I Congreso Caamañista Líneas Programáticas y de Acción Quienes Somos

PUNTO I: EL PAIS EN QUE VIVIMOS

La República Dominicana es un país situado en la parte oriental de una de las islas de las Antillas Mayores del Caribe, integradas también por Cuba, Jamaica y Puerto Rico. En la parte occidental insular está ubicada la hermana República de Haití. Esta isla fue llamada Quisqueya o Haití por los aborígenes y después bautizada a sangre y fuego por los conquistadores españoles con el nombre de La Hispaniola. Nuestro país ocupa algo más de 48 mil kilómetros cuadrados, equivalente a las dos terceras partes del territorio isleño.

La población dominicana es predominantemente mulata, con minorías blanca y negra. La población originaria fue exterminada por la represión y la explotación extrema a que la sometieron los conquistadores españoles, encabezados inicialmente por Cristóbal Colon y su familia, quienes gobernaron en representación de la monarquía española.

Nuestro pueblo, integrado inicialmente por una combinación de blancos venidos de España, aborígenes y negros (as) procedentes de África, empezó a forjar su identidad nacional y su propia cultura en dura lucha contra las imposiciones imperiales y a través de un proceso de combinación y fusión de las diversas etnias y culturas que influyeron en su conformación. Es un pueblo realmente multicolor.

  • Identidad propia, dependencia y lucha por la soberanía

La identidad dominicana se expresa en su vida cotidiana: costumbres, hábitos, lenguaje, alimentación, expresiones artísticas, historia, sentimiento y sentido de pertenencia a un país, a una nación. Ella fue forjada no solo frente a los conquistadores y colonizadores españoles, sino además frente al régimen de ocupación derivado de la expansión de la revolución haitiana y frente a las sucesivas formas de dominación y dependencia de los Estados Unidos de América y las potencias europeas, como también frente al despotismo y al entreguismo de la oligarquía capitalista criolla y de las corrompidas elites políticas que han detentado el poder.

Así, la identidad y el temple de los dominicanos(as) se ha venido creando en luchas heroicas, en resistencia permanente contra la explotación, discriminación, colonización y recolonización del país. Desde las rebeldías del cacique Guarocuya (Enriquillo) y las primeras guerrillas de la Sierra de Bahoruco, del esclavo Lemba y los negros insurrectos, de los criollos insumisos encabezados por Roldán, de los Trinitarios independentistas y de los restauradores de la República hasta los combates contra las intervenciones militares estadounidenses de 1916 y 1965, la primera de ellas liderada por Gilbert y Cayo Báez, las luchas anti-trujillistas de Tulio Arvelo, Jiménez Moya, Manolo Tavárez y Minerva Mirabal y los enfrentamientos al terror balaguerista que tuvieron en Amaury Germán y los combatientes del 12 de Enero, en Orlando Martínez, Amín Abel y Narciso González expresiones señeras de extraordinario valor.

En 1822 los gobernantes haitianos, continuadores de un valioso proceso revolucionario que les posibilitó conquistar tempranamente su independencia en 1804 y a la vez liberarse de la esclavitud, tratando de lograr la unificación de toda la isla y de garantizar la derrota definitiva de los imperialistas europeos (franceses y españoles), ocuparon la parte oriental de la misma, sometida todavía al dominio colonial, pero en la que habitaba un pueblo que en buena medida ya había forjado una identidad diferenciada de la haitiana, derivando lamentablemente esa expansión en un régimen de ocupación militar y dominación política.

El pueblo dominicano, después de una breve independencia frente a España, conocida como “independencia efímera” (1821), resistió la ocupación haitiana, la derrotó y conquistó su segunda independencia en 1844 (que perduraría durante un periodo relativamente corto), para luego tener que reconquistarla en 1865 frente a la anexión a España, promovida e impuesta por el sector conservador, latifundista (hatero) y pro-español  liderado por Pedro Santana, que si bien hizo causa común con Duarte y los Trinitarios en las luchas que culminaron con la derrota de las tropas haitianas y con la separación de ambas naciones (expresada en la proclamación de la independencia el 27 de febrero de 1944), luego traicionó la causa independentista, promoviendo de nuevo la entrega a España.

