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TRAS LA INVASIÓN YANQUI DE 1965: TRES REVESES IDEOLOGICOS Y UNA PROLONGADA CONTRARREVOLUCIÒN IMPERIALISTA

Román Duarte Ferreira

La invasión yanqui de 1965 marcó un punto de inflexión en el devenir histórico del pueblo dominicano. El ejército invasor sobre la base de su superioridad militar, impidió los objetivos de la revolución dominicana de
volver a la institucionalidad de 1963, es decir, restituir la vigencia de la constitución aprobada en 1963 y restablecer el gobierno legítimo de Juan Bosch, quien había ganado las elecciones de 1962.

Debido a que aún pesa la tutela y el control de los invasores, no existe una historia oficial que permita educar a las nuevas generaciones sobre el tema; sin embargo, los artículos y ensayos, escritos por combatientes y otros testigos de excepción, nos permiten tener detalles de la resistencia digna de los dominicanos.

El 31 de agosto de 1965 se firmó la llamada Acta de Reconciliación, mediante la cual los dos sectores enfrentados depusieron las armas, dando paso a un gobierno provisional que tomó posesión el 3 de septiembre, con García-Godoy como Presidente, poniendo término a la Guerra de Abril.

El 1 de junio de 1966, se celebraron las elecciones generales que llevaron a Joaquín Balaguer al poder y en septiembre de 1966, fue retirada del país la primera Brigada de la 82a. División Aerotransportada del ejército, declarándose “oficialmente” el final de la invasión. En su lugar permaneció un fuerte contingente militar estadounidense que asumió el rol de asesores y tutoría sobre las fuerzas armadas dominicanas recientemente reestructuradas.

Como se podrá deducir, lo anterior no implicó de forma efectiva el fin de la guerra, pues el invasor, lo que hizo fue pasar a una modalidad de guerra de baja intensidad, con énfasis en el exterminio selectivo de los militantes y dirigentes participantes en conflicto armado que no aceptaban la subordinación neocolonial restablecida. Esa guerra se profundizó durante el sangriento periodo de la dictadura de los doce años de Balaguer.

En 1975 la prensa internacional se hizo eco de los países donde estaban localizadas las tres estaciones más importantes de la CIA a nivel mundial. La primera, estaba lógicamente en Vietnam, país en plena guerra contra Estados Unidos, donde justamente ese año está súper-potencia recibiría una humillante derrota; la segunda, en República Dominicana, de donde habían retirado el grueso de sus tropas hacía ya 8 años; y la tercera, en Brasil.

Es oportuno recordar que en Brasil, Chile, Argentina, Uruguay, Bolivia, Paraguay y esporádicamente, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela, los Estados Unidos dirigían y coordinaban el genocida, Plan Cóndor, cuyo
ideólogo y coordinador fue Henry Kissinger y que, de acuerdo a los “Archivos del Terror” hallados en Paraguay en 1992, cerró con las cifras de 50,000 personas asesinadas, 30,000 desaparecidas y 400,000 encarceladas.

Ahora bien, qué hacía la CIA en la República Dominicana con una estación de 5,000 mil efectivos, un país pobre, que apenas contaba con poco más de cinco millones de habitantes (5,144,637), y ya estaba bajo su control. A título de ejercicio, compárese la desproporción, teniendo en cuenta que para ese entonces la población de Vietnam era de 48,718,189 millones o la de Brasil de 107,216, 205 millones.

Habrá de suponerse, a falta de mayor información, que nuestro país fue convertido por el imperialismo estadounidense y su CIA, en un gran laboratorio social donde comenzó a probar diversas modalidades de
guerra sucia, que han desembocados en las llamadas guerras de cuarta y quinta generación, incluido el control y dominio ideológico de un país. República dominicana, era el espacio ideal para estos menesteres, un país pequeño, insular, con apenas 5 millones de habitantes y una identidad nacional vulnerable, aunque con una juventud siempre dispuesta a luchar por su soberanía y libertad.

DOMINIO IDEOLOGICO Y BLANCOS DE ATAQUE.

