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PUNTO II: DINAMICA INICIAL HACIA LAS TRANSFORMACIONES NECESARIAS: LOS SIETE PILARES DEL NEOLIBERALISMO A DESMONTAR

Los pilares de la reestructuración neoliberal pueden identificarse con facilidad:

1.- El neoliberalismo ha provocado un proceso de fragmentación, de disgregación de las estructuras sociales, de las redes de apoyo, solidaridad y movilización de los pueblos. En el mundo entero -pero muy especialmente en nuestra América y en nuestro país- el neoliberalismo se ha consolidado a medida que ha ido descuartizando al viejo movimiento obrero, al antiguo movimiento campesino y el dinámico movimiento barrial que se formó en los años 60, 70 y 80. Y esa fragmentación de la sociedad, su división interna, la destrucción de sus redes de solidaridad, de su tejido de asociación, es lo que ha permitido la implantación del régimen neoliberal dentro del capitalismo dependiente de estos países, ahora en proceso de declinación sobre todo en nuestra América.

2- El neoliberalismo avanzó en esa dirección aquí y en todo el mundo, imponiéndose mediante la privatización, la apropiación privada de las riquezas colectivas, de los bienes públicos (llámese empresas del Estado, llámese ahorros públicos, tierra, fondos de pensiones, bosques, minerales…). El neoliberalismo se desplegó privatizando esos recursos, orientándolos a favor de las corporaciones imperialistas y de sus aliados locales comprometidos con su plan de recolonización capitalista. Lo acontecido con la Corporación Dominicana de Electricidad (CDE), con el Consejo Estatal del Azúcar (CEA), con la Corporación de Empresas Estatales (CORDE), con la seguridad social y con muchas otras propiedades públicas y recursos naturales de nuestro país son expresiones de esa contra-reforma privatizadora.

El neoliberalismo aquí y en muchos otros países extendió la privatización a la política, a la ideología, a la comunicación, a la información y a la cultura, imponiendo el interés privado de unos pocos por encima de todo e incrementando y creando una situación de injusticia, insolidaridad, desigualdades, miseria espiritual y material, violencia, criminalidad y banalidad muy superior a la de otras etapas del capitalismo… hasta convertir la necesidad de su abolición y reemplazo de su poder en algo de vida o muerte para nuestras sociedades.

3- El neoliberalismo se propuso derribar las barreras aduanales de los países dependientes para que las grandes potencias imperialistas se apropiaran de sus ya debilitados mercados nacionales y de sus riquezas inexploradas a través de las llamadas áreas de “libre comercio” y de la “libre inversión”. Como ejemplo, basta observar el TLC entre Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana (DR-CAFTA) y el TLC con la Unión Europea.

4.– El neoliberalismo se implantó fortaleciendo los mecanismos supranacionales de dominación (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización Mundial de Comercio, G8, Consejo de Seguridad de la ONU, OTAN…) empequeñeciendo los Estados nacionales como el nuestro (sobre todo en lo relativo a su poder económico, a las políticas sociales y culturales autodeterminadas, al ejercicio de soberanía. aunque no así respecto a sus mecanismos represivos, su policía, su ejército) y transfiriendo, en consecuencia, el poder de decisión a esas instancias supranacionales.

En la medida que el Estado representó el patrimonio común, la idea de lo colectivo, el neoliberalismo procuró destruir esta idea para implantar un tipo de corporativismo que se fue apropiando, vía privatización y liberalización, de las riquezas colectivas acumuladas por varias generaciones; manteniendo y ampliando su fuerza en el terreno de la represión interna (militar-policial) y su poder para salvar las empresas privadas en quiebra y favorecer a la oligarquía capitalista.

5.- El neoliberalismo se montó sobre el avance de la informática y la micro-electrónica para financierizar el capitalismo, para potenciar la especulación por encima de la producción, para entronizar las estafas bancarias apoyadas en la no regulación y la competitividad sin límites.