La Restauración de la República, el restablecimiento de la autodeterminación de nuestro país frente a España y la derrota de los anexionistas criollos, fue una especie de tercera independencia. El principal héroe de esa epopeya fue el general Gregorio Luperón.

Luego de restaurada la República en 1865, plasmados los ideales que representó el grito de Capotillo del 16 de agosto de 1863, tras sufrir varias agresiones militares de la naciente potencia del Norte, el país fue ocupado militarmente por los Estados Unidos de América en dos ocasiones, la primera de ellas de 1916 a 1924 para controlar las aduanas y expandir sus capitales, y más tarde de 1965 a 1966 para impedir el triunfo de la revolución democrático-popular que encabezaron los coroneles Fernández Domínguez y Caamaño Deñó, destinada a restablecer la derogada Constitución de 1963 y el derrocado gobierno democrático de Juan Bosch, uno de los procesos más avanzados en nuestra historia republicana.

A lo largo de su accidentada y heroica existencia, nuestro pueblo, después de derrotar el colonialismo español, ha sufrido las consecuencias del saqueo económico, las agresiones militares y el sometimiento ideológico-cultural de los Estados Unidos de América, convertido ese país en el curso del siglo XX en el imperialismo más moderno, poderoso y agresivo del sistema capitalista mundial.

Esa dominación estratégica imperialista, que contó con el apoyo de la oligarquía dominicana en sus diferentes fases y expresiones, ha determinado que República Dominicana, aunque formalmente independiente, sea una verdadera dependencia de Estado Unidos y en menor medida de sus corporaciones y de sus aliados alemanes, españoles, franceses, ingleses y japoneses.

A esto se le ha llamado neo-colonia, o sea, una colonia de nuevo tipo, con instituciones propias de las llamadas repúblicas independientes, con una constitución y un sistema formalmente democrático-liberal-representativo y con el nombre de república; pero realmente con gobiernos, economías, mecanismos ideológico-culturales y sistemas políticos subordinados al imperialismo estadounidense.

La conquista, la colonización, la expansión imperialista sobre nuestro territorio y su domino sobre nuestra sociedad, así como el devenir de nuestro país y de esta isla como eslabón del sistema capitalista mundial, han implicado -en diferentes períodos históricos y con distintas modalidades de estructuras, clases, ideologías y sistemas dominantes- la apropiación del resultado del trabajo de una gran parte de la sociedad y de sus valiosos recursos naturales por una minoría explotadora y depredadora.

La generación de riqueza a partir de la explotación de la fuerza de trabajo manual e intelectual de nuestra sociedad y la apropiación y transformación del patrimonio natural del país y de nuestra isla por esa esas minorías criollas y por las corporaciones extranjeras, dieron lugar, a partir de la conquista y la colonización española, a una dinámica destructiva que ha empobrecido de múltiples maneras a los seres humanos que habitan este país y ha diezmado en alto grado su entorno natural. Esta sigue siendo, en mayor grado que nunca antes, la causa fundamental de los principales sufrimientos del pueblo dominicano.

  • La sociedad dominicana de hoy

Somos parte de una hermosa diversidad geográfica y cultural caribeña y latinoamericana que ha sufrido la tragedia de la dominación colonial, de la carencia de libertades, de la explotación, el saqueo y el empobrecimiento causado por esa injusta y bárbara apropiación y distribución del producto del trabajo colectivo y nuestras valiosas riquezas naturales. Somos, por tanto, un pequeño pedazo de la geografía mundial, con un pueblo y un entorno natural cada vez más empobrecidos.

País situado -como lo describió nuestro poeta nacional Pedro Mir- “en el mismo trayecto del sol”. Ubicado, además, en el mismo paso y escenario de huracanes y terremotos, en permanente lucha contra sus efectos destructivos, cada vez más devastadores, dada su empobrecida población y su depredada y saqueada naturaleza, por demás injustamente asignada.

