La alternativa al neoliberalismo no debe separarse de una firme voluntad de superación del capitalismo y la creación del nuevo socialismo mediante el desarrollo multilateral y multifacético de la democracia participativa.
En sociedades como la nuestra, el tránsito del capitalismo neoliberal al nuevo socialismo exige -además de una propuesta fresca, renovada y atractiva del proyecto socialista- establecer una clara diferenciación entre el camino a recorrer y las metas a alcanzar, entre el socialismo a que aspiramos y la transición necesaria hacia él. Porque ciertamente una cosa es el tránsito al socialismo y otra el socialismo como modo de producción y distribución consolidado, sistema político e instituciones de profundo calado social, cultura colectiva solidaria y salto cualitativo en la transformación de los seres humanos.
El tránsito es el proceso que conduce a esa meta y se diferencia de ella en que contiene como herencia negativa no pocos elementos del pasado capitalista y precapitalista que es preciso ir erradicando.
La socialización de la economía, la democratización y extinción paulatina del poder estatal, la revolución cultural, la generalización de la cultura solidaria, los cambios necesarios en la conciencia individual y colectiva para formar seres humanos nuevos, despojados del egoísmo y plenos de espíritu cooperador con sus semejantes, no pueden darse en actos instantáneos o de corta duración. Es más bien una orientación y una práctica transformadora sistemática de mediano y largo plazo, lo que es una verdad mayor en el caso de países de capitalismo dependiente como el nuestro, con retrasos significativos en el desarrollo de sus fuerzas productivas, de las tecnologías apropiadas y de la formación educativa y en el conocimiento científico; sometidos durante mucho tiempo a la recolonización neoliberal y a sus efectos, sin haber superado totalmente las fuertes o débiles herencias precapitalistas y los significativos déficit culturales y precariedades en todos los órdenes.
Se trata no sólo de un proceso transformador, cuya velocidad, profundidad y extensión varía en cada país en función de los obstáculos que cada cual debe vencer, de las trabas que debe superar y de la correlación entre las fuerzas del cambio revolucionario y las fuerzas contrarrevolucionarias internas y externas, sino que se trata de un proceso multifacético e integral. Porque el capitalismo en sus diversas expresiones no es solo modo de producción, sino sobre todo un sistema de dominación integral, que incluye otras esferas de la economía e importantes vertientes sociales, como la jurídico-política, la institucional, militar e ideológico-cultural.
Si en la economía es inviable una socialización instantánea, también lo es en los demás aspectos de la vida en sociedad y sobre todo en el orden del acceso al conocimiento científico y la superación de la ideología dominante.
Las cambios de una formación económica-social, política y cultural a otra, de un sistema a otro, enfrentan altos grados y variadas formas de resistencia, requieren de transformaciones profundas, exigen procesos y niveles de conciencia revolucionaria, demandan nuevas formas organizativas, nuevos métodos de gestión y participación, nuevas bases constitucionales, nuevas leyes, cambio de mentalidad…y todo ello tarda en lograrse, e incluso se complejiza en los países de la periferia dependiente, pues el capitalismo actual es un sistema muy extendido, altamente mundializado, con supremacía imperialista y con afinados y viejos mecanismos de degradación.
Por eso, cuando nos referimos a las alternativas al capitalismo, procede hablar del tránsito hacia una sociedad post-capitalista que históricamente y desde el desarrollo de las ciencias sociales ha sido conocida como sociedad socialista, antesala de la sociedad comunista. Porque tránsito o transición es palabra clave para reflejar en la denominación del periodo transformador el carácter procesal de los cambios, evitando así etiquetar con el nombre de socialismo lo que es un proceso hacia él, cargado de malas herencias, trabas y limitaciones, pero que debe procurar eliminar progresivamente toda opresión, discriminación, explotación, enajenación y coerción de los seres humanos.
En nuestra América está bastante claro -vistos en forma dinámica los hechos acaecidos en tiempos recientes- que el punto de partida de la transición al socialismo consiste en desmantelar el modelo neoliberal impuesto y avanzar hacia una sociedad pos-neoliberal de profundo contenido anticapitalista, socializando primero parcialmente y luego completamente, determinadas vertientes de la propiedad, la economía, la política y la cultura.
