suerte, fueron perezosos, o está inscrito en sus genes. Explicarán que los vencedores, los ricos, en su caso lo son porque han merecido su suerte, han devorado a los otros de forma natural y que eso está también inscrito en sus genes.
Explicarán que hay que ser “flexible” y “adaptarse”. Flexible quiere decir: trabajar cuando tienen necesidad de mover sus máquinas, noche y día si es necesario, e irse al paro cuando quieran parar sus máquinas. Adaptarse quiere decir: aceptar sus exigencias, trabajar para ellos dónde y cuándo quieran y con los salarios que impongan.
Insistirán machaconamente en la “excelencia”. Habrá que ser excelente o no ser. Habrá que tener, como ellos dicen, “cero defectos”, “cero retrasos”, “cero averías”. Y los que no se avengan a esta obligación de excelencia, serán ceros a la izquierda en la sociedad. Serán expulsados de sus empleos y reemplazados por “excelentes” quienes… aguantarán lo que puedan, durante el tiempo que puedan. El cansancio será un “defecto”, así como estar embarazada, tener preocupaciones, pensar en su enamorado, estar atascado en un embotellamiento, asistir a una reunión sindical, soñar, estar enfermo o leer un periódico.
Dirán que únicamente la “productividad” cuenta. Por ejemplo, si quieren producir el doble de mercancías, tienen la opción o bien de contratar al doble de trabajadores, o bien obligar a los que trabajan a producir dos veces más. Hoy en día la segunda solución es la que casi siempre escogen e imponen. Hoy quieren duplicar, triplicar la “productividad”. Mañana, si habéis aprendido bien en sus cursos que el aumento de producción salvará su empresa, y vuestro empleo al mismo tiempo, aceptaréis trabajar cuatro, cinco, seis veces más o más rápidamente.
Pagaréis muy caro sus cursos dedicados al “beneficio”. El beneficio es la ganancia que sacan de vuestro trabajo. Explicarán que el beneficio sirve para desarrollar la empresa, ampliarla, modernizarla y contratar a otros trabajadores, para vencer a la competencia. Explicarán que “el beneficio” os beneficia a vosotros. Ocultarán con cuidado que las ganancias que sacan de vuestro trabajo no tienen más que un destino: desarrollar cada vez más sus propios beneficios en detrimento de las necesidades sociales de la humanidad.
Habrá también cursos -de pago, claro está- sobre la supremacía de la empresa privada. En ellos defenderán que son “valientes y audaces capitanes de la industria” que han asumido el considerable riesgo de invertir su fortuna personal en pro del desarrollo del mundo moderno y del bienestar general. En primer lugar, no dirán de dónde sale su fortuna personal.
¿Del estado? ¿De un lejano antepasado aristócrata? ¿Del saqueo de las colonias? ¿De la venta de material bélico? ¿De la explotación descarada de la mano de obra en el siglo XIX? Después callarán que las principales invenciones que han permitido el desarrollo humano fueron descubiertas y mejoradas por grupos humanos anónimos. Como han sido y seguirán siendo anónimos los obreros, los técnicos y la mayor parte de los investigadores que mejoran sus máquinas, que inventan otras nuevas, perfeccionan nuevos productos. En fin, ocultarán cuidadosamente que, cuando su empresa está en peligro, lloriquean ante papá Estado y se hacen salvar, en nombre del mantenimiento del empleo, recibiendo fabulosas subvenciones en forma de ayudas o de contratos públicos.
Naturalmente, venderán cursos de economía. De “economía de mercado”. Cursos en los cuales eminentes premios Nobel demostrarán que todo debe venderse y comprarse y que las “leyes de oferta y demanda” no solo son naturales, sino también divinas. Que únicamente estas leyes pueden asegurar un desarrollo armónico de la humanidad. Y que el paro, las crisis económicas, la pobreza y las guerras son “fenómenos” o “calamidades naturales” frente a las cuales no se puede hacer nada, como los maremotos, los huracanes o los terremotos… Se guardarán mucho de explicar que sus crisis económicas son justamente provocadas por esta economía en donde todo debe venderse y comprarse. Se guardarán mucho de reconocer que estas crisis no tienen nada de natural. Nunca la humanidad tuvo la oportunidad de producir tantos bienes como hoy. Pero hay crisis porque estos bienes no se venden. No se venden porque un número creciente de mujeres y de hombres no tienen suficiente dinero para comprar lo indispensable.
Se guardarán bien de explicar, igualmente, que su enseñanza privada y de pago agravará la fractura de la sociedad y la selección social. Entre quienes tendrán un buen trabajo remunerado, quienes tendrán empleos precarios y salarios bajos y quienes no tendrán trabajo. Que será una enseñanza más selectiva y más jerarquizada. Destinada a preparar a los jóvenes a un “mercado de trabajo” más selectivo y más jerarquizado. A la era de los “treinta años gloriosos” (1945-1975), cuando los patronos reclamaban una elevación general de los niveles de formación, y tras un periodo de transición de una década, sucede hoy una era de estiramiento de las capacidades; por lo tanto, de los niveles de cualificación requeridos: se necesitan ingenieros y técnicos cada vez más “capacitados”, pero también una masa creciente de “pequeños empleos” que solo requieren una formación básica. Quieren vender la enseñanza “puntera” y dejar al Estado el cuidado de alfabetizar apenas, en escuelas barracones, a las futuras cuadrillas de barrenderos, vigilantes de aparcamientos y limpiadores de oficinas.
Finalmente, venderán hasta lecciones de democracia. Pero de su “democracia” únicamente. Aquélla en la que los ricos hacen las leyes ocultándose tras los políticos que ellos han hecho elegir. Aquélla en donde los ricos reinan sin compartir edificando hermosos “palacios de la nación” y secretos ministerios en los cuales trabajan hombres y mujeres que les muestran su devoción. O su sujeción. Aquélla que, cuando los pueblos se sublevan, disparan las armas, sin piedad, en nombre del “orden”, el orden de los ricos. Aquélla que fomenta golpes de Estado, instala dictaduras, financia, cuando pueden serles útiles, fascistas, nazis y sus hermanos integristas. Aquélla que provoca guerras para “defender la democracia”. Esa democracia. El poder absoluto de los ricos.
Esto es pues lo que hoy. preparan activamente. Apropiarse del dinero que los Estados, los padres y los estudiantes destinan a la enseñanza. Y vender su propaganda y sus mentiras al mismo tiempo que las únicas materias que les son útiles: los idiomas y algunas asignaturas técnicas industriales e intelectuales.
José Antonio Alonso/Beatriz Quirós, Miembros del sindicato SUATEA