Para el dominio ideológico del pueblo dominicano, el imperialismo debió definir estratégicamente como blanco de ataque fundamental, una idea muy centrada en la conciencia del pueblo dominicano, que era la necesidad de luchar por la soberanía nacional para construir una sociedad democrática y de justicia social. Esa idea mantenida por generaciones, fue una de las siembras más importantes en la conciencia del pueblo dominicano y guía en las luchas realizadas, por Luperón y los Restauradores, por Gilbert y los combatientes contra la invasión de 1916-24; continuada por el Cdte Jimenez Moya y los expedicionarios de junio de 1959, por Manolo y Minerva y el IJ4, por Caamaño, Fernández Domínguez y los-as Constitucionalistas de 1965.

El patricio Juan Pablo Duarte, consideraba que soberanía y democracia eran dos ideas articuladas en un solo proyecto político. Esto se constata en los pocos trabajos de Duarte que lograron conservarse, en los cuales presenta la soberanía, como condición para alcanzar la sociedad justa y democrática, o como él mismo lo diría, “La Nación dominicana es libre e independiente y no es ni puede ser jamás integrante de ninguna otra potencia, ni el patrimonio de familia ni persona alguna propia ni mucho menos extraña.”

Estas ideas fueron las guías de Luperón y el partido azul, luego formalizadas y despejadas de influencias religiosas, por la generación hostosiana. Además, resultaron claves para que la República no sucumbiera
frente a las continuas amenazas que ha tenido desde su fundación; iniciando con la anexión de Santana, las tentativas traidoras de Báez y de Lilís, la primera invasión norteamericana del 1916 y la obligada retirada del
ejército invasor en 1965.

Ese acervo patriótico nutrió más recientemente el accionar de los expedicionarios de junio de 1959 y del IJ4, y el pensamiento del Profesor Juan Bosch y la Constitución de 1963 en que sustentó su gobierno. Igualmente inspiró la resistencia armada contra el yanqui invasor durante la Guerra Patria de 1965.

En el imaginario del pueblo dominicano la soberanía ha sido lograda, aunque ciertamente se trata de una soberanía solo relativa, muy mediatizada, casi nominal; pero, lo que nunca ha llegado es la democracia, que Duarte suponía casi como resultado o consecuencia de la soberanía conquistada. De ahí que en el dominicano común se fortaleciera fundamentalmente la conciencia sobre la necesidad de luchar por un
cambio político y social para conseguir la democracia anhelada; lo que siempre ha chocado con dependencia de corte colonialista impuesta por EEUU, provocando el constante resurgir del pensamiento duartiano, que
relaciona estrechamente la democracia a la lucha por la soberanía.

La idea que interrelaciona cambio político-social, libertad y soberanía -con gradaciones, modalidades e influencias variadas, ha motivado la lucha y el sacrificio de muchos-as jóvenes comprometidos-as con ella, desde Duarte hasta nuestros días. Es también la razón por la cual nuestros dictadores han tenido que ejercer el poder en un permanente ambiente de desasosiego y a base de continuas represiones sangrientas. Siempre, y sin excepción alguna, se han sentidos amenazados por una juventud que, sin importar los
padecimientos, siempre estaba resuelta a luchar para producir el cambio hacia una sociedad democrática y de justicia social.

La disposición de luchar, se debía, necesariamente, a la presencia de un vigoroso sentimiento o sentido de colectividad en la juventud y en el pueblo dominicano en sentido general. Ese conjunto de sentimientos presente en la juventud dominicana hizo de ella un sujeto social inclinado hacia la subversión político-social y hacia el antiimperialismo. Es obvio, por tanto, que se convirtiera para el imperialismo y la CIA en un blanco de ataque prioritario.

PRIMER REVES IDEOLOGICO

Antes de avanzar, es necesario definir algunos conceptos claves para este análisis, sobre todo para las personas no acostumbradas a este tipo de lecturas. Así pues, asumimos el concepto de ideología como lo define la Real Academia de la Lengua Española, que establece que ideología es el conjunto de ideas fundamentales que caracterizan el pensamiento de una persona o colectividad, en otras palabras, es el conjunto de ideas a través de las cuales personas o pueblos interpreta el mundo que le circunda.

El problema es, que entre el 90 y el 95% de esas ideas no son productos de nuestros propios razonamientos, sino que son elaboradas por otros y a través de distintos medios (escuela, comentaristas de radio y televisión,
prensa radial y escrita, la internet, religiones, etc.), las colocan en nuestras mentes e inconscientemente las asumimos como pensamientos propios.

Por esa vía manipulan nuestras preferencias, empatías, animadversiones, miedos, desconfianzas… hacia ciertos grupos o ideas, pero sobre todo nos ponen a pensar desde la perspectiva de sus intereses, pero como si fueran nuestros. Es la forma en que el imperialismo y la CIA imponen su dominio ideológico sobre la sociedad.