Antes de llegar al socialismo a que aspiramos, queda por recorrer un intenso y más o menos largo camino de transformaciones en esa dirección; cambios y realizaciones que pasan por completar la transición hasta consolidar y desarrollar el proyecto socialista más allá del desmonte del modelo neoliberal y de los primeros avances de la vía no capitalista. Cambios progresivos en las relaciones de propiedad hacia el pleno predominio de la propiedad social, en la distribución del ingreso nacional, priorizando la superación del proceso de empobrecimiento de los seres humanos y de la naturaleza, y definiendo las urgencias en la política de inversión en función del bienestar material y espiritual de los seres humanos.
Cambios que también deberán producirse en las modalidades de gestión de las empresas, en las entidades e instituciones públicas, introduciendo la autogestión, la co-gestión, la administración por concurso y el control ciudadano. Y en lo atinente a las características del mercado y de la economía, procurar su regulación y el avance de la economía de equivalencias, basada en el valor real de bienes y servicios.
Cambios que también deberán expresar en los procesos de integración con países de la región (como el ALBA), procurando más poder para contrarrestar y superar la globalización neoliberal y la integración subordinada a Estados Unidos.
Igual debe ocurrir en la naturaleza de los cuerpos castrense y policiales, en el vínculo entre lo civil y lo militar, en la relación entre las Fuerzas Armadas, las policías, los aparatos de seguridad y la sociedad civil; procurando reemplazar esas estructuras y recrearlas en función de los contenidos del nuevo poder, estableciendo relaciones solidarias y respetuosas entre esas entidades y el pueblo, y aplicando políticas capaces de erradicar progresivamente la necesidad de la coerción y de su propia existencia, esforzándonos por incorporar al pueblo a las tareas de defensa y seguridad nacional y a los militares a las tareas de desarrollo del país.
Transformaciones en el poder de información y comunicación, garantizando su democratización y erradicando la dictadura mediática del gran empresariado.
En la concepción de desarrollo: centrándolo en el bienestar colectivo de dominicanos y dominicanas.
En el sistema energético nacional: revirtiendo la privatización, convirtiéndolo en área pública socialmente controlada y eficazmente gerenciada, reduciendo sus costos de operación y sus tarifas, promoviendo fuentes alternas de energía y formas de integración continental beneficiosa para el país.
En el tratamiento del patrimonio histórico, cultural y científico: preservándolo frente al afán de lucro y de la ignorancia.
En las relaciones internacionales: haciendo valer la autodeterminación y la integración solidaria.
En la concepción sobre derechos humanos: reconociéndolos, respetándolos en toda su amplitud y diversidad.
En el tratamiento de la sexualidad: superando los tabúes, prejuicios e imposiciones desde el poder del hombre sobre la mujer.
En el vínculo entre Estado y sociedad civil, Estado y movimientos sociales, Estado y organizaciones políticas o político-sociales: evitando suplantaciones, aplastamientos y fusiones perjudiciales.
En el ejercicio del sufragio: practicándolo en toda su plenitud y sin mediaciones clientelistas y mercuriales que lo perviertan.
En los sistemas de administración del Estado y sus instituciones: imponiendo en su gestión la más absoluta transparencia, métodos eficientes y control social y ciudadano.
En cuanto al derecho de los seres humanos sobre su cuerpo: superando toda intromisión y/o agresión.
En los conceptos ciudadanía y derechos ciudadanos: erigiendo su presencia y acción en poder real.
En el carácter de los sistemas de salud, educación y deporte: procurando su desprivatización, su masificación, universalización, su gratuidad y su socialización progresiva, inseparablemente vinculada a la calidad de los servicios y de las prácticas, a su constante renovación tecno-científica, a la cultura de la solidaridad, a la desalienación de los seres humanos.