El Estado y los grandes empresarios además se confabularon para robotizar en mayor escala no solo ciertas áreas de la producción y servicios públicos, sino también las mentes, la manera de percibir y pensar de las personas, a través de una enorme y alienante maquinaria de desinformación y distorsión de la realidad, de un sistema que impone un mundo virtual ajeno al real.

6.- El neoliberalismo se montó sobre la restringida democracia liberal representativa, limitando en mayor grado la participación del pueblo, reduciendo la democracia a la elección condicionada por el poder de dinero, la desigualdad, el clientelismo, donde las decisiones ya no radican en el ciudadano(a), en el votante, sino en ciertas mafias, en pequeñas elites de políticos corrompidos, que usurpan la representación del pueblo y que, en el caso dominicano, han impregnado el sistema político de la cultura política autoritaria, despótica y caudillista heredada del trujillismo y del balaguerismo.

7.- El neoliberalismo se propuso destrozar toda cultura de solidaridad, reforzar en altísimo grado la ideología egoísta del capitalismo y potenciar al máximo el individualismo, identificando el éxito personal con el enriquecimiento a cualquier precio y por todas las vías, especialmente las ilícitas.

El consumo superfluo es, dentro de esa perversa lógica neoliberal, el fin único de todo trabajo, profesión o actividad humana, al extremo de que su nivel y su exhibición definen la importancia de las personas, reducidas a la condición de clientes; mientras que la condición de máquinas productoras de dinero y generadora de opulencia caracteriza a los integrantes de sus cúpulas sociales y gerenciales. Esto se evidencia en los contenidos de la publicidad y de las opiniones que inundan los medios de comunicación masiva y reproducen los voceros del orden dominante.

Por esa vía el neoliberalismo ha sumido al capitalismo, a su Estado y a sus beneficiarios -ya de por sí corrompidos- en un antro de  malas artes delictivas, generando sistemas, gobiernos y Estados mafiosos e incluso narco-delincuentes. Así ha sido en muchas partes del mundo y ese ha sido el caso dominicano.

El neoliberalismo hizo todavía más funcionales sus objetivos de acumulación de capital y riquezas en pocas manos, a través de las discriminaciones de clase, de género, de generaciones, de corte “racista”; mientras la crisis integral del sistema imperialista ha aumentado la voracidad y la violencia empresarial contra los seres humanos y su entorno natural, simbolizadas en corporaciones como Barrick Gold, Uni Gold, Falconbridge y más de una multinacional del cemento. Y a todo esto hay que agregar los impactos mundiales y locales del diseño de guerra global infinita, puesto en práctica por un imperialismo decadente, pentagonizado y carente de materias primas esenciales, como el que encarna Estados Unidos.

Crisis y oportunidad.

Si estos son los siete pilares del neoliberalismo que tanta pobreza, tanta marginación y tanta desgracia han creado en nuestro país, entonces está claro que hay que desmontarlos y sustituirlos revolucionariamente por otras estructuras e instituciones, por otro sistema jurídico-político, por otros mecanismos y otras políticas que les devuelvan a la sociedad, a la patria y a la gente común, sencilla y trabajadora el derecho a decidir su destino y a conquistar el bienestar colectivo e individual.

Y esta es una gran oportunidad. Sí, la oportunidad para ese cambio ha madurado porque el neoliberalismo agotó su fase de auge y crecimiento, entrando en un periodo de franca declinación, agravando la crisis integral de la civilización burguesa, aumentando enormemente los riesgos de vida del planeta y de la humanidad toda, y potenciando las luchas sociales y políticas en contra de la permanencia de este modelo empobrecedor y desnacionalizador; registrando a la vez significativos avances en dirección a su superación y a la derrota de los gobiernos que lo han encarnado, sobre todo en nuestra América. El capitalismo, por demás, ha entrado en la crisis más grave de su historia.