El primer gran revés ideológico que el imperialismo asestó a la revolución dominicana, fue la cooptación del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), el principal partido de una revolución democrática enfrentada a la intervención militar de EE, UU. El partido que convocó a miles de dominicanos a luchar por la democracia y la soberanía, fue influido y ganado por la oligarquía capitalista y el poder imperialista estadounidense para integrar junto al Partido Reformista un sistema bipartidista, a semejanza de EU, subordinado a los intereses estratégico de esa superpotencia, imponiendo a la vez una alternancia del liderazgo político que permitiera crear una falsa imagen de democracia.

A esa estrategia sirvió Peña Gómez, cuando promovió en el PRD su transformación en un Partido Socialdemócrata, amigo de los liberales de Washington. Estableciendo como único objetivo del partido, sacar del poder a Joaquín Balaguer y entregar como premio de consolación algunas libertades públicas al pueblo para crear la sensación de democracia, a la vez que se subordinaba a los intereses de Washington. Así el PRD se transformó en un partido clientelista, con altos niveles de corrupción, asociado a sectores oligárquicos, cada vez más parecido al PRSC y finalmente comprometido con las políticas fondomonetaristas y la estrategia neoliberal. Su prédica socialdemócrata terminó neo-liberalizándose, dada su subordinación a Consenso de Washington.

SEGUNDO REVES IDEOLOGICO

Juan Bosch comprendiendo la traición, se retira del PRD y funda el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), con el inconveniente de que esto ocurre a una edad avanzada del honesto líder, y su deterioro cognitivo se precipitó.

El equipo de dirección que lo acompañaba, en el esfuerzo de construir la nueva organización, lo traicionó, llevándolo al martirio en un acto para una alianza con Balaguer, en la que el profesor no sabía siquiera dónde estaba. Antes de que su máximo líder muriera, ya esa nueva dirección enrumbaba al PLD a ser consorte de la lumpen burguesía trasnacional y local, y a asumir los conceptos fundamentales de la ideología neoliberal representada por el liderazgo emergente de Leonel Fernández.

En lo que se refiere a las organizaciones de izquierda y una parte de los combatientes de abril de 1965, el plan de cooptación y división se desarrolló paralelamente al programa de asesinatos selectivos contra los revolucionarios más firmes e incorruptibles. A esto se sumó la infiltración de grupos para inocularle el veneno del divisionismo en medio el terror y de la criminalización de la protesta pública, reprimidas brutalmente con
saldos de muertos, heridos y encarcelados.

En ese plano no faltó el trabajo de inteligencia de la CÌA que, mediante estudios de las características personales de los dirigente, de las contradicciones internas, los choques sectarios, las ambiciones particulares, el impacto a nivel local de las contradicciones en el movimiento comunista y revolucionario internacional, que le posibilitaron a las derechas y a EEUU dispersar y atomizar una parte importante de las fuerzas revolucionarias, atraer hacia el PRD a otras y conquistar o neutralizar, mediante hábiles
procedimientos -incluida la oferta de visas y oportunidades de empleos, negocios y tranquilidad- a otros componentes del movimiento. Todo esto conjuntamente con una campaña desinformativa y un cerco mediático, que les facilitaba aislar y menguar la acción independiente de una buena parte de las ya debilitadas organizaciones de izquierda y sectores del movimiento social en lucha.

Vale si reconocer, que aunque el daño fue enorme y el revés ideológico en campo popular y revolucionario tuvo consecuencias negativas a largo plazo, siempre perduró en sus componentes más firmes e insobornables la determinación de continuar el combate antiimperialista y anticapitalista, de preservar su independencia clasista, emprender procesos de unidad y renovación revolucionaria; ya con mucho menos potencialidades que las acumuladas en Abril de 1965, pero con el valor estratégico que representa la coherencia más allá de los reveses temporales. Igual subrayar que una franja de las izquierdas, perteneciente a variadas organizaciones y grupos, se desactivó, se desencantó, sin claudicar, sin traicionar e incluso manteniendo algunos niveles de colaboración.