- Hacia la socialización integral de la propiedad, la economía, los recursos naturales y el poder
En la médula de esta transformación revolucionaria que nos proponemos debe situarse el propósito de devolverle a la sociedad el derecho de apropiación colectiva del producto de su trabajo y de las riquezas naturales contenidas en nuestro territorio, costas y jurisdicciones marítimas y todo su patrimonio histórico, científico y cultural.
Tal propósito es inseparable de un proceso de desprivatización y socialización de los medios de producción, distribución y servicios; de un proceso de recuperación del patrimonio natural, histórico y cultural en manos de la burguesía local y transnacional, de un proceso que garantice una justa distribución de los excedentes económicos y que supere el circulo vicioso de generación de riqueza empobreciendo a seres humanos, naturaleza y patrimonio histórico-cultural y científico.
Ese proceso es inseparable, además, de la progresiva socialización del poder y la extinción del Estado, y de una profunda revolución cultural que subvierta todo el sistema de dominación ideológica que posibilita la reproducción de la dominación capitalista y todos sus anti-valores, creando una nueva manera de pensar y de ser que le dé primacía a la solidaridad, a la cooperación y al mutuo respaldo entre los seres humanos.
La desprivatización de los medios de comunicación, producción y distribución y de los recursos naturales y todo el patrimonio del país, la modificación de las relaciones de propiedad y del sistema económico que proponemos, no equivale a la estatización mediante la cual se conformó en nuestro país el sector estatal de economía después del ajusticiamiento del tirano Trujillo y de la confiscación de sus bienes y los de su familia; tampoco a la estatización generalizada que degradó progresivamente las promisorias revoluciones obreras y populares y dio lugar a los modelos estatista-burocráticos en Europa Oriental que afectaron gravemente los promisorios procesos de orientación socialistas en esos países y facilitaron su derrumbe en la última década del siglo XX.
Equivale más bien a una visión diferente: a su progresiva conversión en propiedad de toda la sociedad y de los trabajadores(as) que devendrían en propietarios y gestores de los mismos en el marco de una planificación democrática y participativa, combinada con la creciente implementación del intercambio de equivalencias y de un nuevo sistema monetario y financiero.
Los cambios en las relaciones de propiedad capitalista y en la economía, la conversión de la gran propiedad privada en propiedad social y de la economía capitalista en una economía socialista, precisan de cierto rigor y cierta gradualidad, lo que en el proceso de transición incluye su coexistencia con otras formas de propiedad privada, mixta e individual y con originales modalidades de mercado, siempre dentro de una concepción que procure su total superación a favor de la propiedad social o colectiva y de la planificación democrática.
Deben medirse bien la prioridad, pertinencia, modalidad y necesidad de cada paso y en cada caso de expropiación-confiscación-nacionalización, y contemplarse las verdaderas posibilidades de realización exitosa, teniendo bien presente su carácter estratégico o no, su tecnología y su relación con la seguridad el país y con la soberanía. Si progresiva debe ser la socialización en sentido general, con mayor razón debe serlo en el campo decisivo de la propiedad de los medios.
El proceso de superación del capitalismo, en cuanto procurar el mayor consenso a su favor, exige primero expropiar y socializar selectivamente, poniendo énfasis en la gran propiedad burguesa -y sobre todo en la transnacional- y transformar el sector financiero en dirección al predominio del interés social y al desarrollo nacional, en función de los avances productivos, el bienestar de la colectividad y el fin de la especulación. Requiere también darle un tratamiento especial a la mediana y pequeña propiedad, así como a ciertas áreas productivas articuladas al mercado interno; respaldar la asociación y cooperativización de la pequeña y mediana empresa y combinar diversas formas de propiedad en función de todos esos factores. A fin de evitar traumas sociales de envergadura y resistencias innecesarias, ese proceso debe ser voluntario y a través de formas asociativas respaldadas -pero no impuestas- por el Estado.
El latifundio hay que erradicarlo, estableciendo topes en la tenencia de tierra, según la categoría de los terrenos, y ejecutando una justa distribución de ese recurso natural en el contexto de una reforma agraria integral, que contemple el avance progresivo de formas asociativas de propiedad y las concesiones de tierra, agua y otros recursos naturales como bien social.