El neoliberalismo y las guerras por recursos naturales vitales requeridos por el imperialismo actual han sido la respuesta de las elites capitalistas a la prolongada crisis estructural de ese sistema de dominación, lo que al mismo tiempo que favorece el enriquecimiento de las minorías dominantes y de sus respectivas potencias, ha puesto en riesgo la existencia de nuestros pueblos y de toda la humanidad, creando sociedades más empobrecidas en todo los órdenes, las que se resisten a ese suicidio. Las muestras de esa penosa realidad abundan, y si nuestro caso es dramático, el del pueblo haitiano ha tomado la característica de gran tragedia.

Pero los efectos devastadores de esa dinámica neoliberal, la resistencia de los pueblos y sus nuevas ofensivas políticas han dado lugar al auge de las alternativas post-neoliberales, a una etapa cualitativamente distinta a aquella en la que el discurso único neoliberal y las imposiciones de sus modelos reinaban y parecían detentar un poderío invulnerable.

Entonces es urgente ¾y es posible¾ enfrentar sus siete pilares y desmontar ese modelo en nuestro país y en todos los países azotados todavía por esa estrategia en crisis; todo esto, dentro de una dinámica esencialmente antiimperialista y anticapitalista.

¿Cómo hacerlo?

La mejor forma de luchar contra el neoliberalismo en nuestro país es mediante la reconstrucción y consolidación de movimientos sociales, de redes populares, de organizaciones autónomas, de hombres y mujeres, de jóvenes y de obreros, de campesinos, de profesionales y de estudiantes. La organización, la politización, el restablecimiento del sujeto popular y de las demás fuerzas sociales afectadas por la crisis es un punto de partida sumamente importante.

Esto exige entender la lucha como creación de contra-poder, como construcción de un poder alternativo-transformador, anti-neoliberal, clasista, popular, feminista, anti-imperialista, joven, ecologista, campesino, de capas y sectores medios, de pequeños empresarios arruinados o en vías de serlo… Esto es imprescindible para ir desmontando el régimen neoliberal en decadencia.

La reconstrucción desde abajo, desde la base, es la primera gran labor que tenemos que emprender para ir desmontando el régimen neoliberal y la recolonización capitalista. Los grandes encuentros político-sociales alternativos nos brindan una buena oportunidad para trabajar en esa dirección, siempre que nos propongamos ir más allá de una simple reacción defensiva y de limitadas reivindicaciones.

En una parte de los países del continente se han dado pasos en ese sentido, mostrando y ofreciendo un conjunto de experiencias de procesos de rearticulación del tejido social; quizás ya no por centros de trabajo, sino de base territorial, en torno a temas y luchas específicas como el derecho de la sociedad al agua, a los recursos minerales, a la tierra, a los hidrocarburos, al patrimonio público y natural, o contra la onerosa deuda externa, contra la corrupción depredadora y la carestía de vida. Han sido las necesidades vitales, básicas, los puntos de unificación enarbolados para construir nuevas redes de agrupaciones obreras, campesinas, indígenas y populares que fueron desmontadas en los últimos veinticinco años.

En República Dominicana necesitamos actuar con ese gran propósito, lo que implica reconstituir las redes del movimiento social y político-social de los(as) de abajo para dotarlas de fuerza militante y propuestas que impugnen el modelo neoliberal; para enfrentar el neoliberalismo como nueva modalidad del capitalismo y en dirección a aglutinar y conquistar poder organizativo y de convocatoria para hacer reclamos contundentes.

De ahí la importancia de las propuestas transformadoras y alternativas, de la creación de una organización revolucionaria de nuevo tipo inmersa en las luchas sociales y políticas y de las demandas movilizadoras asumidas desde una gran alianza político-social alternativa; concebidas ambas como factores de creación de conciencia, organización y nuevas capacidades de convocatoria, movilización y confrontación.

La lucha contra el neoliberalismo debe situar en lugar destacado la recuperación de la riqueza colectiva, lo que implica volver a entregar a sus verdaderos dueños lo que siempre fue de todos/as y que en las últimas décadas fue privatizado a favor de pequeños grupos familiares y consorcios extranjeros. Y eso significa recuperar recursos naturales (agua, tierra, bosques, minerales, playas, costas) y empresas y bienes públicos para contribuir a transformar la economía especulativa en una economía fundamentalmente productiva y reemplazar la falacia del libre mercado por mercados internos y externos regulados y por otras formas de intercambios y cooperaciones solidarias.