EL TERCER REVES IDEOLOGICO

Un acontecimiento internacional que vino a coadyuvar este proceso fue el derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que dio paso a la construcción de un orden unipolar con Estados Unidos como su centro hegemónico. Proceso que quiso ser argumentado por Francis Fukuyama, en un ensayo que tuvo mucho impacto e influencia en su momento, titulado “El fin de la historia y el último hombre”, queriendo señalar que más allá del capitalismo no hay otro régimen posible.

La desesperanza y el pesimismo hizo presa de amplios sectores de la izquierda a nivel global, pero mientras en otros países fue un fenómeno que logró superarse en el mediano plazo, en nuestro país, la fuga de revolucionarios tuvo un carácter más permanente, incluida gran parte de su intelectualidad, que solo lo explica la ausencia de un verdadero compromiso ético como base de la lucha por la justicia social, en muy amplios sectores de la izquierda dominicana.

Un verdadero revolucionario es el que asume como compromiso ético, luchar por la igualdad, la solidaridad y justicia social, movido únicamente por amor al otro. Los métodos de análisis, así como las estrategias que se
tomen para alcanzar esos objetivos son otra cosa. En el intento por lograr el cambio social, el revolucionario puede errar múltiples veces y eso jamás mellará su intención y ánimo. Volverá a intentarlo cien veces más, pues mientras no se logre esa sociedad a la que aspira, su lucha estará siempre justificada.

Otra cosa es, cuando consciente o inconscientemente el objetivo del individuo que se asume revolucionario es llenar vacíos o frustraciones de su individualidad o por otras múltiples razones, pero sin ese necesario compromiso ético con la justicia social, al primer tropiezo abandona la revolución y busca resolver por otra vía. No importa la preparación teórica de ese revolucionario, ni el lugar que haya ocupado en la dirección de su organización, ni siquiera los actos heroicos que haya protagonizado, en el momento que entienda que sus objetivos personales no podrán ser alcanzados por vía de la lucha revolucionaria, hace maletas con cualquier justificación.

Dato curioso, en nuestro país, quizás como en ningún otro, muchos de esos ex-revolucionario y hasta organizaciones enteras, a pesar de haber abandonado expresamente o indirectamente la lucha por el socialismo, es decir, a pesar de dejar de ser izquierda, jamás aceptan que los llamen derecha e incluso se siguen llamando izquierda y hasta lo hay que actúan como derecha, como fuerza del sistema sin abandonar los símbolos revolucionarios.

Estas generaciones de ex-revolucionario, cuyos hijos nacieron entre las décadas de los ochenta y noventa, ya no le inculcaron en su crianza el compromiso social, que era práctica común hasta los setenta, dejaron que se formaran en el más puro individualismo neoliberal.

Esa es una de las razones por lo que en sectores sociales que nutrían las organizaciones de izquierda, los llamados “clase media”, predomina el individualismo, el consumismo, la indiferencia o miedo al cambio social. Aunque ahora comienza un despertar, no son pocos los jóvenes que entienden que la política no es lo suyo, viven concentrado en su éxito personal, éxito que conciben solo dentro del ámbito del tener y no del ser.

LA IDENTIDAD NACIONAL ULTIMO BLANCO DE ATAQUE.

La identidad de los pueblos es una de las fuerzas que más dificulta el sometimiento colonial-imperialista. Esa es la razón por la que los pueblos colonizados no deben tener identidad y esta se convierte en un blanco de
ataque en los procesos de sometimiento colonial y nuestro caso no fue la excepción.

La mayoría de pueblos construyen su identidad en un largo proceso histórico, casi siempre sobre la base de un fenotipo, como son los casos de las etnias africanas, los pueblos originarios de nuestra América, los caucásicos europeos, etc.; o sobre la base de una historia común de muchos siglos o una cultura propia que les permite identificar al otro. Todos esos factores los hace percibirse con un origen y un destino histórico común.

El dominicano en cambio, ha construido su identidad, primero, sobre la base del mestizaje, es decir, no tenemos un fenotipo único, esto es lo que lleva a Duarte, reclamando el reconocimiento de nuestro pueblo a declarar: “Los blancos, morenos, cobrizos, cruzados, marchando serenos, unidos y osados de la Patria salvemos de viles tiranos, y al mundo mostremos que somos hermanos”; segundo, pocos años de historia común, las primeras menciones del gentilicio “dominicano” aparece apenas en el siglo XVII.