País -a pesar de todo- hermosamente caribeño, racialmente multicolor; triste por momentos y alegre casi siempre, con una historia llena de opresiones y abusos, pero también de lindas rebeldías y renovado heroísmo.

País de gran colorido y belleza natural, profundamente musical y de gran riqueza cultural y artística.

Punto de partida de la conquista y colonización de América, que aun cargando con el dolor histórico del exterminio de su pueblo originario, ha construido su propia identidad y su ejemplarizadora historia.

Hemos sido, somos y seguiremos siendo un pueblo en lucha contra todas las formas de opresión, explotación y discriminación. Expresión, además, de los profundos anhelos por derribar la frontera imperial caribeña que anula o mediatiza (con hermosas excepciones) la soberanía de casi todos los países hermanos de la región, en procura del gran salto hacia la soberanía colectiva: la Unidad Dominico-Haitiana y la Federación Antillana, camino a la Patria Grande liberada.

Predominio de la propiedad privada altamente concentrada y la corrupción de Estado.

Así las cosas, la dominicana ha devenido una sociedad en la que predomina la gran propiedad privada capitalista extranjera y criolla, encadenada ideológicamente, financieramente y comercialmente al capital transnacional (principalmente al estadounidense y en menor grado al europeo y al japonés).

Los dueños del gran capital convertido en empresas industriales, comerciales, constructoras, financieras o de servicios (telefónicos, electrónicos, transporte, salud, educación, turismo, seguros, juegos de azar…) le roban al Estado una gran parte del dinero de los contribuyentes y explotan al pueblo y a los/as trabajadores/as.Obtienen enormes ingresos y grandes ganancias, quedándose con una alta proporción del producto del trabajo de los demás, ya sea por la vía de la explotación directa de sus obreros (as) o empleados (as), ya a través de lo intereses bancarios, ya como ganancia comercial, ya como ingresos por corrupción; sea por la imposición de términos de intercambio desiguales, o sea por la imposición de salarios nacionales muy por debajo del precio real de la fuerza de trabajo determinado por las condiciones mundiales de productividad. Sus grandes empresas nos compran barato la materia prima, la mano de obra, las mercancías y los servicios, y nos venden caro todo.

Esta injusta situación se ve empeorada por el robo de nuestras riquezas a cargo de la alta burocracia estatal, la partidocracia y los grandes empresarios más voraces, tanto mediante las más diversas formas de corrupción como a través de políticas fiscales y tributarias basadas en impuestos al consumo, combinadas con la ausencia de políticas destinadas a distribuir justamente el ingreso del país, por la existencia de sueldos de lujo, prebendas y privilegios escandalosos a favor de los jerarcas del Estado y por el uso politiquero del presupuesto nacional y el derroche de recursos en las prácticas clientelistas. Otro factor para la apropiación de riqueza que ha proliferado de manera alarmante es la venta de ilusiones a través de los juegos de azar y las bancas de apuestas, mecanismos con los que se arranca a la población trabajadora una parte importante del fruto de su trabajo.

A lo largo de nuestra historia, el ejercicio del poder ha posibilitado a los grandes capitalistas criollos y extranjeros y a la alta burocracia y los jerarcas militares controlar una gran parte de recursos naturales del país (tierras agrícolas y ganaderas, playas, bosques, minas y ríos).

El proceso de concentración de riquezas por diferentes vías, a su vez ha determinado que unas cuantas familias multimillonarias -asociadas o no a otros empresarios- conformen poderosos grupos económicos (tradicionales y no tradicionales) y controlen importantes áreas de la economía y del poder junto a los grandes consorcios extranjeros establecidos en el país.

Entre los grupos criollos mas fuertes se destacan el Grupo Vicini, el Popular, el Bonetti, el Hazouri, el Grupo León Jiménez, el Corripio, el Fanjul, el Grupo Estrella/García/Clase, el Grupo Villeya-Vitienes, el Grupo Cuesta, el Grupo Lama, el Báez Romano/Figueroa, el Grupo Pellerano, el Barceló, el Grupo Cisneros…

Y entre los grandes consorcios extranjeros ocupan lugares señeros la Falconbridge, la Barrick Gold, el Grupo Slim (Claro-Codetel), la Esso Standar Oil, la Texaco, la Shell Company, el grupo Balderas, la General Electric, la Smith-Enron, y las cadenas hoteleras Barceló y Meliá, y otros.