Esto es válido tanto en sus modalidades de explotación precapitalista como de explotación extensiva, porque es la única manera de solucionar el drama del minifundio improductivo y de los/as campesinos/as sin tierra, privilegiando a la vez las formas de propiedad social y de trabajo colectivo (cooperativas, proyectos colectivos y asociativos diversos y otras modalidades de economía solidaria), estableciendo mecanismos de financiamiento y asistencia que privilegien las áreas articuladas a la reforma agraria.
Las inversiones extranjeras deben ser rigurosamente reguladas en función del interés nacional, social y medioambiental. Ellas no son en sí mismas dañinas ni totalmente recusables, sino que bien normadas pueden incluirse en el área de la propiedad mixta (asociación privada-pública-social y acuerdos interestatales) o en el plano de los acuerdos de transferencias de tecnologías adecuadas, o en determinadas formas contractuales de mutuo beneficio. Igualmente pueden tener cabida las concesiones de explotación, operación y/o comercialización de recursos naturales que no afecten la soberanía sobre la propiedad nacional, la sanidad del ambiente y el equilibrio ecológico. En ese terreno tampoco hay recetas rígidas, sino una orientación general hacia el predominio de lo social y del interés nacional.
La socialización tiene además una relación directa con el destino de los excedentes de la producción y los ingresos nacionales, con los impuestos sobre los beneficios y la relación entre la apropiación por minorías de las ganancias de las empresas privadas y el destino de una parte significativa de ellas para el bienestar colectivo, tanto de los/as trabajadores/as de las empresas como de la sociedad en general.
Pero a la vez, una auténtica orientación socialista incluye la progresiva superación de la explotación del trabajo ajeno y del mercado capitalista basado en el precio de las mercancías y no en el valor del producto a partir de la fuerza de trabajo manual e intelectual socialmente necesario para producirlas; debe tender a eliminar el capital como relación social, al Estado como empleador-explotador del trabajo asalariado y garantizar el traspaso progresivo de la propiedad y la gestión de los medios de producción, distribución y servicios al pueblo trabajador.
La transición al socialismo debe poner en el centro de su mirada al ser humano y a su entorno natural, su sana existencia, su bienestar y su felicidad, a través de una combinación de medidas emancipadoras. Y esto requiere en primera fase, entre otras condiciones, una democracia participativa que asegure la existencia de un Estado distribuidor en términos justos del ingreso nacional a través de un sistema fiscal que comience gravando las grandes ganancias y riquezas privadas y diseñando y ejecutando un presupuesto nacional que eleve constantemente el gasto social y la inversión relacionada con la recuperación y preservación del medio ambiente, con el bienestar social y la dignidad de los seres humanos, y que garantice el interés colectivo sobre el afán de lucro de una minoría.
Requiere también, junto a empresas públicas socialmente controladas y co-gestionadas, de un sistema de empresas de propiedad social autogestionadas, ya sean municipales, cooperativas, asociativas, mixtas…El tipo de administración, las características de la gestión empresarial, las formas de escogencia de los gerentes, ejecutivos y técnicos, no deben desvincularse de la socialización y de sus esencias democráticas. La participación de los colectivos laborales y de la sociedad en las decisiones y en la fiscalización de sus procesos es consustancial a la intención de socializar de verdad los medios de producción, distribución y servicios públicos. Igual el diseño de presupuestos participativos, el control de su ejecución y el acceso a los estados financieros de empresas, entidades autónomas del Estado y propiedades de conglomerados sociales. Los presupuestos participativos y abiertos deben regir la vida económica.
La propiedad pública sin autogestión de las comunidades laborales o sin cogestión entre administradores, gerentes y comunidades laborales, deviene en estatismo burocrático, donde los excedentes y el cuidado del patrimonio nacional que representan están sujetos exclusivamente a la voluntad de la burocracia y la tecnocracia y, por tanto, expuestos a la dilapidación, a los privilegios y a la corrupción. La mejor prevención contra esos males -y lo que convierte definitivamente la propiedad estatal en propiedad social- es la participación de los (as) trabajadores (as) en la gestión y el control de los colectivos laborales sobre las administraciones; es su participación en la distribución del excedente, en el destino de la inversión empresarial y social, en la designación de los administradores y directivos por concurso; es el acceso de la sociedad a los estados financieros, la elaboración de sus presupuestos con el más alto grado de participación de sus trabajadores/as intelectuales y manuales y su relación con las comunidades y los mecanismos de control ciudadano creados por la sociedad.
