La opresión patriarcal y la explotación capitalista se expresan muy duramente contra las mujeres en todas las edades, y constituyen muy serias limitaciones para su pleno desarrollo y para el ejercicio de derechos por parte de las mujeres.
Esa realidad, histórica y mundial, tiene sus orígenes, sus causas, sus diferentes formas de expresarse según tipo de desarrollo y cultura en las diferentes partes del mundo, pero tiene un hilo o patrón común que afecta a todas las mujeres, de manera más dramática a sus sectores empobrecidos o de más bajos ingresos, en todas las sociedades y en los diferentes modelos económicos y políticos.
En rebeldía contra esa situación desde hace muchos años surgió el feminismo, como un movimiento social y político, que ha construido la teoría feminista. Desde este pensamiento se han podido establecer categorías de análisis, y consideraciones algunas de las cuales han permitiendo establecer que:
- Las diferencias sexuales se han constituido en desigualdades sociales, y estas derivan en valoraciones y reconocimientos diferenciados que colocan lo masculino en posiciones de superioridad frente a lo femenino;
- A partir de lo anterior se ha construido la división sexual del trabajo, y bajo la idea ¨subliminal¨ de la maternidad, se trata de justificar para que parezcan “naturales” las cargas de responsabilidad en la crianza y el trabajo de cuidado en el hogar, roles culturalmente asignados que se constituyen en trabas y obstáculos para su desarrollo y bienestar.
- El control sobre la sexualidad de las mujeres, entendida como derecho en sus decisiones, en relación con su salud o con la procreación, y no solo para el erotismo masculino, o la oferta del cuerpo de las mujeres como mercancía, en la industria de la belleza, en el turismo, o en la prostitución, para sustraerla del mandato de religiones, o códigos legales que responden a intereses que nos son ajenos.
El pensamiento feminista ha permitido detectar la existencia dentro de diferentes regímenes económicos, sociales y políticos un patrón que en todos ellos se relega a las mujeres al papel de sostenedoras de los núcleos familiares, para así concederles a los hombres el control sobre propiedades, bienes y poder político.
Entender lo anterior conduce a asumir que todo eso es propio de las sociedades basadas la apropiación, la injusticia, y la violación de derechos, y por tanto el propósito de la transformación se constituye en un valor de revolucionarios. De ahí la importancia de asumir este análisis y hacerlo propio de la acción revolucionaria del Movimiento Caamañista.
El pensamiento feminista sostiene con razón que la opresión de las mujeres se da no por su capacidad reproductiva, falsamente sindicada como “la causa” mediante la que se asigna al hecho biológico la raíz de una cuestión de carácter social.
La explotación y la opresión de las mujeres es consustancial al patriarcado como sistema social y toma históricamente formas propias en el capitalismo en función de las estructuras de poder, control y dominio; ahora, en esta etapa histórica, con las características propias del degradante modelo neoliberal impuesto en las últimas décadas, que además se expresa en diferentes formas de mercantilización sexual.
De ahí que el género ha devenido en una categoría del sistema social que determina espacios, categoriza roles, asigna funciones y recursos en atención a intereses.
De ahí lo necesario de volver al porqué de las desigualdades entre mujeres y hombres, retomando la idea de que las mismas son consustanciales a las estructuras sociales que sustentan la macro-cultura del patriarcado junto a los intereses del capitalismo, haciendo una conexión estrecha entre opresión y explotación.
Los efectos dramáticos del machismo, constituido en palanca favorable y funcional a la sobre-explotación capitalista de las mujeres tienen expresiones precisas:
Desde el 1975 se conoce que las mujeres, siendo la mitad de la población y trabajando las dos terceras partes de su tiempo, (trabajo productivo y reproductivo o de economía de cuidado), ganan un tercio de lo percibido por sus compañeros varones y son propietarias solo del 1% de los recursos de tierra, vivienda o empresas.
-Aquí en República Dominicana, durante décadas el desempleo femenino es el doble que el masculino. Esto a pesar de que las mujeres participan de manera mayoritaria frente a los hombres en el sistema educativo.
-RD sigue siendo uno de los países de la región con tasas más altas de mortalidad materna, relacionadas con aborto, (unos 100 mil casos anuales de abortos clandestinos), embarazo adolescente…
-Las diferentes formas de violencia contra las mujeres, y en particular los feminicidios, en los últimos 10 años llegan a unos 200 casos anuales, lo que nos coloca en el quinto país con ese grave problema en Latinoamérica y Caribe.
-El 11.7% de las mujeres dominicanas de entre 18 y 22 años vive en pareja desde antes de cumplir 15 años, y 35,9% de las mujeres entre 20 y 24 años declaran haberse casado o estado unidas de manera estable antes de los 18 años, -muchas veces con hombres que le doblan la edad- lo que coloca a RD en la cabeza de las cifras de uniones infantiles en América Latina y el Caribe.
La transformación de las relaciones de género debe ser un propósito, una posición irrenunciable y una condición en el proceso revolucionario dominicano.
Acorde a estas reflexiones y considerando que la transformación hacia una sociedad de iguales, está marcada por una propuesta política transformadora, desde el MC apostamos por:
1. Valoración de la condición humana desde el reconocimiento de las diferencias en relación con la igualdad de derechos.
2. Reconocimiento de la situación desigual e injusta de las mujeres, por todas las formas de subordinación, sobre-explotación, violencia y opresión impuesta por el capitalismo patriarcal.
3-Asunción de la propuesta política del nuevo socialismo que implica el propósito de cambiar las relaciones capitalistas de producción por relaciones sociales y económicas de redistribución y a la vez democratizar profundamente las relaciones de poder en todas sus expresiones.
4. Una transformación cultural que signifique superación de todas las formas de jerarquías sociales, en particular la macro-cultura patriarcal y sus manifestaciones machistas.
AL MC le toca asumir el desafío derivado de esta cruel realidad en las que se entrelazan diversas formas de opresión y degradación de los seres humanos, asumiendo las luchas contra todas las opresiones y por todas las liberaciones.