En paralelo, y a veces atravesando a estos poderosos grupos y consorcios, actúan las nuevas mafias empresariales (civiles y militares), en las que tienen presencia relevante los clanes de políticos enriquecidos al vapor y las narco-mafias integradas, formando los carteles de la construcción y los carteles de la droga, con una destacada participación de jefes políticos corruptos y corruptores, asociados o no entre sí.

Estos clanes de los nuevos súper-ricos compiten en poder, pactan, pelean entre sí y despliegan sus ambiciones, llegando incluso a importunar y amenazar el dominio empresaria tradicional.

Capitalismo dependiente y dramáticas desigualdades sociales.

El capitalismo vigente en nuestro país tiene una característica que sobresale sobre las demás: es un capitalismo dependiente en términos comercial, financiero, tecnológico y científico. Pero, por esas mismas razones, el capitalismo en nuestro país también acusa un escaso desarrollo de la industria de bienes de consumo y, sobre todo, de la industria de bienes de capital, particularmente en comparación con Estados Unidos de América. La productividad del trabajo es muy baja en muchas ramas de la actividad económica.

República Dominicana tiene que importar equipos y maquinarias para la industria y la agricultura, las plantas eléctricas, los hornos, los equipos pesados, los automóviles… La generación de tecnología propia es muy escasa y una buena parte de la que se trae del exterior es altamente perjudicial para la salud y la vida, y causa graves daños a la naturaleza; carece de laboratorios avanzados y centros de investigación apropiados para el desarrollo autóctono y autodeterminado. Tiene incluso que importar una gran parte de lo que utiliza la sociedad, su población, sus empresas… Tiene que utilizar gran parte de las importantes sumas de divisas fuertes que recibe por concepto de las remesas de los(as) dominicanos(as) residentes en el exterior.

La relación con los grandes mercados, bancos, laboratorios y centros tecnológicos y científicos de los países capitalistas ricos y desarrollados es muy desigual. Sus grandes empresas compran barato nuestra mano de obra en las llamadas zonas franca, las materias primas, las mercancías que producimos y los servicios, y en cambio nos venden caro todos sus productos, servicios y tecnologías. Sus bancos prestan igual que los usureros, cobrando elevadísimos intereses o “réditos” y nos obligan a vivir endeudados y a pagar enormes sumas en intereses y amortizaciones.

El capitalismo, al ser dependiente, tiende a crecer sólo hacia fuera, basándose en una economía fundamentalmente exportadora de mano de obra barata, turismo, drogas y sexo sobre-explotado, y en menor medida, de productos agrícolas, bienes manufacturados y minerales.

Los intereses y las necesidades de los países capitalistas altamente desarrollados son los que determinan el proceso económico y los patrones culturales e ideológicos en nuestro país.

Exportamos ropas, cigarros, ron, cerveza, productos agrícolas (café, cacao, vegetales, flores, frutas, viandas, plátanos), y también mano de obra barata, servicios turísticos (sobre todo de playas), casinos…Somos receptores de dinero sucio que se invierte en bienes raíces, economía suntuaria y áreas no productivas, escenario y mercado para el lavado del dinero procedente del negocio de la droga y la gran corrupción mundial.

Nuestro país tiene una agricultura con grandes contrastes entre su limitada parte moderna y sus extensiones atrasadas. El latifundio y el minifundio, ambos escasamente productivos, siguen predominando. La productividad agropecuaria -exceptuando sectores muy específicos- es muy baja. Todavía existen relaciones precapitalistas (aparcería, venta a la flor…) y cultivos de subsistencia sumamente precarios.