Solo mediante un proceso de reapropiación social de la riqueza común, tanto la que resulta del trabajo humano como la dotada por la naturaleza, podremos ir desmontando este núcleo duro del neoliberalismo. Las experiencias que recorren el continente muestran que ése es el camino que la gente de a pie, la gente de base, ha ido pensando y reflexionando de manera directa y autónoma.

En nuestro país hay que encontrar esos ejes, pensando en temas como la desprivatización del patrimonio nacional y la soberanía popular sobre las fuentes de agua, bosques playas, áreas protegidas; como la lucha contra la carestía, la justa distribución de tierras urbanas y rurales, la erradicación de la impunidad de la delincuencia estatal y oligárquica, la recuperación de las riquezas robadas por los corruptos, el combate por la anulación de los TLCs y la anulación de la deuda externa.

La lucha contra el neoliberalismo es inseparable de la consolidación de un Estado soberano en lo económico, fuerte en lo político, fuerte en lo cultural, que le brinde a los movimientos sociales un escudo de protección, un blindaje contra la agresión internacional derivada de la globalización neoliberal; un blindaje que facilite la expansión de las luchas sociales.

Construir un nuevo Estado lo suficientemente eficaz para revertir la contrarrevolución interna e imperialista, pero controlado por un poder popular y ciudadano de gran amplitud y profundidad. Un Estado controlado, subordinado y atravesado por la impronta, por la participación, por la actividad de los movimientos sociales, única manera de garantizar que sus instituciones no sean usurpadas por nuevos empresarios creados desde él o por nuevas capas burocráticas corrompidas, y única manera de irlo limitando y extinguiendo paulatinamente, centrada su existencia temporal en la misión de defender la revolución, regular el desarrollo integral y promover el bienestar social.

Los procesos de integración subordinados a Estados Unidos y a Europa deben ser reemplazados por la unidad en soberanía de los pueblos de nuestra América y del llamado Tercer Mundo.

La cuarta ola tecnológica debe ser puesta al servicio del bienestar colectivo y no del capital financiero y las transnacionales.

La lucha contra el capitalismo neoliberal exige el despliegue participativo, la innovación de múltiples maneras de democracia; es decir, implica asumir, como individuo y como sociedad, el control de su destino.

Democracia no es solamente colocar un voto cada cuatro años. Democracia es tener capacidad de participar en lo que sucede en el país: desde los objetivos de inversión en un municipio hasta definir si se firma un contrato o no se firma. Y en América Latina y el Caribe tenemos experiencias múltiples de democracia de base: en las comunidades indígenas, en nuestros barrios populares, en las zonas obreras, entre los desocupados, hay múltiples gérmenes de democracia real, de democracia directa, comunitaria, participativa. Y éstos tienen que ser los escenarios de desarrollo, de iniciativas, de propuestas, de conquista de derechos. Porque solamente con la gente peleando por sus derechos se podrá obtener la legalidad y la legitimidad de los derechos consagrados en constituciones y leyes.

En materia de democracia, en nuestro país tenemos la valiosa experiencia de la democracia de abril de 1965, de esa especie de “comuna caribeña”, basada en la Constitución del 1963, la más avanzada de nuestra historia, en los comandos populares armados y en una experiencia de democracia directa, de poder popular, que superó todas las fronteras y límites de la democracia liberal. Y esa expresión de democracia participativa debe ser recuperada a plenitud y proyectada al presente y al futuro mediato e inmediato.

La nueva democracia, la democracia participativa e integral, la combinación de democracia directa y representación, la democracia integral por la que luchamos, debe sustentarse en la soberanía nacional y popular expresada en una nueva Constitución creada por una Constituyente Popular.