Otro capítulo trascendente es el de las regulaciones del mercado interno y del comercio exterior: la distribución y redistribución de las riquezas creadas, las remuneraciones justas y la eliminación de los privilegios de las elites sociales y burocráticas, así como la progresiva transformación de la economía de mercado basada en precios en una economía de equivalencias de valores determinados por la fuerza de trabajo socialmente necesaria para producir bienes y servicios. Mientras perdure el mercado, la competencia no debe ser ilimitada, ni en el interior del país ni en sus vínculos comerciales con el exterior.
En el proceso de transición al socialismo hay sectores que deben ser estimulados por vía de la relación entre costos y precios, con el respaldo estatal-gubernamental, sectores productivos y/o consumidores que necesitan ser protegidos y asistidos para su adecuada rentabilidad en un caso y para elevar su capacidad de compra en el otro. Los sistemas de control de precios, de almacenamiento, de impuestos y aranceles deben ser palancas de intervención y regulación en procura del desarrollo de las fuerzas productivas nacionales, del intercambio justo y de la justicia social.
Transitar del capitalismo neoliberal hacia una sociedad post-capitalista pasa también, de manera obligada, por la creación de una nueva institucionalidad que asegure de manera simultánea la superación del anacronismo en la asignación de los recursos económicos y productivos, así como por la resolución del problema de la distribución del excedente en detrimento de las clases trabajadoras. Ambas cuestiones solo pueden ser resueltas con la planificación integral, con la participación democrática y plena de las clases trabajadoras y de toda la sociedad.
- Democracia participativa e integral y planificación democrática
El socialismo, claro está, no es solo economía. Por eso la trascendencia de la democracia participativa e integral, sustentada en nuevos sistemas constitucionales, creados y desarrollados por la vía de la participación popular, de procesos y poderes constituyentes autónomos, capaces de superar las “democracias” estrictamente electorales, representativas, liberales y neoliberales.
La transición al socialismo es, a la vez, un tránsito hacia una nueva democracia, una democracia verdadera, en la que el poder del sufragio se traduzca en ejercicio cotidiano de participación política y de creación constante de múltiples formas de democracia directa, de participación y control ciudadano sobre las autoridades y las estructuras electas.
Una democracia que apoyándose en las garantías, normas y principios constitucionales incorpore al ejercicio gubernamental y a la gestión económico-social cotidiana el respeto pleno a todas las categorías de derechos humanos (individuales, políticos, sexuales, sociales, medioambientales…).
Que promueva la abolición de todas las formas de dominación, de todas las relaciones de poder basadas en la discriminación, la violencia, la opresión y la injusticia.
Que abra las compuertas a la equidad entre los géneros masculino y femenino y deje atrás, con la mayor rapidez posible, la cultura machista y elimine el patriarcado junto al capitalismo neoliberal.
La transición al socialismo y los programas de desarrollo integral son inseparables de la adopción de políticas y planes que reformulen profundamente la relación entre seres humanos y naturaleza, deteniendo la depredación, la desertificación, la contaminación, el empobrecimiento de la naturaleza y la injusta y bárbara distribución de la misma, que asigna las partes mas empobrecidas y riesgosas a los/as más pobres en el marco de una producción de riquezas con medios tecnológicos, concepciones de desarrollo y relaciones sociales que la empobrecen constantemente sin reparación alguna.
El resto de naturaleza y el ambiente son entorno de vida y patrimonio social de las presentes y futuras generaciones, y no deben estar sujetos al afán de lucro y a la ganancia privada, ni a la productividad estrictamente empresarial, ni a las prácticas socialmente irresponsables y ajenas a la continuidad de la vida. La regulación de ese trascendente capítulo, que excluye la posibilidad de propiedad capitalista sobre los recursos naturales estratégicos, es algo irrenunciable para detener y revertir todo lo que en ese plano atenta contra la vida.