El trabajo asalariado, además de sobre-explotado (ubicado fundamentalmente en las llamadas zonas francas, el comercio, el sector turismo, la construcción, la agricultura, la administración pública y las fuerzas armadas, en las pequeñas y medianas empresas y en la economía de servicio y especulativa), es inestable, temporero, precario y se combina con el trabajo en parcelas y micro-empresas propias, y con oficios y actividades vinculadas al comercio y al transporte (semi-asalariados, chiriperos, buhoneros, moto-taxistas).

El desempleo absoluto es enorme y el empleo precario y ocasional (en ciudades y campos) abarca a una gran parte de la población de todas las edades.

El Banco Central de la República Dominicana, que desde hace tiempo se ha especializado en técnicas de cálculos que presentan tanto los niveles de pobreza como el desempleo muy por debajo de la realidad, dio a conocer que en octubre del 2006 la pobreza afectaba a 3.283.676 personas (36.5% de la población) y la pobreza extrema a 1.182.691 (13.05%), para un total de 4.5 millones de personas, equivalente a casi un 50% de la población del país. Cifras preocupantes, pero a la vez bastante por debajo de la realidad. El Banco Central también reveló la existencia en ese año de solo 1.505.583 personas empleadas en el sector formal y 1.825.168 en el sector informal de la economía.

Aunque en su Informe de la Economía Dominicana (enero-diciembre 2007) esa misma entidad se empeñó en hablar de un “desempleo ampliado” de solo el 15.5% de la población económicamente activa (25.1% en las mujeres, 30.5 % en los jóvenes, y 9.4 % en los hombres), la verdad es que el desempleo desde ese año en general supera el 25%, con el agravante de que más del 56% de los empleos existentes son informales, inestables y precarios.

A su vez el mercado interno ha sido desnacionalizado en alto grado. Muchos productos importados han desplazado a los criollos y las políticas gubernamentales favorecen esa tendencia, determinando que muchas materias primas que podrían procesarse aquí no sean tenidas en cuenta con esos fines.

Por eso nuestro país arrastra un serio y creciente déficit comercial (que en el 2005 llegó a los 3.481.4 millones de dólares y en el 2007 a los 6,579 millones de dólares) y una elevadísima, creciente y onerosa deuda externa que en el 2007 alcanzó los 7.265 millones de dólares y en el 2009 superó los 10 mil millones de dólares, comprometiendo más de la tercera parte del presupuesto nacional en el pago de sus intereses y amortizaciones, y con tendencia a seguir creciendo.

El elevado déficit comercial ha afectado incluso la cuenta corriente de la balanza de pagos, registrando en el año 2007 un saldo negativo de 2,230.8 millones de dólares, provocando y manteniendo la perniciosa tendencia a tapar el déficit mediante la concertación de nuevos préstamos y nuevas formas de endeudamiento, como las emisiones de “bonos soberanos”.

La propiedad y el producto del trabajo de toda la sociedad están altamente concentrados en pocos grupos de personas; fortunas fabulosas disfrutadas por minorías. Esas grandes desigualdades económicas provocan a su vez graves problemas sociales y de esa manera el pueblo dominicano ha sido empobrecido en mas del sesenta por ciento (unos 6 millones de pobres, de los cuales 3 millones viven en condiciones de pobreza extrema o indigencia).

A esto se agrega los bajos niveles salariales. En su “Informe sobre la Economía Dominicana” (Banco Central enero-diciembre del 2007) los resultados de la Encuesta Nacional de Fuerza de Trabajo revelan que el salario promedio (no se habla del mínimo), incluyendo los trabajadores formales (63 pesos la hora) e informales (51.78 pesos la hora), es de 57,31 pesos la hora con jornadas promedio de 42 horas semanales, para un ingreso mensual de unos 10,456 pesos, equivalentes a unos 300 dólares. Y como se trata de un promedio en una sociedad sumamente polarizada, es grande el sector de los(as) asalariados(as) que percibe ingresos mínimos de 7 mil, 5 mil, 4 mil y menos pesos mensuales.