Esto implica claridad y firmeza en la propuesta de asamblea constituyente por elección y participación popular como mecanismo para reemplazar este sistema jurídico-político y esta institucionalidad decadente por una nueva institucionalidad basada en esa nueva constitución, cuyos contenidos fundamentales debemos previamente consensuar en eventos alternativos hasta  convertirlos en bandera unificadora y movilizadora.

La lucha contra el neoliberalismo conlleva un combate a fondo contra el egoísmo y una intensa promoción de la cultura de la solidaridad, de la hermandad, del amor entre los seres humanos, de la honestidad. Sin desmedro de lo individual como parte de lo social, lo colectivo debe ser potenciado sobre lo particular, lo público debe primar sobre lo privado, lo social debe reinar. El “sálvese quien pueda” debe ser reemplazado por el “salvémonos todos(as)”.

La división debe ser superada por la unidad en la diversidad.

Los sistemas mafiosos, fruto del egoísmo, del endiosamiento del dinero y del consumo deben ser desmontados y reemplazados por normas de convivencias sanas, justas y respetuosas de las personas y sus derechos consagrados.

El concepto de raza es una construcción ideológica rechazada por la ciencia moderna; fue inventado para dividir, subordinar, discriminar y sobreexplotar desde una supuesta superioridad de la “raza” blanca. El ser humano es uno solo, con fenotipos, con apariencias diferentes, determinadas por condiciones climáticas y circunstancias específicas. Asumimos los derechos del ser humano, su plena liberación y su bienestar, optando por la igualdad de condiciones de vida y derechos independientemente del color de piel, estatura, conformación física, pensamiento y cultura.

  • Carácter de la revolución, bloque dominante, sujeto del cambio y alianzas posibles

La revolución dominicana, las transformaciones que ella está llamada a emprender, es de carácter democrático y antiimperialista con claras perspectivas socialista, y la asumimos como un proceso único y progresivo, con tareas, objetivos y prioridades precisas en cada periodo de su desarrollo ininterrumpido y ascendente. Su carácter democrático, nacional-liberador, popular y socializante se deriva de la imperiosa necesidad de superar el capitalismo dependiente y la cultura despótica negadora de derechos esenciales y de soberanía popular y nacional.

La asunción de su contenido anticapitalista y sus perspectivas socialistas para erradicar el capitalismo dependiente no significa pretender la superación instantánea de todas las relaciones de propiedad, de producción y distribución del viejo régimen, ni mucho menos una socialización total desde su inicio. Se trata de una transición revolucionaria con transformaciones progresivas, escalonadas y ascendentes, en la que están contempladas diferentes formas de propiedad, producción y distribución, cambios culturales y procesos de socialización del poder que no pueden ni deben ser simplemente decretados, sino un proceso de cambios de mentalidad y cultura que implican la formación de seres humanos nuevos, imbuidos de ideas de solidaridad y amor por los demás.

El sujeto social fundamental de esta transformación revolucionaria es un bloque de fuerzas integrado por los trabajadores(as) asalariados(as), por los(as) desempleados(as), por el campesinado, por los pequeños empresarios urbanos empobrecidos, por las mujeres discriminadas y sobreexplotadas, por la juventud excluida, por los sectores populares afectados por la depredación ambiental, por los intelectuales y técnicos concientes de la necesidad del cambio, por las capas medias afectadas por el gran capital y el orden dominante, por toda la “pobresía” explotada, marginada y excluida. Es un sujeto popular, del cual es inseparable el proletariado con su actual conformación y nuevas expresiones.

Es un sujeto socialmente diverso, generado por este capitalismo dependiente y su modalidad neoliberal, que precisa ser articulado alrededor de demandas movilizadoras y de objetivos destinados a la construcción de contra-poder, y a la creación de un nuevo poder enfrentado al bloque dominante.

El bloque dominante está integrado por la burguesía imperialista, por la gran burguesía dependiente criolla, por la partidocracia y las mafias civiles y militares que explotan, oprimen y excluyen al pueblo y a sectores medios afectados por su dominación. Los poderes imperialistas, la oligarquía financiera y todos los componentes de ese bloque de dominación, sustentador y beneficiario de este sistema y de su actual modalidad neoliberal, se constituyen en los adversarios fundamentales del cambio que el pueblo y la nación necesita.