Hoy más que nunca, la defensa de la madre tierra es vital para defender la existencia segura y feliz de los seres humanos. Es evidente que todo lo que daña el resto de la naturaleza, daña también a los seres humanos. Impedir y revertir ese daño, por tanto, es de alto interés social, palanca clave para un tránsito revolucionario que salve a la humanidad de la crisis de existencia impuesta por el gran capital privado y la globalización de sus espurios intereses.
La opresión de clase ¾que atraviesa a todas las demás¾ debe desaparecer con la erradicación progresiva de la explotación del trabajo ajeno, incluye variantes de opresión-discriminación-subordinación, entre las que figuran el negativo patriarcado, el poder de los adultos contra los niños (as) y los jóvenes, la discriminación racial y otras aberraciones.
El sistema vigente, afectado por la peor crisis en nuestro país, no es solo capitalista-dependiente, sino además patriarcal, adulto-céntrico, racistas, depredador y estructurado para imponer el reino y los intereses, las ideas y los privilegios de las grandes corporaciones y oligarquías capitalistas, de las mafias políticas, de las elites blancas y su cultura racista, de los adultos abusadores y de los hombres machistas; es un sistema insensible frente al drama educativo y al deterioro de la salud en nuestra sociedad… por lo que la nueva democracia y el nuevo socialismo que proponemos, para plasmar un proceso integralmente liberador, tienen que asumir con firmeza la superación definitiva de todas esas formas de opresión y dominación funcionales al sistema capitalista, audaces políticas sociales en áreas tan sensibles como la salud, la educación, el deporte y la alimentación.
La salud es un área que reclama transformaciones profundas dirigidas a crear un sistema único de salud sostenido por el Estado y por la sociedad, cuyos programas preventivos y curativos, sus programas ambulatorio y hospitalario de alta calidad, racionalmente estructurados, brinden servicios gratuitos a todos/as los/as usuarios, garanticen áreas de investigación y renovación técnico-científica, promuevan una industria farmacéutica y de equipos médicos nacionales, una política de cooperación intercontinental y mundial en esas vertientes y sistemas de compra y suministro de medicamentos invulnerables a la desmedida mercantilización y adulteración de los medicamentos.
Igualmente, el sistema educativo nacional precisa ser socializado en todos sus niveles (inicial, básico, medio, técnico-profesional, especial, universitario, de postgrado), dotándolo de un carácter científico y de contenidos humanísticos que posibiliten subvertir y superar tanto los anti-valores de la cultura dominante como la mediocridad y el bajo nivel que hoy lo caracteriza.
El rescate de la verdad histórica, el reencuentro con nuestra identidad cultural, la elevación de su nivel tecno-científico, la superación de la cultura del miedo y de la banalizacion del saber, la recuperación del sentido critico y de la capacidad de pensar…deberán estar siempre presentes dentro de sus grandes metas.
El deporte y la educación física-escolar necesitan ser relanzados, masificados y liberados de los mecanismos y malas prácticas que fomentan su comercialización y elitizan sus competencias. Ambas disciplinas deben estar presentes en todos los centros de estudio y de trabajo y en todas las comunidades, procurando la instalación de infraestructuras sencillas, modestas pero eficaces; garantizando una óptima calidad moral y profesional de sus instructores y dirigentes.
La autosuficiencia alimentaria y la vigencia de programas que garanticen ¾vía acceso a la canasta familiar y a los planes sociales complementarios¾ un adecuado suministro de calorías, especialmente a niños/as y a envejecientes, debe ser un propósito de primer orden, como también debe darse prioridad a la superación del déficit de vivienda y el derecho a un techo digno. Todo esto es inseparable de la condición de una vida sana y del desarrollo educativo necesario.