En todos los casos esos ingresos están muy por debajo del costo de la canasta básica familiar, que ascendió en el 2007 a 18,500 pesos mensuales en la Capital del país y a 16,000 pesos en las provincias, llegando a 20,000 y 18,500 respectivamente en los primeros meses del 2008; esto es, entre 550 y 650 dólares mensuales, según los casos.

La explotación de los (as) trabajadores asalariados (as) se mezcla con la usura interna y externa, con la extorsión y la especulación comercial, con la corrupción de la clase dominante-gobernante, con el saqueo de los recursos naturales (minas, playas, tierras, agua, bosques, ríos, mares…), con las narco-mafias civiles y militares… para garantizarle continuamente enormes riquezas a una minoría y empobrecer abusivamente a la mayor parte de los seres humanos y al entorno natural del país, provocando grandes sufrimientos y  generando una multi-crisis cuya perspectiva ascendente pone en riesgo la vida de nuestra sociedad y nuestra isla.

Los grandes ricos viven como reyes, poseen y atesoran enormes fortunas en el país y en el exterior, disfrutan de mansiones, carros de lujo, artículos de consumo de la mejor calidad y de todo tipo de riqueza… ¡hasta para botar! Tienen posibilidad de frecuentar restaurantes y hoteles de alto lujo, hacer turismo caro, enviar a sus hijos a los mejores colegios y universidades, divertirse y derrochar dinero sin límite alguno.

Los (as) pobres y sus hijos (as) están agobiados por las necesidades y sufren falta de educación, graves problemas de salud; están mal alimentados, abandonados, excluidos de los avances de la ciencia, viven en casuchas miserables, en rústicos barracones o en las calles, y son permanentemente empujados a las áreas más empobrecidas y de alto riesgo de la naturaleza: peligrosos derrocaderos, putrefactas cañadas o a las húmedas y pestilentes orillas de los contaminados ríos.

Los huracanes, los terremotos, los tornados, los grandes aguaceros, las inundaciones… se ensañan contra la naturaleza y contra la sociedad continuamente empobrecida a causa de la acentuación del robo y saqueo.

La oligarquía financiera y sus actividades especulativas predominan cada vez en el quehacer económico del país y en general la clase dominante es más especuladora y mafiosa que productiva y en ella predominan banqueros, grandes comerciantes especuladores, empresarios de servicio, negociantes inescrupulosos, lumpen-empresarios, políticos corruptos y capos de las mafias súper-enriquecidos… por encima de los agentes productivos, de los industriales, de los empresarios agropecuarios y de los capitalistas emprendedores, los cuales son discriminados y desprotegidos por el Estado.

Una clase dominante anti-haitiana, patriarcal, adulto-céntrica y ecocida.

La clase dominante-gobernante de nuestro país, que tiene en su centro al imperialismo estadounidense, es en gran medida anti-haitiana, fomenta el racismo contra los nacionales de ese país hermano, los/as sobre-explota, los casi esclaviza, los discrimina y abusa de su empobrecimiento. La cultura hegemónica además asume el patrón de belleza blanco y todo el sistema de prejuicios racista de matriz occidental caucásica, lo que fomenta el desprecio hacia las personas con otras características étnicas y deforma y manipula los conceptos de belleza para mercantilizarlos.

El anti-haitianismo, como construcción ideológica, nutre el sistema de explotación insularque sobre-explota al pueblo haitiano, deprime los salarios de trabajadores (as) dominicanos (as) de toda la isla, potencia el empobrecimiento en ambas naciones, desune a ambos pueblos y los hace presa mas fácil de las oligarquías capitalistas y de las corporaciones imperialistas, las que incrementan sus capitales y riquezas por esa vía.

El capitalismo en nuestro país es un capitalismo patriarcal-machista porque discrimina, explota con más crueldad a nuestras mujeres y garantiza que ellas sean una especie de propiedad de los hombres, considerándolas como “seres inferiores”, instrumentos de placer sexual y esclavas del trabajo doméstico no pagado, no reconocido, no valorado y, a lo sumo, muy mal remunerado. La ideología dominante en este aspecto tiene como centro al hombre (andro-centrismo) e inculca la homofobia, esto es el rechazo y la discriminación de la homosexualidad, reprimiendo la libertad de opción sexual.

