Luis Carvajal
La suspensión de la Licencia Ambiental otorgada de manera dolosa para la construcción de un complejo hotelero y la privatización de una parte importante del Área Nacional de Recreo Guaraguao-Punta Catuano y del Parque Nacional Cotubanamá constituye una victoria del movimiento ambiental.
Es apenas una batalla en el marco de una guerra contra intereses económicos desprovisto de escrúpulos, sensibilidad social y límites éticos.
Todavía continuamos luchando por frenar la destrucción de bosques productores de agua como en Sierra de Bahoruco y Valle Nuevo, garantes de la supervivencia estratégica de la Nación.
Todavía seguimos reclamando la restauración del Parque Nacional Manolo Tavárez Justo, eliminado para permitir el avance de los aserraderos sobre el bosque nativo, la expansión de la ganadería extensiva y las concesiones mineras.
Todavía enfrentamos la extracción masiva de materiales desde el lecho y las bermas de los ríos, la eliminación del bosque de galería y la contaminación de sus aguas por vertidos no tratados.
Todavía continua el Ministerio Ambiente dando permisos irregulares a proyectos que destruyen dunas costeras, manglares, humedales y refugios de vida silvestre.
Todavía se siguen multiplicando las ocupaciones de áreas protegidas como las Dunas de Baní, El Parque Nacional Luis King y otras.
Todavía continúa el desacato a las sentencias que ordenan respetar el entorno de Los Tres Ojos y del Parque del Este intervenido con la Construcción de una terminal de autobuses.
Todavía persiste la amenaza de expandir la megaminería metálica a nuestras zonas productoras de agua, insistiendo en los proyectos mineros en Loma Miranda, Loma Los Siete Picos, valle de San Juan, Restauración, Sabana de Guabatico y otras regiones sensibles del país.
Todavía carecemos de una política pertinente de manejo de desechos sólidos, de gestión de plásticos y polímeros sintéticos, de saneamiento básico y de control general de efluentes.
La victoria obtenida en el Tribunal Superior Administrativo es apenas un impulso para ampliar y profundizar la lucha por un ambiente sano, por la continuidad y supervivencia de nuestros sistemas naturales, nuestra biodiversidad y sus dinámicas, por el agua, por el aire y por los suelos.
Es, en fin, la lucha para instituir un estado que garantice el derecho al disfrute pleno y justo de los componentes y servicios que ofrece la naturaleza y los bienes que genera el trabajo social. Esta lucha apenas empieza.