En otro orden, la conversión del Estado dominicano en un narco-estado exige que en la reconstrucción del mismo esté presente la erradicación de toda conexión-protección institucional con los cárteles de la droga. Declaramos urgente examinar a fondo la relación entre las drogas y la sociedad para diseñar políticas audaces que pongan fin o reduzcan al mínimo el gran negocio de las drogas ilegales y superen los daños que su consumo indebido causan a la sociedad, especialmente a la juventud.
En resumen: propiedad social o comunitaria, apropiación común del producto del trabajo y de los recursos naturales, reservas científicas y patrimonio histórico-cultural; vivienda confortables, trabajo justamente remunerado, salud y educación gratuitas y de alta calidad, diversión sana, transporte eficiente y económicamente accesible, energía barata y no contaminante, alimentación adecuada y asegurada, relación armónica con el entorno natural y ambiente sano, igualdad ante la ley, democracia e igualdad de oportunidades entre géneros y generaciones, justicia y equidad social, superación de los procesos de empobrecimiento, libertad plena, participación, democracia integral, satisfacción plena de las necesidades humanas, control social y ciudadano sobre las instituciones, así como el inicio de la extinción progresiva del Estado… son propósitos concretos de esta transición hacia la nueva democracia y el nuevo socialismo.
La meta suprema es la creación de una asociación de seres humanos plenamente libres y capaces de disfrutar en igualdad de condiciones bienes y servicios abundantes y de satisfacer sus necesidades crecientes aumentando sus expectativas de vidas con calidades ascendentes.
La meta suprema previsible por el pensamiento humano basado en la ciencia -aunque no la estación final- es la sociedad comunista, aquella donde se logren todas estas conquistas y muchas más, aquella en que la vida comunitaria armonice con los grandes avances de la ciencia y con el desarrollo cualitativo de todos y cada uno de los seres que la integren.
Esta visión sobre la transición socialista necesaria y el socialismo a que aspiramos se apoya en el orden de la reflexión teórica en tres columnas fundamentales:
- La recuperación de importantes componentes del pensamiento original de los fundadores del socialismo científico violados en el devenir posterior de las formidables revoluciones de orientación socialista escenificadas en Rusia y sus colonias y en otros países de Europa Oriental. La reivindicación, en consecuencia, de sus grandes conquistas sociales y especialmente de los extraordinarios aportes de la Revolución de Octubre y del Partido Bolchevique en la historia del socialismo del siglo XX.
- La reflexión crítica, desde una incuestionable postura anticapitalista y pro-socialista, sobre las causas y efectos negativos de los prolongados y crecientes procesos de burocratización y negación de la democracia proletaria y popular en las experiencias socialistas de la URSS y de otros países Europa Oriental, que a finales de los 80 y principio de los 90 del siglo pasado provocaron el colapso de sus estructuras de poder y abrieron espacios a la restauración del capitalismo y al avance del neoliberalismo en el mundo.
- El desarrollo de la teoría y la práctica del socialismo a partir de un espíritu innovador que tiene muy en cuenta los procesos al interior del sistema capitalista mundial y de las sociedad impactadas por él, los cambios hacia situaciones peores y crisis mayores, las transformaciones operadas en los viejos y nuevos sujetos de la dominación y los nuevos actores del cambio revolucionario en la era neoliberal del capitalismo y los avances del pensamiento revolucionario transformador a la luz de las experiencias vividas en el siglo pasado, de los aciertos y errores cometidos y de los valiosos aportes teóricos-políticos producidos el calor de las luchas libradas contra los principales ejes de la dominación capitalista actual: explotación de las clases y sectores oprimidos, exclusión social masiva, patriarcado, adulto-centrismo, militarización en alto grado del imperialismo y nuevas guerras de conquista, ecocidio, racismo funcional a la sobre-explotación de los/as inmigrantes y países dependientes, especulación financiera a niveles sin precedentes, empleo a fondo de las nuevas tecnologías y la dictadura de la gran propiedad privada en función de las grandes ganancias, alto riesgo de vida y para la existencia de la humanidad, cambios culturales y tecnológicos, y sobre-dimensionamiento del rol enajenante de los modernos medios de comunicación.