El poder capitalista en este país está impregnado de una cultura adulto-céntrica que menosprecia, subordina y relega a la juventud; que maltrata a niños/niñas y usa las energías, habilidades y talentos de unos y otras a su favor. Este adulto-centrismo Impone, en consecuencia, dentro de la dictadura del gran capital, la dictadura de los adultos contra los y las jóvenes y menores de edad.

El capitalismo vigente, en consecuencia, no es sólo un modo de producción, no es solo economía y dominación social; es cultura, es ideología al servicio de la explotación y del empobrecimiento de la mayoría de los seres humanos y del patrimonio natural del país; está al servicio del enriquecimiento escandaloso de unos pocos, del bienestar de una parte limitada de la sociedad y de la alienación del pueblo para reproducir los anti-valores que le posibilita dominar sus mentes.

El capitalismo no solo se impone a través de la propiedad privada altamente concentrada, del control del Estado, de sus cuerpos militares, de sus mecanismos de explotación, exclusión y represión, sino además –y sobre todo- de su cultura, de su ideología, de sus poderosos medios para imponerla, para dominar las mentes, para sustituir la realidad por fantasías, mitos, mentiras encubiertas, conceptualizaciones funcionales a su constante reproducción material, política e ideológica.

La apropiación del producto del trabajo ajeno, el saqueo de la naturaleza y del patrimonio histórico-cultural, la sobre-explotación de las mujeres, de jóvenes, menores de edad e inmigrantes; la especulación con el dinero, la ganancia, la discriminación racial para abusar…están sustentadas en un conjunto de ideas y conceptos que esconden la realidad, que encubren la verdad, que presenta como “natural” la explotación, la exclusión, el empobrecimiento de la mayoría y la discriminación de todo tipo.

  • El neoliberalismo ha endurecido el capitalismo y restringido la democracia en todo el mundo y también en nuestro país.

En medio de una profunda y prolongada crisis estructural, antes de finalizar el siglo XX, los grupos dirigentes del sistema capitalista decidieron poner en marcha un proceso de reestructuración económica, gerencial, tecnológica e ideológica destinado a contener la baja en las ganancias de las corporaciones privadas, a compensar las carencias de mercados para sus productos y capitales, a superar sus graves déficit en recursos naturales vitales (petróleo, gas, carbón, agua, minerales estratégicos, litio, biodiversidad), a salir del estancamiento tecnológico y abordar otros graves problemas que afectaban a todo el sistema.

A esa reestructuración sirvió la ideología neoliberal o neoconservadora (hasta esa fecha archivada), recuperada entonces para reducir el rol del Estado en la economía y en las políticas sociales, para apropiarse de sus empresas productivas, financieras, comerciales y de servicios (traspasándoselas al gran capital privado); para apoderarse de los recursos naturales, tomar los mercados nacionales derribando las barreras aduanales, dar rienda suelta a la especulación financiera, mercantilizar todas las actividades (incluidas la política), imponer sin ninguna restricción la ley del más fuerte y la insolidaridad absoluta, y seguir empobreciendo y alienando a los pueblos para enriquecer aun más a las minorías que los dominan.

Con esos fines las corporaciones, las oligarquías capitalistas y los estados bajo su control, impusieron las llamadas áreas y tratados de “libre comercio”, las políticas privatizadoras, la competitividad sin límites, la conquista de territorios y riqueza, y los cambios de la cuarta ola tecnológica al servicio del gran capital y de la especulación financiera.

Las contra-reformas neoliberales, agravaron la dinámica del despojo de los productores y de las riquezas naturales y su fatal apropiación por la gran burguesía mundial y local.

Nuestro país y nuestro pueblo han sido víctimas relevantes del neoliberalismo en la periferia del sistema capitalista mundial.