A lo anterior se le agrega, una cohesión social amenazada por rémoras racistas del colonialismo, que impuso en nuestra cultura que todos los rasgos fenotípicos provenientes de la “raza blanca” (Pelo lizo, tez clara, etc.) son superiores. Situación agravada por la política cultural trujillista que exaltaba nuestro origen hispánico, promoviendo en la población que éramos un pueblo de blancos, política continuada por Balaguer y grupos de
intelectuales hispanófilos, minimizando los demás componentes de nuestra cultura sincrética.

¿Por qué es tan importante el tema de la identidad?, porque sobre ella se construye la nación y la idea de soberanía. Solo en los pueblos en los que existe el reconocimiento de sí mismo, surge la necesidad de autogobernarse, de construir el Estado soberano. En los pueblos jóvenes como el nuestro, la historia es el instrumento más eficaz para fortalecer su identidad y cultura; pero, justamente la historia, sobre todo la contemporánea, es decir, desde la invasión del 1916 hasta nuestros días, es de lo que menos saben nuestros jóvenes.

Si los jóvenes hasta las décadas de los sesenta y los setenta eran fervientes estudiantes de historia, qué poderosa fuerza decidió que las siguientes generaciones no la conocieran. Obviamente, el secuestro de la historia en la formación escolar de las últimas generaciones se debió a un plan deliberado de algún supra poder como la CIA. Quizás por esa razón ha estado cerrado el museo de historia desde el 2005, es decir por 15 años.

Todo esto ha generado una gran confusión de identidad en una parte importante de la juventud de hoy, que los lleva a no saber quiénes son, ni como son, ocasionándole una muy baja autoestima. Esta confusión de identidad se refleja, en la difusión que últimamente tiene el uso de nombres en inglés, sin ni siquiera dominar ese idioma, lo que lleva a escribir o pronunciar incorrectamente el nombre en la mayoría de los casos. Pareciera como si ya no existieran, abuelos, padres, hermanos, algún héroe de la patria o de la literatura, con el mérito suficiente para darle nombre a un hijo.

La misma confusión afecta sectores de nuestra izquierda que rechaza el uso de la bandera nacional, sin comprender su fuerza simbólica cuando se defiende la patria frente a la agresión externa; entendiendo que su uso es más propio de los patrioteros neofascistas anti-haitianos y obviando modalidades realmente diferenciadoras.

Una parte de nuestras izquierdas ha sido afectada del mismo eurocentrismo que gravitó sobre Marx en 1858, cuando en una carta a Engels, refiriéndose a la crítica de que su artículo sobre Bolívar había sido escrito en un tono prejuiciado, señala lo siguiente: “Hubiera sido pasarse de la raya querer presentar como Napoleón al canalla más cobarde, brutal y miserable. Bolívar es el verdadero Soulouque” (el tal Soulouque fue un ex esclavo que se proclamó Emperador de Haití y ejerció el poder mientras le duró de un modo enloquecido, despótico y cruel)”. Evidentemente que el eurocentrismo y las influencias de Hegel, no les permitieron a Marx entender las diferencias en los procesos político de ambos continentes.

Una gran parte de la sociedad dominicana ha sido arrastrada al conservadurismo, con un pensamiento más ajustado a los intereses del imperialismo, que a los del cambio radical por la construcción de un país de mayor justicia social y democrático.

El anhelo inculcado por Duarte en favor de un cambio hacia una sociedad soberana, justa y democrática ha sido gravemente debilitado en la conciencia nacional. Ese es un factor muy negativo, que al predominar en
las últimas décadas, mellando todo lo que se logró a finales de lo 50 y a lo largo de la década de 1960, ha determinado un gran retraso en el propósito de derrotar el coloniaje impuesto y revertir de la contrarrevolución
imperialista. Y el mismo se expresa en forma superlativa y aberrante en la nueva versión de gobierno colonialista que preside Luis Abinader dentro de la asociación espuria entre una elite capitalista lacaya y una partidocracia asaltada por ella y por sus tutores estadounidenses.

Esto nos convoca a continuar persistiendo en la lucha por la nueva independencia, la verdadera democracia y el socialismo, y a hacer conciencia de la situación y buscar salidas superadoras mediante el debate político y la creatividad que posibiliten recuperar nuestra identidad como pueblo, lo común en el ámbito de Nuestro América y el sentido de soberanía tanto de la patria chica con de la patria grande latino-caribeña; sobre todo en estos momentos, en que la historia en su devenir y ascenso dialéctico en espiral augura un nuevo repunte de la lucha popular.

MC

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