Las clases y sectores resistentes al desmonte del modelo neoliberal y a su decadente y corrompido sistema político, así como a la creación y desarrollo de una democracia participativa, definen con precisión los blancos de ataque inmediatos dentro del bloque dominante, así como las alianzas sociales y políticas necesarias para lograr en un primer periodo esos propósitos. Entre los aliados debe incluirse a sectores empresariales medianos, pequeños, e incluso algunos más grandes que han sido afectados por las políticas neoliberales, como también corrientes políticas adversas al neoliberalismo y al proceso de perversión de la partidocracia.

Los sectores que conforman el bloque popular y otros significativamente perjudicados por el neoliberalismo y por la partidocracia corrompida pueden cooperar entre sí con intensidades diversas, tanto para conformar el contrapoder necesario como para provocar la ruptura imprescindible y la creación de un nuevo Estado y una institucionalidad democrática y participativa. Todos, con grados diversos de compromiso, algunos incluso con timidez o solo inclinados a la unidad de acción en cuestiones especificas, o a una determinada neutralidad positiva, pueden ser parte de las luchas y de las alianzas necearías para arribar a la transición planteada.

En verdad la micro, la pequeña y la mediana empresas y las asociaciones cooperativas sólo podrán sobrevivir al proceso de concentración capitalista y de transnacionalización del gran capital, inclinándose por la democracia participativa, por la alternativa post-neoliberal e incluso, a más largo plazo, accediendo a contribuir y ser voluntariamente partes y beneficiarias de los nuevos procesos de socialización. Incluso algunos sectores empresariales de mayor magnitud afectados por el modelo vigente podrían ser parte o coexistir con el proceso transformador.

La clave está en la manera como los actores diversos del cambio se constituyen en factor político de poder desde las organizaciones políticas revolucionarias, los movimientos sociales y políticos sociales transformadores, las luchas sectoriales contestatarias (de trabajadores/as juventud, mujeres, medio-ambientales, obreros, campesinos, sectores populares…) y desde movimientos comunitarios, anticorrupción y anti-discriminación,  movimientos cristianos y religiosos revolucionarios de diversos tipos, y movimientos de defensa del patrimonio colectivo y fuerzas intermedias agobiadas por la crisis.

En el curso de las lucha y de todo el proceso podrán hacerse compromisos específicos y alianzas coyunturales para la consecución de reivindicaciones, demandas y reformas políticas, económicas, sociales y culturales; y para el logro de ciertos objetivos que contribuyan a abrirle paso y espacio a estas líneas programáticas y de acción, con la condición de que en ningún caso deben estar reñidos con la estrategia y los principios de la organización y de ninguna manera deben contribuir a dañar la identidad de las fuerzas alternativa y a facilitar la permanencia y el reciclaje de las derechas oligárquicas, pro-imperialistas, corrompidas y pro-neoliberales. Los pasos tácticos y coyunturales en el plano de la unidad de acción y las alianzas tácticas, así como las banderas de lucha, siempre deberán armonizar con las metas superiores y servir a la estrategia revolucionaria.

Así podría crearse la dinámica imperiosa que nos permita abrir la ruta para avanzar hacia la socialización progresiva de las relaciones económicas y sociales, la política y la cultura. ¡Hacia el país que tanto anhelamos! Siempre tiendo presente el criterio de que nuestra vocación socialista revolucionaria no admite falsificaciones ni distorsiones, aunque éstas se hagan a nombre de este ideal. Porque, en general, creemos en la necesidad de luchar contra cualquier sistema político y ordenamiento socio-económico cultural que le niegue a los seres humanos el derecho a rebelarse y liberarse de cualquier modalidad de opresión o discriminación conocida o por conocer; o que reproduzca la apropiación de las riquezas creadas por la sociedad y los recursos naturales del país por una minoría, ya sea por la vía del control burocrático o a través de la reprivatización de lo social.

MC

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