En  el pasado reciente y en el presente, hemos estado y estamos sometidos a un intenso proceso de recolonización y anexión a través de la privatización y la extranjerización de la parte del  patrimonio público, natural, histórico, cultural y científico del país que todavía no había sido usurpado por las potencias imperialistas a través de nuevos contratos leoninos, de acuerdos comerciales tipo TLC, de las intervenciones del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial (controlados por EE.UU. y sus aliados), de las contra-reformas neoliberales y las nuevas modalidades de intervención militar directa e indirecta de Estados Unidos y del imperialismo europeo.

La dependencia en esta etapa nos ha conducido a una modalidad de capitalismo peor que todas las anteriores: a un capitalismo neoliberal, cada vez más excluyente y gangsterizado, que optó por suprimir los controles de precios y dar rienda suelta a la especulación, a la anulación de toda regulación de la contratación de los (as) trabajadores (as), y a la privatización de toda propiedad pública o social y al desmonte de los aranceles de aduana, entre otras medidas.

Por esa ruta, las funciones sociales del Estado dominicano y sus políticas de protección de la producción nacional, de la naturaleza, de los derechos sociales y de los seres humanos, han sido progresivamente eliminadas o reducidas a su mínima expresión. Todo se “liberaliza” para que la competencia sin límites entre desiguales favorezca a los más fuertes. Todo se privatiza a favor de las grandes corporaciones extranjeras: la electricidad, la producción industrial del Estado, la salud, la educación, los aeropuertos y puertos, los peajes, las carreteras, los medios de comunicación, la seguridad social. ¡Hasta los partidos políticos y sus candidatos se privatizan, se compran y se venden!

El neoliberalismo impuso, además, la reestructuración de sistema financiero nacional enmarcado en un nuevo código monetario y financiero que asume la eliminación de barreras entre bancas comerciales, hipotecarias, financieras, de ahorros y préstamos, así como la creación -vía “reforma” a la seguridad social- de nuevos espacios bajo dominio de esa oligarquía financiera (aseguradoras y prestadoras de servicios de salud y seguridad, administradoras de fondos de pensiones) que potencian tanto la expropiación del patrimonio público, como el control y manejo se los ahorros individuales en función de los intereses particulares de los poderosos grupos financieros, hasta el punto que los fondos de pensiones en manos de la banca privada a principios de 2010 superan los 100,000 millones de pesos, equivalentes a más de tres mil millones de dólares.

El neoliberalismo impregnó los medios de comunicación (principal industria de producción y reproducción de ideas), concentrándolos en pocas manos y orquestando sus contenidos a favor de la clase dominante–gobernante; potenciando la mercantilización de todas las actividades humanas, incrementando el individualismo y abriendo en mayor grado las compuertas de la corrupción.

De esa manera la soberanía nacional y la soberanía popular han sido aplastadas en mayor medida y la “democracia” reducida a unas elecciones clientelizadas.

En la dinámica neoliberal, el Estado dominicano se ha vuelto cada vez mas chiquito y débil para apoyar o proteger al pueblo empobrecido y se ha tornado más grande y fuerte para defender a los poderosos, y sobre todo para reprimir las protestas y rebeldías populares, esgrimiendo la “seguridad democrática” al más burdo estilo colombiano.

EL triunfo personal se mide por el dinero atesorado y la capacidad de consumir productos de marca y servicios sofisticados, y todo se vale para lograrlo. El enriquecimiento fácil promueve la corrupción tradicional y la narco-corrupción. Las mafias civiles se articulan con las mafias policiales y militares, y el poder establecido reproduce ese mal en casi todas sus instituciones estatales y no estatales, y en otros niveles de la sociedad. Los grandes beneficiarios de esa situación son protegidos por el Estado y sus gobiernos, cuyos cuerpos represivos solo estigmatizan y persiguen a conveniencia el micro-trafico y la delincuencia menor, aquella que brota del empobrecimiento económico, social y cultural del pueblo humilde y acorralado. Y para colmo, lo esencial de todo esto ha sido consagrado en la Constitución del 2010 para facilitar más aun la conversión del Estado dominicano en un estado corporativo, altamente privatizado, desnacionalizado y delincuente.

MC

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *